A los pies de las inglesas
Despu¨¦s del triunfo de La Roja lo del c¨®dice ha supuesto otra inyecci¨®n medi¨¢tica a un Gobierno que cada d¨ªa inspira menos confianza
Supongo que alguien, alguna vez, me explicar¨¢ por qu¨¦ la recuperaci¨®n del C¨®dice Calixtino, un magn¨ªfico travelogue del siglo XII repleto de informaciones pr¨¢cticas para peregrinos y viajeros, ha suscitado tama?a atenci¨®n en los medios. Contando el espacio que le han dedicado los peri¨®dicos y el tiempo que le han consagrado los telediarios y programas informativos, se llega a la conclusi¨®n de que ha superado sobradamente el inter¨¦s suscitado por la constataci¨®n de la existencia de la part¨ªcula de Dios. Dudo mucho que, si un ministro de Rajoy descubriera la Atl¨¢ntida durante su vacacional buceo en el mar color de vino, ese hallazgo lograra tan espectacular cobertura como el del hurto y restituci¨®n compostelanos. La desmesura, la hip¨¦rbole y el desprop¨®sito han trufado de pat¨¦tico triunfalismo los discursos y declaraciones efectuados a prop¨®sito de la reposici¨®n del libro: hay quien ha afirmado, sin que en el acto se le licuara el cerebro, que se hab¨ªa rescatado ¡°la misma fuente del europe¨ªsmo¡± (toma nota, Merkel). Incluso nuestro Gran Mudo ha roto a hablar, vendiendo urbi et orbi esas ¡°buenas noticias¡± en un momento en que todas son malas. Como el se?or de M¨¹nchausen, m¨¢s conocido como bar¨®n de la Casta?a, el presidente del Gobierno m¨¢s de derechas desde 1978 se present¨® en Santiago con toda pompa y circunstancia para vendernos la recuperaci¨®n del libro como logro propio (nota: los Gobiernos de Aznar tambi¨¦n eran finos, pero entonces ni la izquierda estaba tan ideol¨®gicamente desarmada ni la derecha gobernaba en medio de una grav¨ªsima crisis que le proporcionase coartadas para hacer y deshacer a su antojo).
Despu¨¦s del triunfo de La Roja (no me refiero ¡ªy ya lo siento¡ª a Rosa Luxemburgo), lo del c¨®dice ha supuesto otra inyecci¨®n medi¨¢tica a un Gobierno que cada d¨ªa inspira menos confianza, al menos a los m¨¢s pobres, que es el colectivo que m¨¢s crece (y lo que te rondar¨¦, F¨¢tima B¨¢?ez). De modo que ya s¨®lo faltan unas medallitas ganadas en Londres, y a pasar el verano tranquilitos mientras los sindicatos sestean. A prop¨®sito de gu¨ªas de viaje y de Londres, ?tico de los Libros ha publicado una Gu¨ªa literaria de Londres (edici¨®n de Joan Eloi Roca) que incluye sustanciosos textos de escritores que vivieron o trabajaron all¨ª, desde Beda el Venerable a Chesterton, pasando por Antonio Ponz, Conrad, Henry James o Dostoievski (todos de derecho p¨²blico, que as¨ª sale m¨¢s baratito). Me extra?a no ver incluido ning¨²n texto del gran Leandro Fern¨¢ndez de Morat¨ªn (1760-1828), que en sus Apuntaciones sueltas de Inglaterra (Pen¨ªnsula, 2003), redactadas en torno a 1793, proporciona repetidas muestras de su estupenda curiosidad, como cuando constata con sincera admiraci¨®n la ¡°enorme magnitud¡± de los pies de las inglesas. No me resisto, improbables, pero a?orados lectores, a transcribirles el p¨¢rrafo en el que explica el fen¨®meno: ¡°Las mujeres de este pa¨ªs no reciben una educaci¨®n tan atada y monjuna como las nuestras; se cr¨ªan con m¨¢s libertad y holgura; saltan y corren, y as¨ª se forman y robustecen cuanto es necesario (¡); no teniendo en su ni?ez aprisionados los miembros, ni angustiado el ¨¢nimo, se hacen altas, fornidas y bien dispuestas, y el pie, en su crecimiento, participa, como las dem¨¢s partes del cuerpo, de los privilegios de esta libertad¡±. Adoro a ese Morat¨ªn decidido a acabar con el mito de la elegancia de los pies femeninos peque?os, un prejuicio que condujo a aberraciones como aquella de la hermanastra de Cenicienta, que se cort¨® el dedo gordo para que su pie cupiera en el ¡°zapatito de oro¡± que le permitir¨ªa contraer matrimonio con el pr¨ªncipe (¡°cuando seas reina¡± ¡ªle dec¨ªa su madre¡ª ¡°no tendr¨¢s necesidad de caminar¡±). Afortunadamente, a Felipe de Borb¨®n no le preocup¨® que su futura esposa tuviera los suyos grandes. Miren: eso s¨ª que es diferente en Espa?a, donde ninguna princesa ha tenido que seccionarse su respetable queso (o quesito). Aqu¨ª los (constantes) cortes y recortes obedecen a otras liturgias. Y afectan, sobre todo, a los que viven lejos de Palacio.
Mujeres
Mujer, roja y pobre: lo peor de lo peor durante la ¨²ltima (por ahora) dictadura. El franquismo remodel¨® y actualiz¨® los estereotipos patriarcales propagados por la Iglesia cat¨®lica y convirti¨® a la mujer en un individuo moral y f¨ªsicamente inferior. El ¡°¨¢ngel del hogar¡±, cuyas virtudes de pureza y obediencia eran constantemente alabadas en las pastorales de los obispos totalitarios, se vio liberado del ¡°castigo del trabajo¡± para que los varones pudieran repartirse el escaso curro disponible. A ellas, confinadas al papel de madres y esposas, s¨®lo les quedaba la perspectiva de una boda redentora y, si fuera posible, que el marido no la usara de punching ball (o ¡°pera¡±) para compensar sus propias frustraciones, una siniestra modalidad deportiva que a¨²n cuenta con numerosos adictos. La mujer era mano de obra barata a la que hab¨ªa que reeducar: un trabajo encomendado coordinadamente a la Iglesia y a la Secci¨®n Femenina de Falange. Tras esa buscada inferiorizaci¨®n y sumisi¨®n al var¨®n estaba el eterno miedo a la mujer independiente y, sobre todo, a una sexualidad amenazante si no se embridaba. La mujer cantada por el franquismo y sus turiferarios deb¨ªa ser arcilla susceptible de ser moldeada por el Pigmali¨®n franquista, verdadero protagonista de la historia. De todo ello, mezclando rigor en el an¨¢lisis ideol¨®gico con an¨¦cdotas y ejemplos a la vez graciosos y terribles, habla Matilde Peinado Rodr¨ªguez en Ense?ando a se?oritas y sirvientas (Catarata), un breve y sustancioso recorrido por la educaci¨®n y la cultura del franquismo desde la perspectiva de g¨¦nero (y clase).
Brev¨ªsimo
Los editores invitaron al ministro Dobleuve a su tradicional encuentro en la Men¨¦ndez y Pelayo. Wert, que sigue imponiendo a sus subordinados el F¨¹hrerprinzip (aqu¨ª s¨®lo hablo yo) a la hora de relacionarse con los medios, les aconsej¨® que corrieran mucho m¨¢s, como la Alicia de Lewis Carroll, en la reconversi¨®n de su negocio. Los editores no consiguieron sacarle si el Gobierno va a subir el IVA de los libros, lo que ser¨ªa la puntilla en la actual situaci¨®n. El ¨²ltimo informe de Comercio Interior del Gremio de Editores es demoledor, con ese apabullante descenso en tiradas y n¨²mero de ejemplares vendidos. Y eso que se hab¨ªan vuelto a batir los r¨¦cords en cuanto al n¨²mero de t¨ªtulos publicados: este siempre ha sido un pa¨ªs surrealista, como cre¨ªa Andr¨¦ Breton. El ministro alab¨® el trabajo de los editores y asegur¨® que el libro es el ¡°epicentro¡± de su departamento (que yo sepa, nadie se rio). Menos mal que, en sus alabanzas, no lleg¨® a cometer el mismo error que Aur¨¦lie Filippetti, su colega francesa (novelista antes que ministra), que pocos d¨ªas antes, y durante una intervenci¨®n acerca del papel mediador de la edici¨®n, hab¨ªa dicho que, en la medida en que es un elemento imprescindible para que el autor se reconozca como tal (en la publicaci¨®n) ¡°el editor es el que hace la literatura¡±. Al parecer, los j¨®venes autores que cuelgan por doquier sus textos autoeditados hacen otra cosa. A lo mejor son los ministros quienes ahora deciden qu¨¦ es y qu¨¦ no es literatura.
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