¡®Perdidos¡¯ puede con ¡®Seinfeld¡¯
En el combate de hoy se enfrenta la serie que en los noventa revolucion¨® la forma de entender las comedias con la que m¨¢s pasiones ha desatado en la ¨²ltima d¨¦cada
ACTUALIZACI?N: Perdidos gana a Seinfeld con el 57,08% de los votos.
Seinfeld
Por I?igo L¨®pez Palacios
"De camino al cine George, Elaine y Jerry esperan a que quede una mesa libre en un restaurante chino". Ese era todo el argumento de El restaurante chino, episodio 11 de la segunda temporada de Seinfeld. Cuando Larry David, creador de la serie junto al protagonista Jerry Seinfeld, envi¨® el guion para su aprobaci¨®n a la cadena NBC, recibi¨® todo tipo de reacciones negativas. Hubo hasta un ejecutivo que pens¨® que faltaban p¨¢ginas.
Se emiti¨® en mayo de 1991. En ese momento Bush padre era presidente. Acababa de terminar la primera guerra del golfo, en la que las victoriosas tropas estadounidenses liberaron Kuwait sin despeinarse. Los Bulls de Michael Jordan estaban a punto de ganar su primer anillo en la NBA. Faltaban cuatro meses para el lanzamiento de Nevermind de Nirvana y la guerra fr¨ªa ten¨ªa por fin un ganador: En agosto un golpe de estado depondr¨ªa a Mijail Gorbachov. El 25 de diciembre un decreto disolver¨ªa oficialmente la URSS.
El orden salido de la Segunda Guerra Mundial se resquebrajaba. Occidente entraba en una etapa de incertidumbre. Pero Jerry Seinfeld y Larry David hab¨ªan hecho un episodio sobre¡ nada.
Y no es poca cosa. Era su sue?o hacer una serie sobre nada porque la vida es realmente una sucesi¨®n de nadas: La vida es no encontrar el coche en un aparcamiento, elegir entre cenar o llegar al cine a tiempo, decidir d¨®nde se ve el partido del domingo. Seinfeld subvirti¨® las reglas b¨¢sicas de la comedia de situaci¨®n y se convirti¨® en un ¨¦xito sin precedentes. Y eso s¨ª que fue una sorpresa.
Estaba construida alrededor de cuatro personajes que viven en Nueva York. Un humorista, su mejor amigo, su vecino y su exnovia. No son familia ni quieren serlo. No son encantadores ni tiernos. Son gente amoral, aut¨¦nticos capullos la mayor¨ªa de las veces. Kramer (el vecino) es un extravagante gorr¨®n. George Constanza (el amigo), un tipo blando, neur¨®tico y cobarde. Elaine (la exnovia) es tan inteligente como cruel y superficial. Y Seinfeld, la estrella, el protagonista, el m¨¢s sensato de todos, es un mani¨¢tico, un solitario casi narcisista, capaz de dejar a una mujer porque tiene las manos demasiado grandes y al que parece regocijarle su superioridad sobre sus amigos.
Fueron nueve temporadas, 180 episodios, muchos memorables. The Contest, en el que apuestan a ver qui¨¦n es capaz de estar m¨¢s tiempo sin masturbarse. O ese en el que Constanza se despide a voz en grito de su trabajo porque le han negado el acceso al ba?o de los directivos, y al d¨ªa siguiente vuelve aparentando que no ha pasado nada. Decir que Senfield fue revolucionaria ser¨ªa exagerar, visto como Friends recuper¨® los viejos tics de la comedia de situaci¨®n amable y Perdidos bati¨® sus r¨¦cords de audiencia con una receta que era la opuesta: que pasen muchas cosas muy raras todo el tiempo para distraer de la inanidad del producto.
Aunque hizo historia. Se convirti¨® en un fen¨®meno cultural en los Estados Unidos y Jerry Seinfeld en el personaje mejor pagado y valorado de la televisi¨®n. Pero sobre todo sent¨® las bases para casi todo lo bueno que ha venido despu¨¦s. Para The Office, por supuesto, pero tambi¨¦n para las chicas procaces de Sexo en Nueva York, el Barney Stinsom de C¨®mo conoc¨ª a vuestra madre, el Sheldon Cooper de The Big Bang Theory y si me apuran el amoral Tony Soprano, el contradictorio Omar de The Wire y el mordaz Tyrion Lannister de Juego de Tronos. Cualquier personaje odioso pero no odiable tiene algo de Seinfeld. Y todo haciendo una comedia sobre nada. Superen eso.
Perdidos
Por Natalia Marcos
Perdidos no fue una serie m¨¢s. Los n¨¢ufragos del vuelo 815 de Oceanic llegaron a nuestras vidas en 2004 y seis temporadas despu¨¦s, las preguntas sobre lo que ocurr¨ªa en esa isla del Pac¨ªfico eran muchas, demasiadas. Tantas que miles de fans quedaron decepcionados con un final que lleg¨® el 23 de mayo de 2010, sum¨¢ndose as¨ª a la extensa lista de finales de series pol¨¦micos.
Al margen del final, Perdidos dio a sus fans la dosis semanal de aventuras y misterios que necesitaban para engancharse. Nos estamos refiriendo a una serie que termin¨® convirti¨¦ndose en algo m¨¢s que un programa de televisi¨®n: fue un fen¨®meno que no habr¨ªa llegado a alcanzar tal magnitud si no fuese por Internet, los foros y los blogs. Las conjeturas y teor¨ªas crec¨ªan como las setas tras cada cap¨ªtulo en cualquier rinc¨®n de la red de redes. La propia cadena se sirvi¨® de ese fanatismo cibern¨¦tico para llevar a cabo campa?as virales y experiencias web que alimentaban el fen¨®meno fan entre temporadas. Los losties luc¨ªan orgullosos su filiaci¨®n a la serie con camisetas y disfraces varios. Tal era el enganche que los seguidores fuera de Estados Unidos no pod¨ªan aguantar a que fuera emitida en su pa¨ªs, lo que situ¨® al drama de ABC como uno de los m¨¢s pirateados. Tambi¨¦n fue el protagonista de una experiencia pionera en Espa?a: la emisi¨®n de forma simult¨¢nea de un cap¨ªtulo (el final) respecto a Estados Unidos, un experimento que no lleg¨® a salir del todo bien pero que marc¨® un antes y un despu¨¦s. Fue la serie que hizo evidente que la forma de consumir televisi¨®n hab¨ªa cambiado para siempre.
Dif¨ªcil olvidar a los personajes que quer¨ªan ¡°vivir juntos, morir solos¡±, como dec¨ªa el bueno de Jack Shephard, los enfrentamientos con el misterioso John Locke, el tri¨¢ngulo (o cuadrado) amoroso con Sawyer, Kate y Juliet. Dif¨ªcil olvidar a ¡°los otros¡± y su l¨ªder, Ben Linus, personaje inquietante donde los haya. O a Hurley, el colmo del buenrollismo. Imposible olvidar los flashbacks y los flashforwards que nos contaban la vida de estos personajes fuera de la isla. Muy dif¨ªcil quitarse de encima esa sensaci¨®n de querer volver a ver todos los cap¨ªtulos desde el principio y volver a disfrutar y engancharse como la primera vez. Volver a la isla. Tenemos que volver.
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