Culo de mal asiento
Colarte en la vida de la gente no tiene nada que ver con el chisme sino con un deseo, casi patol¨®gico, de comprender el comportamiento humano
Colarte en la vida de la gente. Colarte en sus casas, mirar sus fotos familiares, descifrar el aroma que llega de la cocina, calibrar c¨®mo ser¨¢ su vida ¨ªntima, observar al personaje en su h¨¢bitat. Esa curiosidad se lleva en el c¨®digo gen¨¦tico. No tiene nada que ver con el chisme sino con un deseo, casi patol¨®gico, de comprender el comportamiento humano. La pasi¨®n por las vidas de otros. Cuando en mi juventud descubr¨ª que hab¨ªa trabajos que cuadraban con esa man¨ªa que yo alimentaba desde ni?a fui consciente de la gran fortuna que hab¨ªa encontrado. Con veinte a?os y con la excusa de estar trabajando en una radio entr¨¦ en casas de ricos y de pobres, de c¨®micos y de alguna marquesa arruinada, de travestis y alg¨²n militar franquista, de rockeros y de alg¨²n padre de la Constituci¨®n. Los psic¨®logos tratan de penetrar en el alma del paciente haci¨¦ndole hablar en su despacho, pero deber¨ªan ser ellos los que se desplazaran a casa de los atormentados, para percibir el lenguaje de las cosas, que suelen expresar lo que su due?o no quiere.
Treinta a?os despu¨¦s soy a¨²n m¨¢s consciente de haber sabido aprovechar mi suerte. Eso pens¨¦ mientras le¨ªa el libro que sobre Miquel Barcel¨®, Porque la vida no basta, acaba de publicar un joven neoyorquino. Cuando digo joven no me refiero a 30 tacos, aunque as¨ª sean calificados los poetas con patillas que aparecen en los suplementos culturales, sino a un joven de verdad, de 22, los que ten¨ªa el autor cuando comenz¨® a ser la sombra del artista. Michael Damiano se llama y lo que empez¨® siendo un trabajo acad¨¦mico termin¨® por convertirse en una peculiar biograf¨ªa. Damiano se col¨® en el estudio de Barcel¨®, viaj¨® con ¨¦l, asisti¨® a cenas familiares con sus hijos, habl¨® con sus amigos, tante¨® a sus enemigos, se dej¨® intimidar por la personalidad devoradora del artista, lo admir¨®, vivi¨® momentos de decepci¨®n y tuvo acceso a sus diarios, que es algo tan ¨ªntimo como abrir la mesita de noche de un biografiado. Y a eso le dedic¨® a?os actuando con el tacto habitual de los americanos cultivados pero tambi¨¦n con su agotadora persistencia. Hasta que no entendi¨® al personaje, no lo solt¨®.
Pero cuando se tienen 22 a?os y uno se pone a escribir la biograf¨ªa de un personaje tan poderoso como Barcel¨® es muy posible que uno acabe retrat¨¢ndose a s¨ª mismo, de tal manera, que es este un libro en el que leemos la doble historia de un artista que entra en la madurez y la del joven que se inicia en su profesi¨®n, del hombre que act¨²a y el chico que mira, del que habla y el que escucha, del maestro y el alumno, del hombre que arrebata con su atractivo y del que teme ser devorado por ¨¦l. La mirada de Damiano est¨¢ llena de asombro, cosa tambi¨¦n muy propia de los escritores americanos, y parece preguntarse todo el tiempo c¨®mo es posible que el artista le haya permitido ser testigo de sus andares cotidianos y ponerle en contacto con viejos amigos y viejos enemigos. Hay que tener, por parte de Barcel¨®, una gran seguridad en uno mismo para autorizar ese recorrido ¨ªntimo. Y hay que actuar, por parte del autor, con un tacto exquisito para observar la vida de otro sin llegar a perturbarle.
Un joven neoyorkino se col¨® en el estudio de Barcel¨® y hasta que no entendi¨® al personaje no lo solt¨®
El retrato que el norteamericano hace de Barcel¨® cuadra exactamente con el recuerdo que conservo de dos encuentros que tuvimos en Nueva York, esta ciudad en la que no se le ha tratado con tanto mimo y consideraci¨®n como en Europa. El temor (fundado) a que se tratara de un moderno insolente se esfum¨® a los diez minutos, en parte porque su vida de artista no le ha borrado la llanura rural, as¨ª que de los lienzos pasamos a los cerdos con gran naturalidad. Domin¨® la conversaci¨®n, pero en su descargo dir¨¦ que nos dejamos dominar con gusto, como cuando se deja hablar a alguien que es sin duda m¨¢s chispeante. Mira c¨®mo miraba Picasso, le dijeron algunos entrevistados al autor del libro. La mirada de Picasso a¨²n conserva intacto el poder de escrutar al espectador desde una fotograf¨ªa; la de Barcel¨®, cuando se tiene enfrente, es penetrante y traviesa, esa mirada que solo se encuentra en ciertos hombres bajos y fuertes que parecen querer advertirte de su verdadera estatura con los ojos.
Hab¨ªamos cenado en el Caf¨¦ Ode¨®n que, para los est¨¢ndares de los restaurantes neoyorquinos, es un lugar casi hist¨®rico (tiene unos treinta a?os), y all¨ª recordamos a Andy Warhol por ser el Ode¨®n un caf¨¦ que atrajo desde el primer momento a los artistas pl¨¢sticos. Nos habl¨® del retrato que le hizo Warhol y de c¨®mo sus hijos hab¨ªan garabateado encima de ¨¦l cuando eran ni?os. Cuando nos despedimos en la esquina de Houston con West Broadway sacud¨ªa un viento helado y h¨²medo y yo me apresur¨¦ a parar un taxi y lanzarme a su interior. No nos dio tiempo casi a despedirnos, pero no pareci¨® que importara porque cre¨ªamos haber advertido el inicio de una amistad alegre, duradera y s¨®lida, de tan grata como fue la noche y tan confianzuda la conversaci¨®n. Pero nadie supo m¨¢s de nadie. Imagino que si la casualidad quisiera reunirnos la llama volver¨ªa a encenderse. Esa intensidad fugaz de la presencia de Barcel¨®, que cada semana pinta en un continente distinto, late en el libro de tal manera que cuando lo acabas te sientes agotado por la energ¨ªa de este culo de mal asiento.
El retrato que hace del pintor en 'Porque la vida no basta', cuadra con el recuerdo que yo conservo del artista
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