Una burla al cerrado mundo del arte
El tema es fundamental. Ya lo afront¨® Roberto Longhi, el descubridor moderno de Caravaggio. Y lo retom¨¦ yo, con la muestra Los ojos de Caravaggio, en Mil¨¢n, para indagar sobre lo que vio y estudi¨® el joven Caravaggio qued¨¢ndose en Mil¨¢n hasta cerca de los 25 a?os, es decir hasta 1596.
Es raro que no se conozca ninguna obra de ese periodo en el ¨¢rea entre Mil¨¢n y Venecia. Pero es cierto que Caravaggio vio y estudi¨® a Tiziano, Tintoretto, Lorenzo Lotto, Moretto, Moroni, Savoldo, los pintores de Cremona Antonio y Vincenzo Campi, empezando por la bodega de Simone Peterzano en Mil¨¢n. Yo quise mostrar, a falta de lo que Caravaggio sin duda pint¨®, lo que indudablemente vio. Y as¨ª tambi¨¦n expuse algunos de los dise?os del fondo del Castillo Sforzesco, los mismos de los que hoy se habla, consider¨¢ndolos de Simone Peterzano.
Desde luego es una buena estrategia no buscar pinturas desconocidas de Caravaggio en iglesias o colecciones, sino tratar de reconocer su mano en los dise?os, y justo entre los de su maestro. Por tanto es probable que las propuestas de los dos estudiosos, Maurizo Bernardelli Curuz y Adriana Conconi Fedrigolli, tengan fundamentos, indicando en la copiosa fuente de los dise?os de Peterzano ¡ªcon una afinidad formal evidente¡ª coincidencias, ideas, soluciones, pensamientos y reflexiones que Caravaggio habr¨ªa tesaurizado para sus obras romanas, napolitanas y sicilianas.
Son pensamientos, apuntes, regresos de la memoria y los acercamientos con las pinturas lo confirman. En la muestra milanesa expuse con referencia a Peterzano algunos de estos dise?os, entre ellos el del Beso de la sibila, que Caravaggio repropondr¨ªa id¨¦ntico en el Baco enfermo. Aut¨®grafo de Caravaggio o derivado de Peterzano, importa poco. El dise?o es idea. No he visto todas las propuestas del pol¨¦mico ebook. Estamos ante una nueva modalidad de comunicaci¨®n ciertamente popular y que arrebata los dise?os de Caravaggio al huerto cerrado de los especialistas gru?ones. La idea es buena, diria que caravaggiesca. Algunas confrontaciones me parecen convincentes, en particular la del arm¨ªgero con su larga barba blanca en la Conversi¨®n de Saulo de la colecci¨®n Odescalchi. Si es de la pintura que procede la autograf¨ªa caravaggiesca del dise?o, tambi¨¦n se puede valorar el fundamento de una propuesta que yo hice acerca de la primera versi¨®n de la Conversi¨®n de Saulo, tan manierista, tan concurrida, tan distinta respecto a la definitiva y simplificada de Santa Maria del Popolo que me hace pensar que estuvo entre las primeras obras pintadas por Caravaggio hacia 1596, reci¨¦n llegado a Roma. Las afinidades con el dise?o justificar¨ªan aquella dataci¨®n adelantada. De todos modos la estrategia de b¨²squeda entre los dise?os de Peterzano es indudablemente buena e inteligente. Las dudas, las discusiones, las atribuciones y la indignaci¨®n por la forma de publicaci¨®n inmediata y tecnol¨®gica son la consecuencia previsible de la divertida burla hacia el mundo cerrado y masturbatorio de los cr¨ªticos de arte, sorprendidos por el descubrimiento.
Incluso all¨¢ donde, con una simple transferencia de dise?os del maestro al alumno, se revelara como un huevo de Col¨®n, ?Chap¨®! En ese sentido la operaci¨®n parece ser una diversi¨®n r¨¢pida y violenta que a Caravaggio le habr¨ªa gustado.
Vittorio Sgarbi es cr¨ªtico de arte, especialista en Rafael y Caravaggio y ex subsecretario italiano de Bienes Culturales.
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