Galiardo
Contar an¨¦cdotas de Galiardo se convirti¨® en un g¨¦nero de literatura oral, que conquist¨® a varias generaciones. La sorpresa, lo imprevisible y la enorme fortaleza de este actor lo alz¨® hasta el repertorio com¨²n, algo que solo est¨¢ reservado a los grandes, de quienes se seguir¨¢n contando haza?as mucho tiempo despu¨¦s de muertos. En Juan Luis Galiardo se daban cita varios elementos maravillosos. Una sinceridad imp¨²dica y liberadora que le llev¨® a romper el espejo para hablar sin tapujos del papel¨®n de gal¨¢n joven, del triunfo y de la decadencia. Lo contrario de los profesionales de cristal, que se protegen tras la m¨¢scara profesional, Galiardo era capaz de involucrar al resto del mundo en el funcionamiento de sus intestinos, pero tambi¨¦n en su lucha contra las m¨¢s diversas patolog¨ªas, mostrando la fragilidad tras su intenso vigor. Provocaba las carcajadas m¨¢s sanas con el argumento incontestable de derribar lo impostado.
Su segunda vida, recompuesta tras regresar del infierno, le empuj¨® a producir y protagonizar la serie Turno de oficio, que en los alrededores de 1987 elev¨® la ficci¨®n nacional para la peque?a pantalla a un nivel poco frecuentado. Unido al personaje en la pel¨ªcula El vuelo de la paloma signific¨® el paso definitivo hacia su italianizaci¨®n, convirti¨¦ndose en el hermano espa?ol de aquellos actores que certificaron el esplendor de la comedia italiana como Sordi, Gassman, Mastroianni o Ugo Tognazzi. Azcona y Garc¨ªa S¨¢nchez le sirvieron papeles a la medida, que compaginaba con la ruleta del prestigio en la carrera de un actor que hizo de secundario bajo el nombre de John Galy, que fue gal¨¢n superdotado y, consecuentemente, Don Quijote.
Aut¨¦ntico pata negra, Galiardo era un pozo de contradicciones, todas ellas extremadas, un espect¨¢culo en s¨ª mismo que alcanz¨® tales cotas de expresividad que en los ¨²ltimos a?os se convirti¨® seguramente en el tipo que daba mejores entrevistas de Espa?a. Y as¨ª el anecdotario a su alrededor fue creciendo, para goce de quienes aprendimos a adorarlo desde el d¨ªa en que en un acto p¨²blico, rodeado de concejales y autoridades, agradeci¨® el discurso plomizo de uno de ellos, que aseguraba haber sido compa?ero suyo de pupitre, con un lac¨®nico: "Claro que me acuerdo de ti, hombre, si ya eras as¨ª de tonto desde el colegio".
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