Cultura dos
Vargas Llosa prosigue su denuncia de la cultura rebajada a manos del espect¨¢culo, pero recurre a pocos ejemplos, una l¨¢stima. Defensor de la serie 24 o de Stieg Larsson, entiende la degradaci¨®n cultural desde la falta de reposo y el mercadeo masivo. Pero ejemplifica la deriva del tiempo actual contraponiendo la profundidad de Bergman a la entretenida superficialidad de Woody Allen. ?Por qu¨¦? Cuando el neoyorquino est¨¢ en forma, sus retratos de los delitos y faltas del adulto contempor¨¢neo no tienen nada que envidiar al genio sueco, sino que reescriben el discurso con habilidad para alcanzar a un mayor n¨²mero de gozadores. Tampoco Shakespeare ensuci¨® los pensamientos m¨¢s elevados por ponerlos a jugar en tramas pasionales.
Pero la esencial discrepancia con el an¨¢lisis de Vargas Llosa tiene que ver con su culpabilizaci¨®n de la sociedad. Para ¨¦l es la masa quien ha anulado el espacio cultural de la ¨¦lite. La informaci¨®n torrencial y sobre todo la llegada de los lujuriosos mercaderes al ocio y la cultura tienen mucho que ver con la potenciaci¨®n del concepto de P¨²blico frente al de individuo. Usan al P¨²blico como los especuladores de la Bolsa usan al Mercado, como un dictador higi¨¦nico y objetivo. Pero m¨¢s que la sociedad, han sido ciertos actores destacados del juego cultural demasiado apegados a su propio ¨¦xito como para rebajarlo, y en otros casos empresarios de medios y negocios adyacentes, lo que han destruido lo cualitativo frente a lo cuantitativo porque eso les daba todo el poder. Lo decente es se?alar culpables, no v¨ªctimas. La corrupci¨®n de nuestros espacios p¨²blicos no es un accidente, es una planificada estrategia comercial.
Es imposible separar la cultura del contexto social donde se desarrolla. Cuando se aplastan los valores p¨²blicos, la protecci¨®n, los servicios, la formaci¨®n, se niega la autoridad del Estado para representar a las minor¨ªas, para poner l¨ªmites a los excesos de quienes fomentan la desigualdad en su propio beneficio. Entonces la cultura se ti?e de la misma pintura que el entorno donde se escenifica. Una flor crece hasta en el lodazal, pero no aspiremos a ver miles de camelias entre los cardos borriqueros. Quiz¨¢ en el ensayo de Vargas Llosa nos hemos quedado a un paso de leerle una apasionada acusaci¨®n contra el neoliberalismo m¨¢s radical.
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