Sin escudo
Como seguidor del Atl¨¦tico de Madrid conoces el filo de la derrota. Esa apreciaci¨®n del mundo con los ojos esc¨¦pticos de quien sabe que a todos, tarde o temprano, les toca perder, ayuda a enfrentarse con la realidad. Por eso, el debate de la televisi¨®n p¨²blica francesa entre Hollande y Sarkozy sirvi¨® para apreciar de nuevo las cualidades del candidato derrotado. Hab¨ªa algo de autenticidad en su car¨¢cter visceral. Sarkozy quer¨ªa guerra, con cejas como pu?os y una actitud corporal de ataque, pero su contrincante no aceptaba salir del rinc¨®n. Apodado Flanby por sus enemigos que impotentes se mofaban de su temblequeo e indefinici¨®n, Hollande estudi¨® las campa?as de algunos l¨ªderes pol¨ªticos que han vencido en las contiendas electorales rehuyendo el cuerpo a cuerpo, sembrando la fl¨¢ccida conveniencia de dejar que el fuego contrario se consuma por s¨ª solo. Sarkozy era un le¨®n frustrado sin pieza que devorar. Como el alacr¨¢n, ten¨ªa tantas ganas de soltar el veneno que pod¨ªa hasta aguijonearse a s¨ª mismo.
La derrota electoral lanza un mensaje de aviso a toda la clase dirigente que sigue remisa a considerar la crisis financiera como la m¨¢s enorme crisis de credibilidad pol¨ªtica en los ¨²ltimos cincuenta a?os. La primera reacci¨®n del ciudadano dolido es cargarse al gobernante sin importarle el discurso, el escudo de su equipo, las promesas de enmienda o las mentiras dial¨¦cticas. Lo mandan a la reserva sin contemplaciones, destrozando carreras brillantes que no exhibieron fuerza suficiente para sobreponerse a las condiciones econ¨®micas. Pero los que toman el relevo tendr¨ªan que conocer la dimensi¨®n del descontento, la fr¨¢gil credibilidad de su alternativa. Como hienas, los partidos ultra est¨¢n esperando su bocado nacido del rencor, la superioridad y la b¨²squeda de culpables f¨¢ciles.
En Espa?a los partidos antipol¨ªticos siempre han sido puestos en pie por pol¨ªticos profesionales de larga carrera que se enfadaron con sus siglas. A¨²n no han llegado las alternativas extremas. Europa es un caldero de egos, que se ponen peligrosos en la frustraci¨®n. Sarkozy seduc¨ªa cuando anunciaba ser el reformista rabioso hasta del capitalismo. Subir la presi¨®n fiscal sobre los ciudadanos para ofrecerles menos servicios y protecci¨®n genera desapego y atm¨®sfera de traici¨®n. No escuchar es una opci¨®n, pero la sordera no funciona como escudo.
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