Goleada a los aud¨ªmetros
El Croacia-Espa?a alcanza el minuto de oro de la historia: 18.136.000 seguidores
Si hay un valor seguro y estable en televisi¨®n ese es el f¨²tbol. En la batalla de la audiencia, el deporte rey triunfa por goleada, como se ha puesto de manifiesto en el Croacia-Espa?a de la Eurocopa, que el lunes registr¨® el minuto de oro m¨¢s brillante de la historia de la televisi¨®n. Al menos de la historia de las audiencias, que se remonta a 1992, cuando comenz¨® a medirse de manera exhaustiva el n¨²mero de telespectadores. A las 22.37, cuando todo el equipo croata, incluido el portero, se dispon¨ªa a rematar una falta, conten¨ªan el aliento ante la pantalla 18.136.000 almas. Faltaban ya pocos segundos para el pitido final.
El aumento del consumo televisivo en 2012 (efecto colateral de la crisis), el hecho de que el partido se disputara en lunes (un d¨ªa muy televisivo) y el incremento demogr¨¢fico (44 millones de habitantes) son elementos que explican la millonaria audiencia de un partido que part¨ªa con una discreta dosis de intriga.
Para Espa?a, supuso el pase a cuartos de final de la Eurocopa. Para Telecinco, su mejor dato de todos los tiempos. En las casi tres d¨¦cadas de vida de esta cadena, nunca alcanz¨® una cota tan espectacular como el 72,2% de cuota de pantalla del lunes. Los 90 minutos del Croacia-Espa?a fueron seguidos por una media de 14.265.000 hinchas (70,4%), que hicieron de esta emisi¨®n, la quinta m¨¢s vista desde hace 30 a?os, cuando los programas de televisi¨®n comenzaron a ser examinado con lupa por los aud¨ªmetros, unos artilugios instalados en un pu?ado de hogares que representaban a toda la sociedad. Hasta entonces, las audiencias se contabilizaban a mano. Se llamaba a los espectadores por tel¨¦fono y se apuntaban sus respuestas en los conocidos Cuadernos de escucha.
En aquellos tiempos, los del monopolio de TVE, la audiencia no ten¨ªa la trascendencia de ahora y la precisi¨®n no era una exigencia. Al fin y al cabo, todo el mundo ve¨ªa el concurso Un, dos, tres. Pero la llegada de las cadenas privadas cambi¨® las tornas. Ahora se exige un control minucioso porque los operadores pelean por los espectadores uno a uno. De la exactitud depende no solo la vida de los programas sino tambi¨¦n los ingresos de las empresas televisivas. Un punto de diferencia en la cuota de pantalla se traduce en millones de euros de facturaci¨®n publicitaria. A m¨¢s p¨²blico ante el televisor, m¨¢s caros son los anuncios.
El minuto de oro tiene un valor simb¨®lico, de referencia, dice Ricardo Vaca, presidente de la consultora Barlovento Comunicaci¨®n. ¡°Indica cu¨¢l es el pico m¨¢s alto del programa que ha tenido la audiencia m¨¢s alta. Es un dato curioso, pero valioso pada las cadenas. En el caso del partido Croacia-Espa?a, es una cifra verdaderamente excepcional¡±, afirma.
Vaca estima que la audiencia del partido, el quinto m¨¢s seguido todos los tiempos, es superior a la que oficialmente ha facilitado Kantar Media, la empresa que mide las audiencias. ¡°El dato de los 14 millones¡±, explica el analista, ¡°no incluye el p¨²blico que ha visto el partido en los bares, en las segundas residencias o en las pantallas gigantes desplegadas, por ejemplo, en la explanada del Bernab¨¦u¡±.
Hist¨®ricamente, los minutos de oro se los ha apuntado la selecci¨®n espa?ola en dos momentos clave: la Eurocopa de 2008 y el Mundial de Sud¨¢frica de 2010. Solo ha habido una excepci¨®n de un Madrid-Bar?a correspondiente a las semifinales de la Champions del a?o pasado. En este monocultivo futbol¨ªstico se cuela una emisi¨®n musical: el festival de Eurovisi¨®n de 2005, celebrado en Estonia, una edici¨®n que le report¨® a TVE su minuto de oro rutilante (15.465.000 espectadores) y a Rosa un decepcionante s¨¦ptimo puesto.
Aquello fue una an¨¦cdota, porque el f¨²tbol sigue goleando a los aud¨ªmetros. El presidente de Barlovento augura que Telecinco puede batir su propia marca en lo que queda de Eurocopa. ¡°La publicidad no cubre el coste de los derechos pero a Mediaset le reporta un gran beneficio desde el punto de vista de marca, imagen e identidad¡±, dice.
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