Caza con riesgo (y no de rotura de cadera)
Las pel¨ªculas de Akira Kurosawa, John Ford, Howard Hawks, Richard Brooks¡ sobre la ancestral actividad de los cazadores
Cuentan que un deprimido Akira Kurosawa, el creador de la muy triste Ikiru, o sea, Vivir, tuvo en alg¨²n momento la urgencia de morir. Por decisi¨®n propia, con el coraje y la desolaci¨®n suprema que exige el suicidio. No le sali¨® bien. Pero poco despu¨¦s, la posibilidad de una coproducci¨®n con el cine ruso, una pel¨ªcula a rodar en la tundra siberiana, parece ser que ayud¨® a volver a afirmarle en la vida. Y, de paso, le hizo a la historia del cine uno de los regalos m¨¢s hermosos y po¨¦ticos que ha recibido nunca. Dersu Uzala cuenta la larga y conmovedora amistad en medio del peligro que entra?a la tundra cuando la naturaleza se cabrea entre un oficial del Ej¨¦rcito ruso y un viejo cazador. Ese hombre primitivo y sabio, experto en supervivencia, no caza por placer sino como medio de vida, respeta los rituales de la jungla, sabe con inmenso pesar e inconsolable fatalismo que verse obligado a matar a un tigre tot¨¦mico despertar¨¢ el furor del bosque y le pasar¨¢ cuentas. Ese admirable cazador, que entre otras cosas le ha salvado m¨¢s de una vez la vida al cart¨®grafo, sentir¨¢ c¨®mo esos ojos que le han permitido sortear tantas amenazas de la naturaleza comienzan a nublarse y aceptar¨¢ provisionalmente el refugio en la civilizaci¨®n y al lado de su familia que el amigo le ofrece. El final ser¨¢ inevitablemente tr¨¢gico. Tambi¨¦n l¨®gico.
Disfrutando por incontable vez de la ficci¨®n Dersu Uzala y agotado por la realidad ante la s¨®rdida noticia de un monarca que se ha estropeado la real cadera mientras baleaba a pl¨¢cidos elefantes, recuerdo el tratamiento que ha ofrecido el mejor cine de esa actividad ritual, l¨²dica, profesional o salvaje que practican ancestralmente los hombres. Por necesidad o por capricho, jug¨¢ndose la existencia o a cubierto. Y c¨®mo no entender al masacrado personaje que interpreta Robert de Niro en la dura, honda y preciosa El cazador, a ese introvertido y legal individuo que tanto disfrutaba matando ciervos con sus resacosos amigos en las monta?as de Pensilvania y que despu¨¦s de haber sobrevivido al infierno de Vietnam, obligado a jugar a la ruleta rusa con sus colegas, se siente sensitiva y racionalmente incapaz de disparar a esos espl¨¦ndidos animales que no le han hecho nada malo. Tampoco se divert¨ªa matando animales aquel solitario vocacional llamado Jeremiah Johnson que, despu¨¦s de encontrar su lugar en el mundo en medio de la naturaleza, vio c¨®mo la fatalidad se lo arrebataba, transformando al sosegado trampero en un vengador ¨¦pico. Clark Gable y sus perdedores amigos atrapaban y domaban caballos salvajes en Vidas rebeldes. Y Gable lo hac¨ªa por ¨²ltima vez, aunque su coraz¨®n amenazara con estallarle, aunque Marilyn Monroe gritara en medio del desierto acus¨¢ndole de hacer negocio encarcelando a esas criaturas libres y salvajes, porque estaba en juego su profesionalidad, lo que hab¨ªa otorgado un poco de sentido a su maltrecha vida. Y despu¨¦s de haberla sometido, dejaba marchar a su presa.
Hablemos de profesionales, de gente que hace lo que tiene que hacer y posee lo que hay que tener. Una de las mayores odas que ha dedicado el cine a la profesionalidad y tal vez la m¨¢s grandiosa pel¨ªcula que se ha realizado sobre la caza es Hatari, firmada por un Howard Hawks en estado de gracia, algo habitual en un director que hablaba poco de su arte, pero tan seguro de que hac¨ªa mod¨¦licamente su trabajo como esos cazadores de rinocerontes que parten al amanecer a una cita cotidiana en la que se juegan la vida si cometen el menor fallo, con el gran John Wayne de boss racional y expeditivo, arropados por la impresionante banda sonora de Henry Mancini.
Recuerdas este g¨¦nero al que el buen cine ha dotado tantas veces de suspense, complejidad y emoci¨®n con agradecida memoria
John Ford tambi¨¦n pis¨® ?frica para hablar de la caza. En realidad, creo que le interesaba m¨¢s que filmar las costumbres de los animales salvajes volcarse en el retrato de esa mujer transparentemente fordiana que interpreta la m¨¢s que guapa Ava Gardner, deslenguada, bebedora, volc¨¢nica, mordaz, sensual y perdedora. Gable, haciendo sin esfuerzo de gran machote, ten¨ªa que decidir si se quedaba con ella o con la delicada y meliflua Grace Kelly. Afortunadamente, recobraba la lucidez y eleg¨ªa lo que har¨ªa cualquier hombre con buen gusto que supiera un poco de aut¨¦nticas mujeres.
Meryl Streep, aquella se?ora rota por la p¨¦rdida que susurrar¨ªa con tono elegiaco hasta el ¨²ltimo d¨ªa de su vida esa frase impregnada de nostalgia de ¡°yo ten¨ªa una granja en ?frica¡±, se enamoraba en la siempre emocionante y memorable Memorias de ?frica de un cazador profesional con esp¨ªritu innegociablemente independiente, de un hombre blanco con coraz¨®n de guerrero mas¨¢i. Este le ense?aba a la valiente baronesa que solo matas a los leones si estos te van a atacar, si tienes que defender tu vida. Y hablando de leones, qu¨¦ miedo daban los de Demonios de la noche, depredadores majestuosos especializados en matar seres humanos.
Creo recordar que en las pel¨ªculas de Tarz¨¢n protagonizadas por Weissmuller los malvados siempre eran los cazadores blancos. Pero hab¨ªa de todo entre los cazadores de bisontes de la amarga y espl¨¦ndida La ¨²ltima cacer¨ªa, dirigida por Richard Brooks, el creador de mi amada Los profesionales. Creo recordar que el personaje que interpretaba Robert Taylor era chungo y Stewart Granger se sent¨ªa muy cansado. Y es terrible, como nos cuenta Clint Eastwood en la turbia Cazador blanco, coraz¨®n negro, que John Huston aceptara rodar La reina de ?frica con la exclusiva intenci¨®n de poder cargarse a un elefante.
Hay veces en que las acosadas presas no son las fieras, sino los hombres. Richard Connell escribi¨® El juego m¨¢s peligroso, un escalofriante y arom¨¢tico relato en el que el due?o de una isla caribe?a se ha cansado de cazar animales a trav¨¦s del mundo y ahora concentra su deseo y su reto en acorralar y destruir a los n¨¢ufragos que han ido a parar a su isla y a los que ha ofrecido inicialmente hospitalidad. Ernest Schoedsack, el coautor del primer y maravilloso King Kong, describi¨® muy bien esa caza del hombre en El malvado Zaroff. Y ¨¦l volvi¨® a adaptar esa jugosa historia en Huida hacia el sol. Cornel Wilde no se bas¨® en ella en la inquietante La presa desnuda, pero ese argumento tambi¨¦n guardaba relaci¨®n con la historia del hombre blanco al que una tribu de ind¨ªgenas le ofrece la libertad si logra sobrevivir durante un d¨ªa a su caza.
Recuerdas este g¨¦nero al que el buen cine ha dotado tantas veces de suspense, complejidad y emoci¨®n con agradecida memoria. Todo lo contrario que el accidente de un rey aficionado a que le monten safaris en los que presumiblemente no existe ning¨²n peligro de que te embistan los animales que pretendes matar gratuitamente. Eso solo provoca bochorno.
Babelia
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