La conversaci¨®n
Es chocante que cuanto m¨¢s se chatea en la red, menos presencia se le reconoce al gran valor de la conversaci¨®n. O, al rev¨¦s, es probable que el desarrollo de la gran ch¨¢chara ante la pantalla derive pronto en una recuperaci¨®n de las tertulias y sus nuevos derivados. Es decir, no necesariamente de las tertulias en caf¨¦s que, lamentablemente, ya no son lo que eran sino la tertulia en casas y en galer¨ªas, en espacios plurifuncionales, bibliotecas o en museos, como la que tuvimos en El Prado anteayer.
Las conferencias de las siete de la tarde est¨¢n ya casi vac¨ªas. A¨²n en las de mayor tradici¨®n hay much¨ªsimas menos personas porque los presupuestos institucionales no dan para m¨¢s y porque, formalmente, se ha vuelto caduco el arte de perorar.
El conferenciante cabal no hac¨ªa entonces nada de lo que la etimolog¨ªa de esa palabra llevaba consigo. El n¨²cleo de conferencia es la reuni¨®n con otros para intercambiar puntos de vista que, viniendo e ¨¢ngulos distintos, construyen en m¨²ltiples dimensiones lo que fuera s¨®lo puntual.
Un mon¨®logo, al estilo del antiguo pr¨®cer o siquiera un di¨¢logo al modo de un profesor que responde con tino a la pregunta de un alumno constituyen versiones comunicativas que nada tienen que ver con el "con". El "con" (olv¨ªdese por un momento su significaci¨®n francesa) alude al compa?erismo igualitario, a los filetes con patatas en un mismo plato y a cualquiera de las combinaciones que mejoran horizontalmente el resultado de la soledad.
En la sala de las pinturas negras de Goya, en el museo del Prado, la profesora Elena Ochoa, que edita unos libros de arte de hasta medio mill¨®n de euros o m¨¢s (IvoryPress) nos propuso el jueves una charla que trataba de hilvanar las pinturas goyescas con Bacon, saltando por Picasso, Otto Dix, Anselm Kiefer o fotos de Peter Beard entre algunos otros descuartizadores del cuerpo humano.
Algunas comparaciones resultaban casi perfectas pero otras parec¨ªan s¨®lo ganas de incordiar. Montaigne empezaba algunos de sus ensayos haciendo una declaraci¨®n extravagante que ni ¨¦l mismo suscribir¨ªa pero que partiendo de ella se permit¨ªa el juego de hacer finalmente coherente de arriba abajo lo que no ten¨ªa ni cabeza ni pies. El juego de la conversaci¨®n m¨¢s divertida es, de la misma manera, aquel que logra casar partes estrafalarias o disonantes y que al cabo, mediante el lenguaje, se conjugan como en la est¨¦tica de un collage.
En ellas puede llegarse a la creaci¨®n m¨¢s imprevista pero creaci¨®n en sentido riguroso y ello a partir, acaso, de materiales. Con la conversaci¨®n (que es tambi¨¦n conversi¨®n) se logra dentro o fuera de la red la creaci¨®n de conexiones que nunca habr¨ªa imaginado un autor solitario por genial que se mostrara ante el lienzo, la pantalla o el papel. Y, como plus. son producciones de la comunidad de hablantes donde el lenguaje, por naturaleza, halla su h¨¢bitat m¨¢s gozoso y natural.
Hablar para s¨ª mismo o hablar a solas en voz alta tiende un cable que va desde la m¨ªstica a la locura. Hablar con otros muchos crea, sin embargo, malla y nada parece m¨¢s prometedor para el acertado futuro social que la red social.
De la red social brotan sin cesar ideas. De la conjunci¨®n de tendencias saca provecho el coolhunter, de la posible conversaci¨®n parlamentaria, con sujetos de todas las especies, nacer¨ªa la soluci¨®n al merequet¨¦ de esta Gran Crisis sin cabeza ni pies.
El mundo es demasiado complejo como para que a estas alturas se espere algo salvador de una sola mente maravillosa. El cerebro colectivo nos pareci¨® hasta hace poco un apelmazado guiso. Hoy, sin embargo, el dise?o de los objetos m¨¢s innovadores, las ideas m¨¢s eficientes, los platos m¨¢s divertidos proceden de haber unido las recetas de culturas y gastronom¨ªas heterog¨¦neas. Y la mayonesa que no se corta y alimenta saludablemente es efecto del extraordinario ejercicio de la conversaci¨®n. Una instituci¨®n, ¨¦sta, que vale para la econom¨ªa, la pol¨ªtica, la gastronom¨ªa, la mejor convivencia solidaria y para la m¨¢xima diversi¨®n.
Babelia
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