No solo de Dylan vive el FIB
La noche del viernes fue pr¨®diga en ejercicios de ortodoxia
Como Dylan no hay m¨¢s que uno, y pr¨¢cticamente ning¨²n otro nombre del cartel del FIB de este a?o puede permitirse el lujo de desfigurar su cancionero hasta convertirlo en una polvorienta sesi¨®n de blues del averno, digna de otra era, la tarde noche del viernes fue pr¨®diga en desv¨ªos mucho m¨¢s ortodoxos. Y cuando la ortodoxia se cita, como suele ser norma, con la previsibilidad, se dan casos como el de los irlandeses Sons Phonetic, simp¨¢tico combo hip hop de la vieja escuela (blancos y orgullosos de sus ra¨ªces, como House Of Pain) que apenas arremolin¨® a unos centenares de curiosos en torno al escenario Fib Club a primera hora de la tarde. Con el sol a¨²n cayendo a plomo, tampoco era el momento m¨¢s propicio para que Disappears, la nueva banda de Steve Shelley (Sonic Youth), desplegase su juego de claroscuros con inequ¨ªvoco marchamo pos punk neoyorquino, tan torrencial como carente de aristas. Como unos The Walkmen de baja intensidad.
El tempranero cap¨ªtulo nacional, por su parte, certific¨® una realidad agridulce: que Klaus & Kinski no es una banda que tenga su fuerte en el directo, y que a La Habitaci¨®n Roja les ha sentado estupendamente bien la agria rotundidad de su ¨²ltimo disco para macerar a¨²n m¨¢s su vigorosa puesta en escena.
Aunque puestos a buscar al aguafiestas del d¨ªa, al personaje con el directo m¨¢s refractario a la algarab¨ªa en toda la jornada (con permiso de Dylan), bien puede decirse que fue Taylor Kirk. La majestuosa voz de los canadienses Timber Timbre se marc¨®, en solitario, una magn¨¦tica sesi¨®n de folk suntuoso digna de honrar a sus mentores (Cohen, Nick Drake o incluso Micah P. Hinson). Fue el suyo uno de los puntos ¨¢lgidos del d¨ªa, aunque hubiera lucido m¨¢s en un recinto m¨¢s recogido. Todo lo contrario que los escoceses Django Django, que no lo tuvieron dif¨ªcil para poner a bailar a todo el mundo al son de una propuesta con tintes arties, cuyo acentuado sentido del ritmo recuerda mucho a Crystal Fighters.
Klaus & Kinski no es una banda que tenga su fuerte en el directo
Ya cuando la noche invita a certificar si el FIB es este a?o algo m¨¢s que tres o cuatro nombres de relumbr¨®n asomando la cabeza entre una pl¨¦yade de saldos brit¨¢nicos, lo menos que se puede pedir es que se entretenga al personal con espect¨¢culos consistentes. As¨ª lo hizo Katy B, inteligente revisi¨®n est¨¦tica de cierto chonismo escuela Spice Girls para una aplicada encrucijada sonora en la que dubstep amable, efluvios ska y r'n'b se dan la mano. Y as¨ª lo hicieron tambi¨¦n The Maccabees, encargados de encender al personal congregado en el escenario Maravillas (el grande) tras el ¨¢rido set de Dylan con un amanerado latido pos punk que tiene su mejor baza en esos subidones de intensidad guitarr¨ªstica que tan bien supieron tejer Bloc Party o Editors en sus debuts. Y es que resulta inevitable barajar decenas de referentes cercanos en el tiempo cuando las diferencias entre tanta nueva promesa brit¨¢nica apenas son de matiz. Como las que separan a Maccabees de Bombay Bicycle Club, algo menos punzantes, aunque m¨¢s vers¨¢tiles. Y, sobre todo, m¨¢s estimulantes cuanto m¨¢s arrinconan dejes africanistas. La sombra de Vampire Weekend es alargada.
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