Rabia
Que acabe el programa de Buenafuente en Antena 3 es una mala noticia para los telespectadores. Su ausencia, cuando se produzca, mermar¨¢ el humor del pa¨ªs y cercar¨¢ de alambradas peligrosas la posibilidad del experimento de calidad en los horarios m¨¢s prestigiosos. Espa?a est¨¢ de mal humor; ese espacio garantizaba, en el ecuador del domingo, antes del lunes cabr¨®n que ahora amenaza, reflexi¨®n y risa. Habr¨¢ un hueco. Lo sentiremos.
La presencia de Buenafuente y su equipo en el prime time, esa especie de abismo que atrae y repele, abr¨ªa las puertas a una forma de hacer televisi¨®n que hab¨ªa juntado peras con manzanas de una manera inteligente y fresca. No es el de Buenafuente un humor a pi?¨®n fijo, no naci¨® para la astracanada ni para el delirio de gustar gritando; est¨¢ con las peras y est¨¢ con las manzanas, no abre su ventana para unos y se la cierra a otros; hace periodismo a su manera, y ese periodismo toca la fibra de la actualidad con el respeto que es marca de la casa y con la irreverencia que Monty Python puso en la tradici¨®n del show televisado.
As¨ª fue siempre la compostura de este muchacho de Reus que se hizo en la radio y se convirti¨®, casi jugando en una azotea, en uno de los humoristas m¨¢s importantes de la pantalla traicionera. Pero as¨ª es la pantalla, traicionera, devuelve aplausos, cr¨ªticas, pero sobre todo devuelve audiencias, y cuando estas insisten en mirar para otro lado las empresas renuncian a seguir apostando y se van por la v¨ªa de lo que seguramente les dar¨¢ menos quebranto. Es una f¨®rmula habitual; hace muchos a?os, Xavier Sard¨¢, que por cierto est¨¢ en la misma antena y a continuaci¨®n del show de Buenafuente, Corbacho y Berto Romero, se congratulaba de que la radio que lo acog¨ªa entonces, la Ser, siguiera apostando por su emisi¨®n, que luego fue celebrad¨ªsima, mientras esta se debat¨ªa en n¨²meros modestos, ara?ando.
Ahora te decapitan en cuanto no sobresales en los picos que, como un martirio, esperan a la puerta de los estudios. En Chile inventaron una m¨¢quina diab¨®lica que avisaba en directo de lo que le pasaba a la audiencia a medida que se desarrollaban los programas best sellers. Aqu¨ª est¨¢ la guada?a dispuesta antes de que se consoliden las ideas en marcha. Y as¨ª no se puede ni crear ni creer. La palabra l¨¢stima no dice tanto como la palabra rabia.
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