Llanuras de tedio, picos de genialidad
El director estadounidense estrena el espectacular y discutible montaje ¡®Vida y muerte de Marina Abramovic¡¯ Antony, Willem Dafoe y la ¡®performer¡¯ serbia lo protagonizan
Uno se pregunta si todo el arte de vanguardia de finales del siglo XX envejecer¨¢ tan penosamente como el de Bob Wilson. Aunque el problema del director teatral sea, parad¨®jicamente, su triunfo, la aceptaci¨®n general: sus descubrimientos han sido fagocitados por el Broadway m¨¢s astuto. Si acuden a ver, ssssh, El rey le¨®n, comprobar¨¢n que algunos de sus hallazgos escenogr¨¢ficos, de iluminaci¨®n o incluso conceptuales, ahora son moneda com¨²n en musicales para el gran p¨²blico.
As¨ª que los par¨¢metros distintivos deber¨ªan ser ahora el guion, el ritmo, la creatividad musical, la fuerza de los int¨¦rpretes. Y Bob Wilson flaquea en varios de esos apartados. Vida y muerte de Marina Abramovic parece sugerir que la rebeld¨ªa de la protagonista deriva de su origen en la asediada Yugoslavia de Tito: la presencia de figurantes con ropa militar es constante. Pero nada sabemos de la actitud pol¨ªtica de sus padres, que dorm¨ªan con una pistola al alcance de la mano.
Cabe pensar que la furia represora de su madre, verdadera mala de la pel¨ªcula, tendr¨ªa una explicaci¨®n m¨¢s mundana: el pavor a las purgas, agravado por una hija cuyo comportamiento llama la atenci¨®n en Belgrado. Un pa¨ªs b¨¢rbaro, se nos recuerda, con la descripci¨®n de un m¨¦todo s¨¢dico para eliminar a las ratas. El otro episodio biogr¨¢fico tratado extensamente es la relaci¨®n amorosa con el artista alem¨¢n Ulay, esbozado en una letan¨ªa de fechas lanzada por Willem Dafoe.
La de Dafoe es una interpretaci¨®n de bravura, como dir¨ªan en el mundo de la m¨²sica cl¨¢sica. Sin embargo, las apariciones de Antony Hegarty y Svletana Spajic resultan est¨¢ticas y ceremoniales. La cantante serbia impacta por la actualizaci¨®n sonora de su repertorio ancestral. Por el contrario, Antony tiende a cantar sobre un austero fondo de piano y solo su pasmosa intensidad vocal evita el rid¨ªculo: por alguna raz¨®n, va vestido como una institutriz de pel¨ªcula g¨®tica de serie B.
La abundancia de compositores, con la interpolaci¨®n de piezas de Scott Joplin o Paul Misraki (Y Dios cre¨® a la mujer), refuerza la naturaleza fragmentaria de Vida y muerte de Marina Abramovic. No le hacen ning¨²n favor al montaje al encuadrarlo en el universo de la ¨®pera. Lo que experimentamos es una sucesi¨®n de tableaux vivants con escaso sentido narrativo, propiciados por ese asfixiante ambiente de club de fans que parece definir la relaci¨®n entre los creadores implicados. Si quieren ustedes entender la diferencia entre Robert Wilson y sus alumnos de Broadway, f¨ªjense en las carencias narrativas de Vida y muerte de Marina Abramovic. Y en su actitud ben¨¦vola ante la aridez. Si tales son las distinciones entre el arte highbrow y el lowbrow, siento pasar por filisteo pero me quedo con Julie Taymor.
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