Los templos del arte, en el laberinto
"Los modelos econ¨®micos actuales hacen de los museos instituciones tremendamente vulnerables"
La cultura es demasiado importante como para dejarla en manos de los pol¨ªticos. Al menos de pol¨ªticos como los que han cesado a la directora de un museo de arte contempor¨¢neo, despu¨¦s de felicitarle por su trabajo (Teresa Luesma al frente del Centro de Arte y Naturaleza, en Huesca) y la han sustituido por un gestor de teatros (Antonio Gonz¨¢lez, hasta ahora director del Centro Dram¨¢tico de Arag¨®n). El argumento de su Patronato ha sido: ¡°buscamos otro modelo directivo¡±, pero no especifica cu¨¢l. Dec¨ªamos que la cultura es demasiado importante como para dejarla en manos de pol¨ªticos como ¡ªotro ejemplo¡ª los que eligieron al director de un centro mediante concurso p¨²blico, le hicieron abandonar trabajo y pa¨ªs, y ya aqu¨ª postergaron su toma de posesi¨®n de manera que ha estado m¨¢s de dos a?os ¡°en funciones¡± (Moritz K¨¹ng nunca ha llegado a dirigir el Can¨°drom, pero l¨®gicamente ha estado cobrando su sueldo de la Generalitat de Catalu?a). Estos dos sucesos, muy diferentes en cuanto a sus circunstancias, tienen sin embargo varios puntos en com¨²n: ponen en evidencia una extraordinaria falta de planificaci¨®n, del mismo tama?o que la falta de respeto por los dos profesionales y su profesi¨®n.
Quedar¨¢ el edificio y entonces ser¨¢ evidente que falta lo ¨²nico imprescindible"
El caso del Centro de Arte y Naturaleza es el ¨²ltimo de una lista que empieza a ser abultada y que indica que algo va mal en el mundo de la cultura y en concreto en el ¨¢mbito de los museos (y lo que va mal es distinto a lo que va mal en todas partes). Por un lado, como en todas partes pero un poco m¨¢s acentuada si cabe, la pol¨ªtica de recortes ha significado que, en l¨ªneas generales, desde 2010 hasta ahora los presupuestos de los museos espa?oles se han reducido en un 50%. Pero si desglosamos esa generalizaci¨®n, lo que encontramos es que las reducciones de presupuesto porcentualmente m¨¢s elevadas corresponden a los museos peque?os y no a los grandes. Esto significa que unos cuantos peque?os museos (los que part¨ªan de presupuestos de algo m¨¢s de medio mill¨®n de euros) se acercan poco a poco al precipicio de su inviabilidad. Por otro lado, anotemos algunos movimientos que han agitado el mapa de los museos espa?oles: marcha del director del Centro de Arte Santa M¨°nica (Barcelona), marcha del director del Centro Cultural Montehermoso (Vitoria), marcha del director del Domus Artium (Salamanca), marcha del director del CCCB, marcha del director de la Virreina (Barcelona), marcha del director del Espacio Zer01 (Olot). S¨®lo algunos de estos directores fueron cesados, pero los que abandonaron voluntariamente lo hicieron por el cambio forzoso de orientaci¨®n del centro que estaban dirigiendo. Podr¨ªa parecer una especie de refundaci¨®n del mapa muse¨ªstico de nuestro pa¨ªs, pero en realidad es su desactivaci¨®n. Por que con cada una de estas salidas intempestivas se extinguen proyectos, contactos y l¨ªneas de trabajo cuya reanudaci¨®n es cuando menos incierta. En lo que se refiere al tejido cultural, la construcci¨®n es infinitamente m¨¢s lenta que la destrucci¨®n. Y ya dejen detr¨¢s un sill¨®n vac¨ªo o un sustituto nombrado a dedo, lo que ponen de manifiesto estas marchas es la subordinaci¨®n de la cultura a la pol¨ªtica.
Se da prioridad a las inauguraciones sobre las continuaciones"
La inauguraci¨®n en 1989 del Instituto Valenciano de Arte Moderno iniciaba un proceso de descentralizaci¨®n de las instituciones culturales largamente esperado. Sin embargo, la tendencia de las comunidades aut¨®nomas a clonar los modelos en lugar de trabajar en red ha dado lugar a que los museos de arte contempor¨¢neo (lo mismo que los museos de la ciencia) se multipliquen por el n¨²mero de autonom¨ªas. En Espa?a existen, seg¨²n datos del extinto Ministerio de Cultura, unos 1445 museos, colecciones y centros de arte. En el ¨²ltimo a?o y medio se han inaugurado o vuelto a abrir tras remodelaciones m¨¢s de treinta, algunos tan importantes como el Museo de El Greco (Toledo), el Centro de Artes Visuales Helga de Alvear (C¨¢ceres), el Museo Carmen Thyssen (M¨¢laga), el Museo de la Evoluci¨®n (Burgos), el CentroCentro (Madrid), el Museo de Arte Contempor¨¢neo (Alicante), o macroproyectos como el Centro Niemeyer (Avil¨¦s) y la Cidade da Cultura (Santiago de Compostela). Otros muchos permanecen cerrados o a la espera de definir su orientaci¨®n, como el Museo de Arte Contempor¨¢neo de Madrid. Aunque los m¨¢s numerosos son los de Etnograf¨ªa y Antropolog¨ªa, seguidos de los de Bellas Artes y Arqueolog¨ªa, el mayor n¨²mero de visitantes corresponde a los de Ciencia y Tecnolog¨ªa, seguido de los de Arte Contempor¨¢neo y Bellas Artes. El 60% est¨¢n mantenidos con dinero p¨²blico, la mayor¨ªa procedente de las corporaciones locales y las Comunidades Aut¨®nomas. En las actuales circunstancias, esa dependencia econ¨®mica les convierte en tremendamente vulnerables. Hemos hablado antes de directores que se van y lo que eso acarrea, pero el aut¨¦ntico desmantelamiento se est¨¢ produciendo ya: se han rescindido muchos contratos (no vale la pena hacer una lista, est¨¢n casi la totalidad de los museos), lo que se ha traducido en el cierre de bibliotecas, de servicios de publicaciones, de departamentos de educaci¨®n¡ en definitiva, el museo se est¨¢ vaciando de medios para hacer su labor. Al final quedar¨¢, s¨ª, el edificio, pero entonces se har¨¢ evidente que lo que falta era lo ¨²nico imprescindible.
Ante una transformaci¨®n de la econom¨ªa, pero tambi¨¦n de la sociedad, de la envergadura de la que ahora asistimos, parece necesario revisar la idea de museo, sus problemas y sus propuestas. Como hemos apuntado m¨¢s arriba, los museos espa?oles est¨¢n aquejados de arquitecturitis, una enfermedad infantil de la cultura. Parece una broma pero no lo es. La sobredimensi¨®n del elemento arquitect¨®nico en los proyectos muse¨ªsticos lastra gravemente muchos de ellos. Por sobredimensi¨®n entendemos su excesiva importancia, hasta el punto ¡ªes un t¨®pico decirlo¡ª de que es el edificio lo primero que se planea, en muchos casos sin adecuarlo a las necesidades de la actividad que tendr¨¢ lugar en ¨¦l. Habr¨ªa que insistir en que un museo es una actividad, no un lugar; que un proyecto cultural existe aunque no exista todav¨ªa el edificio, que puede incluso existir sin edificio ¡ªsalvo si cuenta con una colecci¨®n permanente¡ª. Y m¨¢s a estas alturas del arte inmaterial, relacional y de archivo. En Espa?a, en cambio es visible c¨®mo se vincula la burbuja (y la crisis) de los museos con la burbuja (y la crisis) inmobiliaria. Podemos seguir inventando una cl¨ªnica del museo, y pasar a hablar ahora de inauguracionitis. Es decir, que resulta infinitamente m¨¢s f¨¢cil encontrar apoyo pol¨ªtico y recursos econ¨®micos para crear un nuevo centro que para garantizar la continuidad del que ya existe. La l¨®gica de la novedad, la avidez de quien tiene los recursos por darse realidad como noticia produce, en efecto, esa tendencia a dar prioridad a las inauguraciones sobre las continuaciones. Esto es, naturalmente, absolutamente contraproducente en cualquier labor cultural, que siempre y s¨®lo rinde frutos a medio o largo plazo.
Evaluar un museo por el n¨²mero de visitantes es una peste num¨¦rica"
En tercer lugar tenemos que referirnos a esa tendencia a evaluar la labor de un museo a partir del n¨²mero de visitantes. Es una suerte de peste num¨¦rica que hace caso omiso del significado y las consecuencias de la visita a un museo y simplemente la contabiliza. Consecuencia de una interpretaci¨®n neoliberal de la cultura, que convierte al museo en una empresa cuya rentabilidad hay que contrastar de forma objetiva, el incremento del n¨²mero de visitantes conduce a toda clase de perversiones, que desv¨ªan la labor del museo de los que deber¨ªan ser sus objetivos leg¨ªtimos ?Y cu¨¢les son estos? Los que se establezcan a partir de un an¨¢lisis de las necesidades de una comunidad, a conseguir mediante la creaci¨®n de una infraestructura y unos servicios articulados con los de las instituciones culturales del entorno. Este planteamiento ideal se deber¨ªa completar con una garant¨ªa de independencia del poder pol¨ªtico. Esta independencia es directamente proporcional a su capacidad de autosostenerse econ¨®micamente, un objetivo por lo general inalcanzable pero que hay que tomar como tal objetivo. Trabajar a largo plazo, realizar colaboraciones en red, subrayar la dimensi¨®n formativa y documental, son tendencias que se oponen a la improvisaci¨®n, la producci¨®n de eventos singulares y puntuales y, en definitiva, a un concepto espectacular del museo que va a ser completamente inviable en el futuro pero que ha sido norma hasta hoy..
Frente a una valoraci¨®n del museo en funci¨®n del n¨²mero de quienes han cruzado su puerta parece l¨®gico oponer un an¨¢lisis de lo que han aprendido y experimentado en la visita. El arte y la cultura deben ser, son, ocasiones de transformaci¨®n personal. No se trata de cumplir con un ritual de integraci¨®n social. No es mucho pedir que la visita a un museo nos afecte tanto como la lectura de un libro o el visionado de una pel¨ªcula. Y esta es desde luego la responsabilidad de quienes dirigen su marcha: crear las condiciones para que se produzca esa experiencia est¨¦tica y de conocimiento. Que en "estas soledades enceradas", como llamaba Val¨¦ry a las salas del museo, pueda encontrar el visitante algo que le ayude a vivir mejor su vida.
Jos¨¦ Mar¨ªa Parre?o es Secretario de ADACE, Asociaci¨®n de Directores de Arte Contempor¨¢neo de Espa?a, que agrupa a 35 centros y museos.
Babelia
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