Reactivar la democracia
Es evidente que la crisis econ¨®mica y sus consecuencias demoledoras en el Estado de bienestar europeo, la indignaci¨®n contra los mercados financieros asilvestrados, el levantamiento popular contra las satrap¨ªas del norte de ?frica, las alteraciones clim¨¢ticas que las cumbres internacionales no logran evitar, etc¨¦tera¡ han conmocionado las bases rutinarias de las democracia establecidas. Cada vez resulta m¨¢s claro para m¨¢s gente que el sistema no puede funcionar poniendo el piloto autom¨¢tico o dejando que los profesionales de la pol¨ªtica sigan cooptando entre ellos apa?os cada vez m¨¢s ineficaces. M¨¢s all¨¢ de demostraciones de descontento comprensibles, pero que a veces favorecen el regreso de opciones totalitarias (tanto la extrema derecha como la extrema izquierda est¨¢n permanentemente indignadas contra la democracia y se aprovechan de la confusi¨®n) parece urgente no quiz¨¢ refundar sino al menos reactivar la democracia. Pero ?c¨®mo?
Abundan las propuestas de diferente signo, que a veces ¡ªsiguiendo la moda del celeb¨¦rrimo panfleto de Hessel¡ª adoptan en su t¨ªtulo el modo imperativo. No ser¨¢ la primera vez que la rebeli¨®n comience obedeciendo la orden de rebelarse¡ Paolo Flores d¡¯Arcais es uno de los intelectuales italianos que m¨¢s han luchado por la recuperaci¨®n de una conciencia c¨ªvica en su pa¨ªs, secuestrada a medias entre Berlusconi y el papado. Director de la revista Micromega, de referencia para todos los dem¨®cratas europeos con esp¨ªritu libertario, y seguidor ilustrado de Hannah Arendt, acaba de publicar un breve libro ¡ªDemocrazia! (editorial Add, Tur¨ªn)¡ª afortunadamente m¨¢s y mejor argumentado que el ?Indignaos! de Hessel, aunque responde a una urgencia semejante.
En su apretado prontuario, Flores d¡¯Arcais repasa los fundamentos de la democracia moderna, pero tambi¨¦n los obst¨¢culos actuales que la bloquean o pervierten. Para ¨¦l, la ciudadan¨ªa no es un derecho adquirido en el que reposar sino una permanente exigencia de militancia... lo cual contraviene nuestros tiempos ab¨²licos, en los que muchos despotrican pero pocos est¨¢n dispuestos a sacrificar algo de su comodidad en informarse a fondo y reunirse con otros para reivindicar los cambios necesarios. Sin embargo, piensa Flores d¡¯Arcais, s¨®lo hay democracia donde se lucha por la democracia. Un combate que pasa por enfrentarse a toda ilegalidad, privada o institucional, por exigir respeto a la verdad de los hechos y laicismo que separe la esfera p¨²blica de cualquier dogma religioso, defender la l¨®gica racional y la ilustraci¨®n en todos los planos, suprimir la influencia corruptora del dinero en el horizonte pol¨ªtico y propiciar la redistribuci¨®n constante de la riqueza a trav¨¦s de un Estado que no renuncie a procurar el bienestar de la mayor¨ªa, as¨ª como una fiscalidad vigilante y progresivamente progresiva, etc¨¦tera... En cuanto al plano moral de la democracia, el resumen de su ¨¦tica es la coherencia entre lo que conocemos, lo que deseamos y la forma en que nos comportamos socialmente. ?Un repertorio de sue?os e ilusiones? Quiz¨¢ lo ilusorio sea imaginar que seguiremos en democracia si renunciamos a ellos.
"Depende de todos nosotros. Porque nada se har¨¢ si creemos que nada puede hacerse"
Ese reactivamiento democr¨¢tico tendr¨¢ que ser no s¨®lo local, sino mundial. Es lo que pide el Manifiesto por una democracia global, dirigido a todos aquellos que quieran ser ciudadanos del mundo y no meramente sus habitantes. Ante la globalizaci¨®n de las finanzas, las cadenas productivas y los medios de comunicaci¨®n, as¨ª como el poder planetario de las tecnolog¨ªas destructivas, es imprescindible la globalizaci¨®n de las instituciones democr¨¢ticas de regulaci¨®n y control. Esta demanda, que encierra una voz de alarma, la han firmado intelectuales de todo el mundo como Zygmunt Bauman, Ulrich Beck, Richard Sennett, Noam Chomsky, Susan George, Giacomo Marramao, Mary Kaldor, Juan Jos¨¦ Sebreli, Abdullahi Ahmed An-Na¡¯im, Vandana Shiva, Roberto Saviano, etc¨¦tera... y va a ser presentada en capitales de todos los continentes a lo largo de este a?o y del pr¨®ximo. Como tantas otras iniciativas, ¨¦sta puede quedarse en un brindis declamatorio: depende de todos nosotros. Porque nada se har¨¢ si creemos que nada puede hacerse.
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