'Zou Bisou Bisou'
Mad Men, la serie televisiva creada (2007) por Matthew Weiner, ha logrado convertirse en uno de los productos de la "industria de contenidos" con m¨¢s influencia en la cultura popular en lo que va de milenio. Entre la nostalgia, la cr¨ªtica y la idealizaci¨®n de los sixties, la popularidad de la serie ha inducido, especialmente en Estados Unidos, una especie de furor o man¨ªa mim¨¦tica y consumista que se ha traducido en la irrupci¨®n de una larga panoplia de subproductos por ella inspirados. La cadena Banana Republic ha explotado su Mad Men Collection, imponiendo, por ejemplo, la moda de vestidos amplios con estampados florales para ellas y de americanas cortas para ellos. Los peluqueros han tenido que adaptarse a la demanda de peinados vintage, como los que lucen la malcontenta ama de casa Betty Draper o la ambiciosa publicista Peggy Olson; Est¨¦e Lauder ha lanzado una nueva gama de cosm¨¦ticos inspirados en los sesenta; la multinacional juguetera Mattel ha renovado el vestuario de Barbie y su novio Ken de acuerdo con los dictados de los estilistas de la serie; y hasta funcionan en Manhattan diversos Mad Men drinking tours que ofrecen a los turistas la posibilidad de saborear un tom collins o un bloody mary en bares de copas como los frecuentados por Don Draper o su socio Roger Sterling. Y tampoco es casualidad que en los tres ¨²ltimos a?os haya aumentado el n¨²mero de beb¨¦s a los que se han impuesto los nombres de Don o Betty.
La influencia de la serie se refleja tambi¨¦n en los h¨¢bitos de lectura y compra de libros. Y no me refiero tan s¨®lo a la poblada n¨®mina de obras que se han publicado sobre o en torno a ella (incluyendo manuales sobre su "filosof¨ªa", o productos a¨²n m¨¢s oportunistas y conjeturables como la "gu¨ªa no oficial" de la cocina de Mad Men), sino a las que dicen leer o mencionan de pasada sus personajes. Aqu¨ª tambi¨¦n funciona un singular mecanismo mim¨¦tico: las criaturas de ficci¨®n se convierten en aut¨¦nticos prescriptores, como si se trataran de personas reales ungidas con una especie de intangible autoridad. Los hombres y mujeres de Mad Men leen, adem¨¢s de ciertos hitos del canon de la lengua inglesa (el Huckleberry Finn, de Twain, El ruido y la furia, de Faulkner, El amante de Lady Chatterley, de D.H.Lawrence), libros contempor¨¢neos a su propia peripecia de ficci¨®n. Desde obras populares como ?xodo (1963), de Leon Uris, o El esp¨ªa que surgi¨® del fr¨ªo (1963), de Le Carr¨¦, a novelas literarias como El grupo (1963), de Mary McCarthy, o El barco de los locos (1962), de Katherine Anne Porter.
Y como sucede con otras mercanc¨ªas inspiradas o recicladas por la serie, esos libros se convierten inmediatamente en objetos de deseo: las editoriales los reeditan o rescatan y las librer¨ªas los acomodan en las mesas de novedades. Y hasta The New York Public Library ha publicado una Mad Men Reading List (cons¨²ltese en Internet) para facilitar su b¨²squeda. Seguro que Don o Betty Draper tienen m¨¢s poder prescriptor que muchos profesores de literatura.
La quinta temporada de Mad Men se acaba de estrenar en EE UU, tras a?o y medio de espera, con un ¨¦xito sin precedentes. La cr¨ªtica la ha recibido con entusiasmo, aunque algunos comentaristas sugieren que la abrumadora extensi¨®n y generalizaci¨®n de la -digamos- madmen man¨ªa puede propiciar el cansancio en una audiencia siempre voluble y ¨¢vida de novedades: una variante de ese morir de ¨¦xito que afecta a no pocas manifestaciones contempor¨¢neas.
Aqu¨ª tendremos que esperar un poco m¨¢s para comprobarlo. Pero no tengo reparo en confesarles que, despu¨¦s de contemplar varias veces en YouTube la estupenda secuencia de la canci¨®n Zou Bisou Bisou (un delicioso hit franc¨¦s que populariz¨® Gillian Hills en 1961), que interpreta Megan Draper (Jessica Par¨¦) como regalo de cumplea?os para su esposo Don (Jon Hamm), me siento m¨¢s que impaciente.
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