Apoteosis musical y rechazo esc¨¦nico en Bayreuth
El director alem¨¢n Christian Thielemann da brillo al arranque del festival wagneriano
En m¨¢s de una ocasi¨®n ha defendido en sus ensayos R¨¹diger Safranski la conveniencia de que se mantengan algunos principios b¨¢sicos del Romanticismo en los tiempos actuales. Es un pensamiento que sale a flote cada vez que se programa una obra tan rom¨¢ntica como El holand¨¦s errante, de Wagner. M¨¢s a¨²n, si es en Bayreuth, con una nueva producci¨®n esc¨¦nica, e inaugurando el festival. ?Es preferible una recreaci¨®n de los mitos rom¨¢nticos tal cual, o una lectura que incida en lo que queda de ellos en la actualidad? Complicada cuesti¨®n en la que cualquier sugerencia no est¨¢ nunca de m¨¢s. La ¨²nica nueva producci¨®n de esta edici¨®n contaba a priori con la garant¨ªa de un director musical de campanillas y con un equipo esc¨¦nico nuevo en la plaza. La apuesta era sabrosona, qu¨¦ duda cabe. Bien es verdad que el festival wagneriano por antonomasia anda este a?o con cierta mentalidad de v¨ªsperas, pues no en vano el pr¨®ximo 2013 se cumple el segundo centenario del nacimiento del compositor, lo cual no impide que para las festividades que se avecinan se quiera llegar con la sensaci¨®n de los deberes bien hechos. En ese contexto es elogiable que se haya cerrado el ciclo de tres nuevas producciones de las ¨®peras rom¨¢nticas, que se haya consolidado en cuatro a?os consecutivos la experiencia de ¨®pera para ni?os y que se realice una hist¨®rica exposici¨®n sobre la m¨²sica silenciada en Bayreuth hasta 1945, con la represi¨®n sobre los jud¨ªos y otros temas paralelos. Como en Bayreuth siempre salta alg¨²n tema de gran alcance medi¨¢tico, este a?o se lleva la palma el tatuaje, en una segunda capa de piel, con s¨ªmbolos nazis de Eugeny Nikitin, bajo-bar¨ªtono ruso que iba a encarnar la figura del Holand¨¦s. La direcci¨®n art¨ªstica no quiere l¨ªos en este terreno y sustituy¨® sin m¨¢s rodeos al cantante. Lo que no se va en l¨¢grimas se va en suspiros. Qu¨¦ sofoco.
Es ya un t¨®pico afirmar el desaf¨ªo que supone para un director de escena la posibilidad de meter dos barcos en escena en El holand¨¦s. Las preocupaciones del joven Jan Philipp Gloger ¡ªsu primera ¨®pera, Las bodas de F¨ªgaro, fue en 2010¡ª van por otros derroteros. Le preocupa dar una imagen del Holand¨¦s que no est¨¦ excesivamente en funci¨®n de Senta. El tema marino no est¨¢ en sus prioridades. La inmensidad del oc¨¦ano se sustituye por una instalaci¨®n tecnol¨®gica bastante inquietante, por cierto. Las perspectivas de los mitos y leyendas del Romanticismo al pie de la letra se difuminan. La dial¨¦ctica entre el mundo real y el mundo fantasmal de la tripulaci¨®n del Holand¨¦s aflora en una confrontaci¨®n conceptual entre el aire y el fuego, que desemboca, a grandes rasgos, en un retrato consumista de la sociedad actual frente a la posibilidad de un cambio en la fantasmal. La direcci¨®n de actores y coros es magn¨ªfica. El sentido del humor brilla m¨¢s que los aspectos dram¨¢ticos. La pirueta final de integraci¨®n en un objeto de consumo de la tragedia final del Holand¨¦s y Senta, gracias a una foto oportunista, es demoledora. Hay buenas intenciones y buen teatro, pero se renuncia al misterio y la leyenda. Tan discutible como atractivo. Lo que dec¨ªa Safranski pero quiz¨¢ un poco banalizado, infantilizado, en las soluciones. El p¨²blico abuche¨®, en l¨ªneas generales, este planteamiento esc¨¦nico, aunque tuvo sus defensores.
El Romanticismo de pura ley viene del foso. Christian Thielemann hace una lectura magistral de la partitura. Apasionada, fogosa, sutil en los detalles, con una tensi¨®n extrema. Desde las versiones de los a?os cincuenta con Hans Knappertsbusch dudo que se haya escuchado en Bayreuth algo semejante con esta obra tan erizada de dificultades. Thielemann es el rey wagneriano en Bayreuth. El 22 de mayo de 2013 ¡ªd¨ªa del 200? aniversario del nacimiento de Wagner¡ª dirigir¨¢ el concierto de cumplea?os en la Festspielhaus. En julio volver¨¢ con Rienzi al Oberfrankenhalle de Bayreuth en un ciclo previo al festival con las tres ¨®peras de juventud anteriores a El holand¨¦s. Thielemann posee ese fuego que materializa ese estilo literario de ¡°rojo de sangre en las velas, negro el m¨¢stil¡±. Lleva el barco de la orquesta con seguridad y entrega. El p¨²blico enloqueci¨® con su visi¨®n musical.
El elenco vocal se mantuvo a un nivel m¨¢s que aceptable. Samuel Youn salv¨® la papeleta de la sustituci¨®n y agradeci¨® al p¨²blico de rodillas su comprensi¨®n y reconocimiento. Le falta un poco de chispa o de coraje en la construcci¨®n de su personaje, pero su vena profesional es encomiable. Adrianne Pieczonka fue la gran triunfadora del apartado vocal. Su retrato de Senta fue arrollador. Franz-Josef Selig, Michael K?nig, Benjamin Bruns y Christa Mayer completaron un reparto calurosamente recibido en su totalidad por el respetable. Diez minutos de aclamaciones ¡ªcon la salvedad de lo esc¨¦nico¡ª pusieron el punto final a una velada que llev¨® a las inmediaciones del teatro a centenares de curiosos para ver a personajes de la cultura y la pol¨ªtica alemanas.
Babelia
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