Decadencia del intelectual dem¨®crata
Paul Berman denuncia en su ¨²ltimo ensayo las trampas del progresismo que celebra en virtud de la equidistancia posturas islamistas como las de Tariq Ramadan El escritor F¨¦lix de Az¨²a saca de ¨¦l conclusiones valiosas para Espa?a
?Realmente merece casi 300 p¨¢ginas este minucioso an¨¢lisis de una figura menor del islamismo y sus relaciones con dos periodistas europeos? Cuidado: uno puede equivocarse con el ¨²ltimo libro de Paul Berman. Solo su prestigio como uno de los m¨¢s brillantes intelectuales del New York Times, del New York Review of Books o de la New Republic nos obliga a seguir leyendo, persuadidos de que va a desvelar una verdad dif¨ªcil de conocer. Y as¨ª es, pero solo aparece avanzado el ensayo titulado La huida de los intelectuales, publicado por Duomo en magn¨ªfica traducci¨®n de Juanjo Estrella.
Todo empieza con un intelectual musulm¨¢n, Tariq Ramadan, halagado por el mundo anglosaj¨®n, aunque poco conocido en nuestro pa¨ªs. Berman desmenuza las razones por las que a este hombre se le considera uno de los pocos islamistas con quien puede discutirse sobre la modernizaci¨®n del islam, la coexistencia del Cor¨¢n con la democracia, la renovaci¨®n de las sociedades musulmanas y otros temas semejantes. Ramadan ser¨ªa un caso ins¨®lito de musulm¨¢n ortodoxo que, sin embargo, aprecia la modernizaci¨®n y la cree compatible con la religi¨®n cor¨¢nica. El lector, sin embargo, pronto comprende que es un espejismo. Ramadan, v¨¢stago de una notoria familia de personalidades religiosas, comparte, en realidad, los principios de los Hermanos Musulmanes, incluida una estudiada ambig¨¹edad sobre la lapidaci¨®n por adulterio o la ablaci¨®n, y est¨¢ m¨¢s cerca de lo que parece de terroristas hist¨¦ricos como los qutubistas, porque mantiene un antisemitismo que de los nazis lleg¨® a los islamistas a trav¨¦s del muft¨ª de Jerusal¨¦n, Haj Am¨ªn al Husseini, con quien comparte la admiraci¨®n por Los protocolos de Si¨®n. Como es l¨®gico, Ramadan no lo llama ¡°antisemitismo¡± sino ¡°antisionismo¡±, pero el lector ver¨¢ que es la misma diferencia que hay entre ¡°separatismo¡± y ¡°soberanismo¡±. Son modos de suavizar la violencia.
Sin embargo, con ser interesante para nosotros (Ramadan ocupa un lugar similar al de Bildu y aleda?os respecto a ETA), este no es el verdadero argumento del ensayo. De hecho, Ramadan, invitado en universidades americanas, entrevistado y adulado por periodistas dem¨®cratas, tenido en gran estima por la izquierda (oficial), no ser¨ªa sino otro ejemplo del creciente poder que van teniendo los ultras, confesos o velados, para imponer sus criterios sobre los dem¨®cratas. No en vano el ensayo se llama La huida de los intelectuales.
Una vez ha mostrado el salafismo latente en Tariq Ramadan (que hay que desenterrar en las notas a pie de p¨¢gina de sus ensayos), Berman enjuicia a dos prestigiosos periodistas que le han bailado el agua: Ian Buruma y Timothy Garton Ash. Podr¨ªan haber sido otros. Los hay a montones, como los que ¡°comprenden¡± el terrorismo vasco o los ¡°equidistantes¡± entre dem¨®cratas y abertzales. El caso es que tanto Buruma como Garton han dado incienso a Ramadan, en tanto que, por otro lado, desprecian a Ayaan Hirsi Ali, la luchadora somal¨ª por los derechos de las mujeres musulmanas, a quien, como a Rushdie, persiguen los asesinos isl¨¢micos por el mundo entero.
?C¨®mo es posible que dos periodistas del prestigio y el talento de Garton y Buruma puedan alabar a un criptofascista y despreciar a una v¨ªctima heroica de la lucha contra los islamistas fan¨¢ticos? Este es el asunto. Porque, en efecto, los equidistantes, los que ¡°comprenden¡± a los terroristas, no se quedan en eso, sino que suelen ser los m¨¢s enconados enemigos de aquellos que se juegan la vida contra el terror, como le ha sucedido a Savater o a Maite Pagaza en el Pa¨ªs Vasco. Berman es demoledor cuando analiza la violencia que Garton y Buruma mostraron contra Pascal Bruckner porque os¨® contradecirles, as¨ª como la ocultaci¨®n en que mantienen a los musulmanes que en verdad luchan contra el terrorismo islamista y que viven escondidos de los asesinos sin apoyo de los intelectuales ¡°comprometidos¡±. Una repetici¨®n de los juicios sumar¨ªsimos contra aquellos que denunciaban el estalinismo o el castrismo el siglo pasado.
La conclusi¨®n de Berman, no por modesta menos inquietante, viene a decir que solo dos hechos explican esta tolerancia hacia los propagadores de la ultraderecha musulmana en el ¨¢mbito liberal y de izquierdas. Y estos dos hechos son, el primero: ¡°El crecimiento espectacular e intimidatorio del movimiento islamista desde el tiempo de la fetua dictada contra Rushdie¡±. Hay que considerar que en Europa viven 20 millones de musulmanes, casi todos ellos sometidos a la amenaza de los cl¨¦rigos seleccionados para apacentar el reba?o. Hoy ve¨ªa yo en el telediario a uno de ellos que apacienta en Tarrasa y recomienda dar buenas palizas a las mujeres. Tratado con exquisito respeto, este b¨¢rbaro sigue siendo el due?o de su barrio y nadie se atreve a tocarle un pelo de la barba. Eso s¨ª, los sagaces estudiantes de la Aut¨®noma de Barcelona expulsaron a Rosa D¨ªez al grito de ¡°fascista, fascista¡±.
El segundo hecho lo conocemos muy bien: es el terrorismo y su capacidad para mover conciencias en direcci¨®n contraria a la justicia y la libertad. Su poder para dominar sociedades enteras que de la noche a la ma?ana se convierten en equidistantes y comprensivas, sobre todo entre profesionales de la izquierda que no quieren meterse en l¨ªos. El ensayo de Berman, aunque pueda parecer que trata un punto particular sobre islamistas radicales e intelectuales europeos, tiene una capacidad de elucidaci¨®n mucho m¨¢s amplia y nos toca de cerca.
Debo decir que probablemente este comentario va a ser desmentido y ridiculizado por un mont¨®n de expertos y especialistas. Como el nacionalismo, el islam mueve a centenares de comprensivos equidistantes, todos progresistas. El lector que tenga alguna duda, desconf¨ªe, en efecto, de mi opini¨®n y dir¨ªjase directamente a Berman. No creo que haya mejor gu¨ªa para reconocer de inmediato al intelectual que sale por piernas.
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