As¨ª mataban los soldados de Hitler
Un libro recoge in¨¦ditas escuchas secretas a los prisioneros alemanes Revelan una sorprendente brutalidad gratuita
¡°Me lo cargaba todo: autobuses en las calles, trenes de civiles. Ten¨ªamos ¨®rdenes de machacar las ciudades. Yo disparaba contra todos y cada uno de los ciclistas¡±. As¨ª se despachaba el suboficial Fischer, piloto derribado de un caza Messerschmitt 109 en mayo de 1942 en una conversaci¨®n con un colega en un centro de internamiento de prisioneros brit¨¢nico sin saber que estaba siendo o¨ªdo por sus captores. ¡°Hicimos algo muy bonito con el Heinkel 112¡±, explicaba otro aviador a un camarada en las mismas circunstancias y en tono jocoso. ¡°Le instalamos un ca?¨®n delante. Luego vol¨¢bamos sobre las calles a baja altura y cuando nos cruz¨¢bamos con coches encend¨ªamos las luces y ellos se pensaban que ten¨ªan delante otro coche. Y entonces hac¨ªamos fuego con el ca?¨®n¡±. ¡°Reventamos un transporte de ni?os¡±, comenta crey¨¦ndose en la intimidad el marinero Solm, tripulante de un submarino. ¡°Un transporte infantil¡ para nosotros fue todo un placer¡±. ¡°En Italia, a cada lugar al que lleg¨¢bamos, el teniente escog¨ªa al azar 20 hombres¡±, narra el cabo Sommer del regimiento blindado de granaderos n¨²mero 29. ¡°Todos para el mercado, se acercaba uno con tres ametralladoras ¨Crrr¡?rum!- y todos tiesos. As¨ª es como se hac¨ªa¡±. Sommer y su interlocutor, Bender, del comando de intervenci¨®n n¨²mero 20 de la Marina (una unidad especial de nadadores de combate con fama de duros), r¨ªen a gusto¡
Son algunos de los muchos testimonios terribles recogidos por los aliados en el marco de un programa de escuchas secretas sin precedentes que arroj¨® un material escalofriante sobre la forma de luchar y sobre todo de matar del Ej¨¦rcito alem¨¢n en la II Guerra Mundial. Ese conjunto de documentaci¨®n in¨¦dito en buena parte ha sido diseccionado y estudiado ahora por dos investigadores alemanes, S?nke Neitzel, catedr¨¢tico de historia moderna, y Harald Welter, psic¨®logo, ambos miembros del instituto de ciencias culturales de Essen, que han recogido su trabajo en el libro Soldaten (2011), reci¨¦n publicado en Espa?a bajo el t¨ªtulo Soldados del Tercer Reich, testimonios de lucha, muerte y crimen (Cr¨ªtica, 2012).
Reventamos un transporte infantil, para nosotros fue un placer
Durante la II Guerra Mundial, Gran Breta?a y EE UU retuvieron a cerca de un mill¨®n de prisioneros alemanes (en las filas de la Wehrmacht combatieron 17 millones de soldados). De ellos varios millares fueron llevados a campos especiales preparados al efecto y sometidos a pormenorizadas escuchas. Cabe imaginar que a algunos de los oyentes les habr¨¢ costado mantener la frialdad profesional cuando o¨ªan por ejemplo explicar c¨®mo el sargento primero berlin¨¦s M¨¹ller, tirador de precisi¨®n, se cargaba sistem¨¢ticamente en Francia a las mujeres que se acercaban con ramos de flores a los soldados liberadores aliados.
El Centro de Interrogaci¨®n Detallada de los Servicios Combinados (CSDIC) brit¨¢nico levant¨® 16.960 actas de lo escuchado a escondidas a los soldados alemanes que suman cerca de 50.000 p¨¢ginas, mientras que los estadounidenses tambi¨¦n extrajeron mucho material de 3.298 prisioneros cuidadosamente seleccionados de la Wehrmacht y las Waffen-SS y recluidos en Fort Hunt, Virginia. La diversidad de los espiados es completa, con todos los curr¨ªculos militares imaginables, desde soldados ordinarios, de tropa corriente, hasta generales. Los miembros de las unidades de combate y particularmente de los submarinos y de la Luftwaffe est¨¢n especialmente representados.
Los prisioneros hablaban con total libertad entre ellos sin tener ni idea de que estaban siendo escuchados. Para animarlos, se introduc¨ªa entre los cautivos a agentes, exiliados y prisioneros dispuestos a colaborar. Pero los mejores resultados se consiguieron colocando juntos a prisioneros de rangos similares y de la misma arma. Se pirraban los t¨ªos por contarse unos a otros sus experiencias, sus vivencias de combate y los detalles t¨¦cnicos de sus ¨²tiles de guerra, ya fueran aeroplanos, tanques, submarinos o morteros.
Neitzel se top¨® con los expedientes en el Archivo Nacional brit¨¢nico
Con las escuchas, los aliados pudieron formarse una idea muy exacta del estado, la moral y la t¨¢ctica de todos los ¨¢mbitos del Ej¨¦rcito alem¨¢n as¨ª como de detalles t¨¦cnicos de su armamento. Lo que no imaginaban los servicios secretos es que m¨¢s de medio siglo despu¨¦s, los historiadores y psic¨®logos iban a encontrar un fil¨®n dorado ¨Co m¨¢s bien gris p¨¢nzer- en esa documentaci¨®n. Neitzel se top¨® con los antiguos expedientes en el Archivo Nacional brit¨¢nico. ¡°Hab¨ªa actas y m¨¢s actas¡±, dice en el pr¨®logo de su libro. ¡°Qued¨¦ absorbido por la lectura de las conversaciones y me sent¨ª transportado de inmediato al mundo interior de la guerra¡±. Lo que m¨¢s le sorprendi¨®, dice, ¡°fue la franqueza con la que hablaban de luchar, matar y morir¡±.
Autores como Joanna Bourke (An intimate history of killing, 1999) o Samuel Hynes (The soldier¡¯s tale, 1997) ya nos hab¨ªan mostrado qu¨¦ f¨¢cil y hasta placentero puede ser matar para el soldado. Y Wolfram Wette hab¨ªa revelado la culpabilidad homicida y criminal del Ej¨¦rcito regular alem¨¢n destripando el mito de una Wehrmacht limpia en contraposici¨®n a unas SS que se habr¨ªan encargado de las tareas sucias y de perpetrar los asesinatos en la II Guerra mundial (La Wehrmacht, Cr¨ªtica, 2006). Pero Neitzel y Welter van m¨¢s all¨¢ en su forma de exponer y analizar el impulso violento de los soldados del III Reich.
Probablemente lo m¨¢s perturbador de las escuchas es constatar que para matar no hac¨ªa falta estar especialmente adoctrinado ideol¨®gicamente ni brutalizado por la experiencia b¨¦lica. En los testimonios se oye a los militares explayarse sobre acciones terriblemente violentas de una gratuidad absoluta, llevadas a cabo en situaciones en las que no estaban sometidos a ning¨²n estr¨¦s y cuando no llevaban suficiente tiempo luchando como para haberse librado de la capa de civilizaci¨®n que supuestamente impide cometer actos as¨ª. Son ya extremadamente violentos de entrada, sin necesidad de ninguna introducci¨®n en la barbarie. Tipos que ni siquiera son especialmente nazis. Es como para perder la fe en el ser humano. ¡°El acto de matar a otros y la violencia extrema pertenecen a la vida cotidiana del narrador y de sus interlocutores¡±, se?ala Welter. ¡°No son nada extraordinario y hablan sobre ello durante horas al igual que hablan de aviones, bombas, ciudades, paisajes y mujeres¡±.
El libro aprovecha el material para diseccionar el ej¨¦rcito alem¨¢n
¡°Para m¨ª, lanzar bombas se ha convertido en una necesidad¡±, dice un teniente de la Luftwaffe en una de las escuchas. ¡°Emociona de lo lindo, es un sentimiento fant¨¢stico. Es tan bonito como cargarse a alguien a tiros¡±. En otra conversaci¨®n, un aviador comparte el placer de cazar soldados solitarios desde su aparato ¡°y tambi¨¦n gente com¨²n¡±, que ¡°corr¨ªa como loca en zigzag¡±. El piloto llevaba solo cuatro d¨ªas de campa?a de Polonia y ya sent¨ªa gusto al matar por el simple hecho de hacerlo, con indiferencia de a qui¨¦n alcanzaba. ¡°Violencia autot¨¦lica¡±, la denominan Neitzel y Welter, matar por matar. Experimentar la sensaci¨®n de ejercer ese ¨²ltimo poder total, y sin castigo. ¡°Esa clase de violencia no requiere de causa ni motivo¡±.
¡°Macho, ?no sabes lo que me llegu¨¦ a re¨ªr¡±, dice otro aviador que hac¨ªa saltar casas por los aires. Y otro: ¡°Abatimos cuatro aviones de pasajeros¡±. ¡°??ban armados?¡±. ¡°Nones¡±. El teniente Hans Hartigs, del escuadr¨®n de cazas 26, sobre un vuelo en el sur de Inglaterra: ¡°Nos cargamos a mujeres y ni?os de cochecitos¡±. ¡°Los dejamos a todos tiesos, secos. Hombres, mujeres, ni?os, los sacamos de la cama a todos¡±, cuenta el cabo paracaidista B¨¹sing de sus acciones en Francia tras la invasi¨®n de los aliados. A veces se esgrimen motivos de una irrelevancia atroz: ¡°A un franc¨¦s le pegu¨¦ un tiro por detr¨¢s. Iba en bicicleta¡±. ¡°?Te quer¨ªa capturar?¡±. ¡°Ni por asomo. Era que yo quer¨ªa la bicicleta¡±.
Es un universal de la guerra el no necesitar motivos para matar
Soldados del Tercer Reich aprovecha el material de las escuchas para realizar una disecci¨®n extraordinaria del Ej¨¦rcito alem¨¢n ¨Cdesde el sistema de condecoraciones al trato a los prisioneros, la violencia sexual o las Waffen-SS, sin olvidar la participaci¨®n de las unidades militares regulares en el genocidio jud¨ªo o la diferencia de moral entre las diferentes armas-. La fe en Hitler ¨Cal que los soldados caracterizan con rasgos similares a los de una estrella del pop actual (!), la falta en general de conciencia entre las tropas de que se estuviera llevando a cabo una guerra racial como machacaba la propaganda, la importancia en cambio del grupo y la camarader¨ªa, el respeto que se daba a conceptos como el valor, la dureza y la disciplina y ?al trabajo bien hecho!, o el juicio que se hace en las conversaciones de mandos como Rommel (¡°valiente, intr¨¦pido¡± pero ¡°sin escr¨²pulos¡±), son algunas de las materias que examinan los autores.
Neitzel y Welter, que aportan ejemplos de militares de otras contiendas y sostienen que es un universal de la guerra que el soldado no necesita motivos para matar (¡°los motivos son indiferentes¡±, ¡°mata porque es su funci¨®n¡±), citan en el cap¨ªtulo final el elocuente testimonio de un soldado alem¨¢n Willy Peter Reese, que cay¨® en la II Guerra Mundial. ¡°El hecho de que fu¨¦ramos soldados bastaba para justificar los cr¨ªmenes y las depravaciones y bastaba como base de una existencia en el infierno¡±.
Babelia
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