Juegos er¨®ticos de alto voltaje
La promoci¨®n de 'Cincuenta sombras', de E. L. James, afirma que ¡°ha tocado la fibra de muchas mujeres", pero provoca bostezos
Lleg¨® un mensajero y me entreg¨® una caja de buen tama?o que conten¨ªa, adem¨¢s de un libro, un antifaz, unas esposas y una corbata que no se pondr¨ªa ni Groucho Marx. El libro es Cincuenta sombras (Grijalbo), de E. L. James, primera parte de una trilog¨ªa ¡°de alto voltaje¡± que ¡°ha tocado la fibra¡± ¡ª?glup!¡ª ¡°de muchas mujeres¡± estadounidenses, una novela ¡°que est¨¢ avivando el fuego de muchos matrimonios¡±, etc¨¦tera. ¡°?Caracoles!, un paquete promocional al que no parece haber afectado la crisis¡±, exclam¨¦ mientras calculaba a cu¨¢ntos se lo habr¨ªan enviado. Me sorprendi¨® que en los peritextos del tr¨ªptico publicitario se dirigieran exclusivamente a las ¡°lectoras¡±, quiz¨¢s porque piensen (err¨®neamente) que a ellas es m¨¢s f¨¢cil ¡°tocarles la fibra¡± (?glup!). Como soy un tipo bien mandado, decid¨ª echarle una ojeada al libro cumpliendo con mi interpretaci¨®n del rito propuesto, de manera que me puse la corbata y el antifaz (igualito que el que luce una de las despelotadas vestales en la org¨ªa de Eyes Wide Shut, la ¨²ltima peli de Kubrick) y, para no caer en la tentaci¨®n de abandonar si el libro me aburr¨ªa, me espos¨¦ (mano izquierda) a la l¨¢mpara de pie que tengo junto a mi sill¨®n de orejas. Al fin y al cabo, Ulises hizo algo parecido y no le fue mal. Una hora y ochenta y cinco p¨¢ginas m¨¢s tarde, la novela ya me hab¨ªa dado todo lo que pod¨ªa proporcionarme, incluyendo dos o tres sonoros bostezos nada er¨®ticos, de modo que decid¨ª encestarla, y a otra cosa. Pero la llave de las esposas ya no estaba donde la hab¨ªa dejado, algo enigm¨¢tico si se tiene en cuenta que me encontraba solo en casa. Por culpa del anclaje, mi movilidad se hab¨ªa reducido considerablemente y, para colmo, mi mujer hab¨ªa anunciado que llegar¨ªa tarde (?habr¨ªa acudido a una org¨ªa en un chalet de La Moraleja?), de modo que empec¨¦ a ponerme nervioso. Me entr¨® hambre (la ansiedad me produce bulimia), de manera que me dirig¨ª a la cocina llevando conmigo la l¨¢mpara (desenchufada), como esos enfermos que deambulan por los pasillos del hospital trasportando su botella de suero. Despu¨¦s de cenar, me acost¨¦ (vestido) con la pantalla de la l¨¢mpara reposando en la almohada de al lado. Creo que llegu¨¦ a decirle algo, buenas noches o que descanses. As¨ª me encontr¨® mi mujer, cuando lleg¨® a las cinco de la madrugada con aspecto de hab¨¦rselo pasado pipa. Fue ella la que encontr¨® la llave, que se hab¨ªa deslizado entre el coj¨ªn y el brazo del sill¨®n. Espero que Grijalbo publique alg¨²n d¨ªa una novela de asunto gastron¨®mico y nos env¨ªe un jam¨®n promocional de pata negra. A ver si as¨ª consigue tocarme alguna fibra.
Confidencias
?Por qu¨¦ hay sociedades que toman decisiones desastrosas?, se pregunta Jared Diamond, que lleva mucho tiempo estudiando el asunto, en su sugerente contribuci¨®n al volumen Cultura, una compilaci¨®n editada por John Brockman que acaba de publicar Cr¨ªtica. Por varios motivos, responde: por no prever un problema, por no percibirlo una vez que se ha dado, por no tratar de resolverlo una vez detectado, o por fracasar en el intento de solucionarlo. Estoy seguro de que todos ellos, tomados uno por uno, les resultan familiares a mis improbables lectores, con tal de que hayan seguido medianamente la pol¨ªtica espa?ola del ¨²ltimo lustro. S¨ª, se toman muchas decisiones desastrosas y, a menudo, quienes las toman se empecinan en ellas. Examinemos, por ejemplo, la 71? Feria del Libro de Madrid, que acaba de clausurarse. Mi librera confidente (recuerden: lunar oscuro en forma de estrella) reconoce que el desastre de este a?o tiene pocos paliativos. La direcci¨®n del evento sostiene que el descenso de las ventas es de un 19% (respecto al a?o pasado, que tampoco fue para echar cohetes), y no tengo motivos para dudarlo. Lo que ocurre es que, tanto mi seductora librera como yo conocemos a m¨¢s de un feriante que suspirar¨ªa por ese resultado: hay bastantes libreros ¡ªy algunos editores¡ª que declaran que sus ventas se han reducido entre un 30% y un 40%. La direcci¨®n de la feria no tiene culpa, por supuesto, de que la gente manifieste tan escasas ganas de gastar (ya explicaba Baudrillard en El sistema de los objetos que ¡°el cr¨¦dito es un argumento decisivo en la estrategia del deseo¡±, y ya me dir¨¢n, con estos bancos¡). Pero me gustar¨ªa saber a cu¨¢ntos de los feriantes peor parados les hab¨ªa tocado en zona ¡°mala¡± (porque si algo ha quedado patente es que en la feria hay zonas malas) s¨®lo por no haberse presentado como librer¨ªas ¡°especializadas¡± y no salir en el sorteo con ventaja. Me dice mi bella topo, a la que miro arrobado desde mi tercer gintonic, que, sea cual sea la decisi¨®n que se tome el a?o que viene, tendr¨¢ que venir avalada por la nueva fundaci¨®n encargada de la organizaci¨®n del certamen, si es que finalmente se constituye (claro que, si no, ¡°arder¨¢ Troya¡±, a?ade ce?uda). Por lo dem¨¢s, ser¨ªa conveniente que se escuchara el clamor de la opini¨®n p¨²blica (y publicada) y se discutiera el cambio de modelo de esta feria excesivamente mon¨®tona y previsible. Un s¨®lido programa de actividades para todos los p¨²blicos (este a?o, y salvo excepciones, la oferta ha sido pat¨¦tica) aumentar¨ªa el inter¨¦s y atraer¨ªa a nuevos patrocinadores. En cuanto a las firmas, debo a?adir que no son oro todas las colas que relucen. Ana Garc¨ªa Obreg¨®n, por ejemplo, que la ten¨ªa largu¨ªsima (la cola, me refiero), firm¨® m¨¢s aut¨®grafos (en manos, fotos, brazos, libros antiguos) que ejemplares de su novedad As¨ª soy yo (Planeta), a pesar de que en ella cuenta lo que pas¨® aquella noche con David Beckham. Por lo dem¨¢s, y para evitar especulaciones respecto a la identidad de mi atractiva librera, en este comentario he consignado su nombre en acr¨®stico. Espero que en el volcado del texto no se pierdan los inicios de l¨ªnea.
Teatralidades
A veces, publicar en Espa?a es tambi¨¦n llorar. Sobre todo si lo que se publica es teatro. Seg¨²n el ¨²ltimo informe de H¨¢bitos de Lectura, preguntados los lectores acerca de la materia del ¨²ltimo libro ¡°de literatura¡± que compraron, s¨®lo el 0,1% declara haber adquirido uno de teatro (frente a un 94,5% que se decant¨® por la narrativa). Es curioso: hoy va al teatro m¨¢s gente que nunca, pero se extingue la afici¨®n a leerlo. Por eso resulta especialmente meritorio el esfuerzo de quienes siguen publicando contra viento y marea textos de y sobre teatro. Ah¨ª tienen, por ejemplo, la estupenda serie Artes Esc¨¦nicas de editorial Alba, con un cat¨¢logo en el que, adem¨¢s de obras de Yasmina Reza, Ch¨¦jov, Shakespeare, Tadeusz Kantor o Tennessee Williams, figuran importantes textos te¨®ricos y pr¨¢cticos sobre el montaje y el trabajo de los actores. Las ¨²ltimas entregas, reci¨¦n llegadas a las librer¨ªas, son dos obras de Yasmina Reza (1959) ya estrenadas en nuestro pa¨ªs (Tres versiones de la vida y Una comedia espa?ola), y La est¨¦tica del oprimido, del brasileiro Augusto Boal (1931-2009), en la que se desarrollan algunos de los principios en los que se basa su ¡°Teatro del oprimido¡±, una concepci¨®n de la dramaturgia que influy¨® poderosamente en algunas de las m¨¢s radicales propuestas teatrales de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas del siglo pasado.
Babelia
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