Prada y Schiaparelli hablan en sue?os
El museo Metropolitan de Nueva York establece un di¨¢logo ficticio entre dos dise?adoras que desaf¨ªan las convenciones
¡°Quer¨ªamos una exposici¨®n de moda que incitara a la reflexi¨®n y que no fuera solamente un espect¨¢culo visual¡±, afirma el comisario del Costume Institute del museo Metropolitan de Nueva York, Harold Koda. ¡°Despu¨¦s de una muestra tan emocional como la retrospectiva de Alexander McQueen, busc¨¢bamos ofrecer algo completamente distinto y volver a un plano m¨¢s intelectual¡±, confirma su colega Andrew Bolton. Entre los dos han gestado Schiaparelli y Prada: conversaciones imposibles, una de las muestras m¨¢s complejas y ambiciosas que esta instituci¨®n ha afrontado y que se podr¨¢ ver del 10 de mayo al 19 de agosto. Se trata de 90 trajes y 30 accesorios firmados por Elsa Schiaparelli -entre los a?os veinte y los cincuenta- y Miuccia Prada -desde los a?os ochenta hasta hoy-, adem¨¢s de ocho v¨ªdeos filmados por el cineasta Baz Luhrmann que crean la ilusi¨®n de una conversaci¨®n entre ellas.
En un sentido muy elemental se trata de rastrear las afinidades formales y est¨¦ticas de dos dise?adoras italianas que, en momentos separados, han entendido la moda como un veh¨ªculo para provocar y para cuestionar las actitudes pol¨ªticas y culturales de su tiempo. La idea parte de una secci¨®n de la revista Vanity Fair que, en los a?os treinta, imaginaba ¡°entrevistas imposibles¡±: un collage con declaraciones de personajes que nunca se vieron frente a frente. Elsa Schiaparelli (1890-1973) fue uno de los personajes elegidos para un encuentro con Stalin.
A Bolton y Koda les seduc¨ªa ese formato de conversaci¨®n ficticia porque era una forma de plasmar un recurso habitual de la moda: unir, sin costuras aparentes, el pasado con el presente. ¡°Es una forma de mostrar que algo antiguo tiene validez y de enlazar algo contempor¨¢neo con una tradici¨®n anterior¡±, defiende Koda. ¡°Pero, en realidad, primero pensamos en un di¨¢logo entre Azzedine Ala?a y Madeleine Vionnet¡±, revela Bolton. Entonces, ?c¨®mo termin¨® Miuccia Prada (Mil¨¢n, 1949) tom¨¢ndose un Prosecco virtual frente a la actriz Judy Davis en el papel de Elsa Schiaparelli? Una transferencia de fondos del museo de Brooklyn trajo al Costume Institute varios trajes de Schiaparelli. Pero una retrospectiva sobre ella no entraba en sus planes. Retomaron el proyecto de las dos voces y buscaron una dise?adora contempor¨¢nea que pudiera encararse a la formidable Schiaparelli. Una mujer que encendi¨® la moda de los a?os treinta con sus arriesgadas colaboraciones con Salvador Dal¨ª.
¡°Enseguida pensamos en Miuccia Prada no solo por sus similitudes superficiales ¨Csu origen italiano, su cercan¨ªa con el arte, su contestaci¨®n de lo establecido-, sino tambi¨¦n por sus estrategias creativas. Su forma de pensar est¨¢ tan condicionada por nuestro tiempo, como la de Schiaparelli lo estuvo por el suyo¡±, sostiene Koda. Lo m¨¢s interesante y tambi¨¦n lo m¨¢s peligroso de esta muestra es que las coincidencias que aparecen en la obra de Prada y Schiaparelli son tan llamativas como tramposas. ¡°Comparten similitudes formales, pero su fuente de inspiraci¨®n es muy diferente¡±, confirma Bolton. Una vitrina empareja dos trajes de inspiraci¨®n india; al investigar, se comprueba que la intenci¨®n y las referencias utilizadas son antag¨®nicas.
Es cierto que la exposici¨®n no oculta las profundas divergencias de ambas creadoras. De hecho, se abre con una sala que se centra en las chaquetas de Schiaparelli y las faldas de Prada. Si una se centraba en la parte de arriba, la otra prefiere la de abajo. Schiaparelli vivi¨® en una ¨¦poca en que las mujeres se vest¨ªan, sobre todo, para estar sentadas. En cambio, Prada cree que la mitad inferior remite a la libertad: al sexo y al movimiento. ¡°Pero mostrar solo las diferencias no tiene gracia¡±, afirma Koda. ¡°Proponemos un juego en el que las presuntas convergencias muestran en realidad dos formas distintas de pensar. Son como hom¨®nimos: tienen las mismas letras pero significan cosas diferentes¡±.
El problema es que esta sugerente idea puede resultar dif¨ªcil de descifrar. Sin ella, la exposici¨®n se queda en un juego de parecidos razonables que resulta anecd¨®tico y enga?oso: Prada afirma que nunca se ha inspirado en Schiaparelli. Acaso lo m¨¢s efectivo de esta enrevesada muestra sean los v¨ªdeos. Andrew Bolton ha elaborado un di¨¢logo a partir de entrevistas con Miuccia Prada y de la autobiograf¨ªa que Schiaparelli escribi¨® al retirarse, en 1954. Sirve de gui¨®n para que Judy Davis y Miuccia Prada simulen mantener una conversaci¨®n. Es una ficci¨®n completa ya que Baz Luhrmann revela que ni siquiera ellas estuvieron nunca en la misma habitaci¨®n. El cineasta ejerce de asesor creativo de la muestra y Carey Mulligan, que protagonizar¨¢ su adaptaci¨®n de El gran Gatsby, ser¨¢ la anfitriona de la gala de inauguraci¨®n junto a Anna Wintour. ¡°Prada y Schiaparelli son dos mujeres singulares y comparten, precisamente, esa cualidad de no parecerse a nada¡±, sostiene Luhrmann.
Un car¨¢cter que explicar¨ªa por qu¨¦ Miuccia Prada ha querido aclarar que esta muestra refleja la visi¨®n del museo, no la suya. Entre las diferencias que le separan de Schiaparelli, Prada destaca que su colaboraci¨®n con artistas nunca ha ocurrido en el terreno de la moda, sino en el del arte. Pero, seg¨²n Koda, el hecho de unirlas abre un debate sobre los interrogantes y particularidades que surgen cuando es una mujer la que dise?a para otras. ¡°Schiaparelli y Prada rechazar¨ªan de plano definirse como feministas, porque odian cualquier categor¨ªa. Pero ambas cuestionan toda convenci¨®n y pelean porque la mujer tenga la opci¨®n de ser lo que ella elija y no lo que otros le marquen¡±.
Babelia
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