Excesivos premios Oscar para ¡®Anora¡¯
La pel¨ªcula triunfadora de la noche me entretuvo y su protagonista me result¨® cre¨ªble, pero me cuesta trabajo recordarla. Sin embargo, ¡®The Brutalist¡¯ permanece en mi retina
No se cu¨¢l es en los ¨²ltimos tiempos la audiencia televisiva de los premios Oscar fuera de Estados Unidos, pero sospecho que est¨¢ en alarmante decadencia. A m¨ª nadie, excepto los profesionales cuya obligaci¨®n es quedarse despiertos esa noche, me comenta que haya estado despierto hasta cerca del amanecer para constatar qui¨¦nes son los nuevos reyes de Hollywood y disfrutar con esa marcha de pompa y circunstancia, agotadores agradecimientos e interminable desfile de presunto glamur.
El negocio central est¨¢ la baja, las plataformas imperan, lo de ir al cine durante casi un siglo estuvo de moda, era un ritual permanente, pero ya no, se consume abrumadoramente en casa, solos o en compa?¨ªa de otros, con las interrupciones que le d¨¦ la gana al receptor. Pero el gran templo mantiene las apariencias. O sea, todos hermanados para decidir qui¨¦nes son los mejores del a?o. Las habituales caranto?as entre ellos y un estrat¨¦gico silencio hacia el estado de las cosas en su pa¨ªs, ya que el impresentable Trump y sus gorilas tambi¨¦n pueden intervenir en el negocio. O sea, que calladitos. Si les fue bien ejerciendo en la cultura woke, habr¨¢ que adaptarse a los impunes delirios y salvajadas del nuevo due?o del reino. Los que inventaron las comunicaciones tecnol¨®gicas enganchando hasta el alma al complacido universo, no han dudado en acudir presurosos (imagino que con el prop¨®sito de ganar a¨²n m¨¢s poder y dinero) a la corte de Atila.
Los premios Oscar han sido predecibles entre gente informada, tambi¨¦n del p¨²blico que se sinti¨® enamorado de la pel¨ªcula encuadrada en el cine independiente Anora. Reconozco que tiene mucho m¨¦rito haberla rodado con el exiguo presupuesto de seis millones de d¨®lares (como resulta esperanzador que apart¨¢ndose del derroche habitual y ancestral la excelente The Brutalist se realizara en 32 d¨ªas de rodaje y que costara diez millones), que gan¨® la Palma de oro en el cada vez m¨¢s deca¨ªdo Cannes, pero no permanece en mis mejores recuerdos cin¨¦filos del a?o. Me entretuvo, lo cual es bastante, segu¨ª con inter¨¦s el ardor sexual y acelerado idilio de esa joven puta experta en supervivencia y el drogota y enloquecido hijo de un oligarca ruso. Hay personajes, situaciones y di¨¢logos con cierta gracia en el guion, la actriz Mikey Madison resulta hiperactiva, lista, sensual, estupefacta y cre¨ªble en su papel, pero me cuesta trabajo recordar esta pel¨ªcula aunque la viera hace unos meses. Y se ha llevado los trofeos m¨¢s trascendentes. Y me alegro de que se rompieran los pron¨®sticos favorables respecto a la meritoria interpretaci¨®n (nada m¨¢s) de la resucitada Demi Moore en esa tonter¨ªa sanguinolenta e insoportable titulada La sustancia. Sin embargo, la atm¨®sfera, la turbia historia y la estilosa forma de ser contada que exhibe la oscura y fascinante The Brutalist permanecen en mi retina y en mi o¨ªdo. Es la pel¨ªcula que m¨¢s me ha impresionado este a?o, junto a la espa?ola Los destellos. Y lamento que hayan olvidado la c¨¢lida y veros¨ªmil biograf¨ªa del Dylan juvenil en A Complete Unknown.
Y ha sido todo muy extra?o, anticinematogr¨¢fico y farisaico lo que ha ocurrido alrededor de la antes aclamada Emilia P¨¦rez. Convirti¨¦ndose en apestada por las antiguas e impresentables declaraciones de su protagonista, Karla Sof¨ªa Gasc¨®n. Como si eso tuviera que ver con su interpretaci¨®n. Yo no me cre¨ªa que el capo m¨¢s brutal de M¨¦xico decidiera convertirse en mujer, borrar todas sus antiguas huellas e irse a vivir en plan solterona al opulento lago Como, aunque a?orando tr¨¢gicamente a sus hijos. Tambi¨¦n se apuntaban algunos bailes y canticos. Alguno era bonito. Pero que los mismos que la hab¨ªan aclamado ahora la desprecien por los pensamientos de su protagonista, huele a la peor farsa.
Al menos han reconocido el magn¨ªfico trabajo de la hermosa Zoe Salda?a. Y la capacidad para emocionar de Walter Salles en la tr¨¢gica y conmovedora A¨²n estoy aqu¨ª. Y nada que objetar a la inquietante y compleja interpretaci¨®n de Adrien Brody dando vida y angustia otra vez, como en El pianista, a un jud¨ªo acorralado. La brillantez de su trabajo es incontestable. Como tambi¨¦n lo es la del ni?ato Timoth¨¦e Chalamet encarnando a Dylan. Pero solo hab¨ªa sitio para uno. L¨¢stima.
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