Paga, obedece y calla, imb¨¦cil
Las asociaciones mentales pueden ser caprichosas y obsesivas. Cuando veo en el tel¨¦fono que me est¨¢ llamando el asesor fiscal siento escalofr¨ªos. Es una persona muy c¨¢lida, pero en el mes de junio, record¨¢ndome mis sagradas obligaciones con la magn¨¢nima y justa Hacienda, ejerce invariablemente como el mensajero del miedo. Cuando me comunica mi ajuste de cuentas con esa instituci¨®n que somos todos, mi boca empieza a farfullar con s¨ªntomas de padecer posesi¨®n diab¨®lica: ¡°D¨ªvar, D¨ªvar, D¨ªvar¡±. Y cuando salde mi deuda la pr¨®xima semana, estoy seguro de que, como el volc¨¢nico Javier Bardem de Los lunes al sol,voy a tener irresistibles y enfermizas ganas de cargarme a pedradas una farola, algo infantil, in¨²til y reprobable. ?Qu¨¦ culpa tendr¨¢ la pobre farola de mi frustraci¨®n? Mejor instalo un mural en mi casa con las fotograf¨ªas de los poderosos y legalizados delincuentes, incluidos m¨²ltiples timoneles de la patria y de la cosa p¨²blica, me proveo de una razonable colecci¨®n de dardos, les hago vud¨². Cualquier actividad delirante con tal de aplacar la mala hostia.
Solo se me ocurre encender la tele para distraerme con los informativos. Hay que ser tonto. Todo lo que ves y escuchas invita a la depresi¨®n. Ante el golpe de Estado en Egipto de los pistoleros uniformados, aparece gente tan normal como desconsolada que hizo la revoluci¨®n asegurando que no van a votar en unas elecciones ama?adas. Las opciones son el antiguo y maquillado poder o los Hermanos Musulmanes. Est¨¢n ahogando aquel fantasma que recorri¨® el norte de ?frica, traicionando la inaplazable y hermosa rebeli¨®n en la granja.
Tambi¨¦n hay desconcierto entre los sociatas franceses por el veneno que se lanzan la exmujer y la novia actual del gallo suave Hollande. Las cuitas sentimentales entre la que pudo ser primera dama y la que lo consigui¨®, marcando la pol¨ªtica. Qu¨¦ bonito. Y la angelical nieta de Le Pen y sobrina de Marine pescando votos en aguas revueltas. Como los nazis griegos. Y los partidos tradicionales que consintieron y alentaron el desastre, avis¨¢ndonos de que los extremistas son el verdadero monstruo. Y la gente normal, que somos bastantes, sinti¨¦ndonos tan asqueados como impotentes.
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