Nuestra mala educaci¨®n

¡°El fondo real de este comportamiento de ni?os salvajes, lozanos hasta el crimen, incapaces de distinguir lo bueno de lo malo, era, en el caso de Elizabeth, un instinto que la hac¨ªa rectificar¡­¡±, escribi¨® Jean Cocteau en Los ni?os terribles. Los de Patricia Ferreira no son terribles, sino salvajes. Salvaje, quiz¨¢ en el sentido de ¡°no domesticado¡±. Porque eso es precisamente lo que intenta buena parte de los padres de la pel¨ªcula: domesticar, en lugar de educar. Los ni?os salvajes, de estructura circular, al igual que el texto de Cocteau, en su ¨®rbita, en la de Los 400 golpes, en la de tantas otras pel¨ªculas de todas las ¨¦pocas, de todas las nacionalidades, no puede estar m¨¢s de actualidad en la semana de la educaci¨®n en Espa?a, en la semana de los recortes, en la semana de las huelgas. Una pel¨ªcula, triunfadora en el pasado Festival de M¨¢laga, tan intemporal como la educaci¨®n, como la mala educaci¨®n.

C¨¢mara en mano, con fotograf¨ªa de tonos ocres (como la vida misma), Ferreira predica una realizaci¨®n ¨¢gil, limpia, natural, como los movimientos de los personajes, siempre a la intemperie, y estructura su gui¨®n circular en base a una serie de entrevistas a los tres chavales protagonistas en las que, gran decisi¨®n, el entrevistador siempre est¨¢ fuera de campo, s¨®lo se le oye: son los guardianes, son los espectadores, somos nosotros, es la sociedad, que los interroga cuando deber¨ªamos ser nosotros los interrogados. La credibilidad de los ambientes es may¨²scula; en las clases, en los botellones, en las casas. Pero, maldita sea, hay detalles de gui¨®n que no se sostienen. Algunos, criticables, pero pasables: una profesora tan responsable como la joven educadora no puede decir al cr¨ªo salvaje, tras la concesi¨®n de la beca, ¡°s¨®lo faltar¨ªan 250 euros, pero tus padres te los dar¨¢n, ?no?¡±; sin hablar con ellos, sin preguntar por el estado econ¨®mico. Otros detalles, m¨¢s esenciales: se juega a la tensi¨®n informativa con el desenlace y, como se ha elucubrado, luego hay que sorprender, pero no hace falta ser tan exagerado, porque la situaci¨®n final es una bomba poco veros¨ªmil con lo que se ha narrado.

En Espa?a, desde Los golfos a Barrio, desde Los chicos a 7 v¨ªrgenes, las ha habido mejores que Los ni?os salvajes. Tambi¨¦n peores. Aunque ojal¨¢ nos llegue una de estas cada a?o. Para recapacitar. Porque al final la clave est¨¢ en la cadena interminable de malas educaciones. Estos malos padres, por exceso o por defecto, ya fueron maleducados; estos malos hijos maleducar¨¢n a los suyos; y sigue, y sigue¡­