Invitados al cumplea?os del ¡®Duce¡¯
Cada 29 de julio, Predappio, pueblo natal de Benito Mussolini, recibe a cientos de seguidores que homenajean al l¨ªder fascista en el aniversario de su nacimiento
Agua y cacao. Un intenso sabor a chocolate fundido. Y punto. Es decir, un helado cualquiera, como otros mil. Si no fuera por un detalle: se llama Benito. Y se refiere a Mussolini, el l¨ªder del r¨¦gimen fascista que domin¨® Italia entre los veinte y los cuarenta. ¡°Porque Predappio es un pueblo un poco as¨ª¡±, explica su creaci¨®n Anahit Salabet, la titular de la helader¨ªa de esta aldea en el norte de Italia.
Con ¡°un poco as¨ª¡± Salabet resume dos conceptos: ante todo, Predappio es el pueblo donde Mussolini naci¨® el 29 de julio de 1883 y donde est¨¢ enterrado. Adem¨¢s, justo por esas fechas, acoge cada a?o a centenares de nost¨¢lgicos de toda Italia que se re¨²nen para a?orar las haza?as del Duce. Porque, como explican, m¨¢s que fascistas se consideran mussolinianos, seguidores del ¡°mayor personaje pol¨ªtico jam¨¢s existido¡±, seg¨²n Pierluigi Pompignoli, 75 a?os entregados a la causa.
Muy devota al asunto debe ser tambi¨¦n Assunta Valdifiori, ya que, sin haber recibido pregunta alguna, esta anciana detiene al transe¨²nte para desvelarle un acontecimiento hist¨®rico: ¡°Una vez Mussolini fue a beber a mi casa¡±. Tan fuerte es la presencia del Duce en Predappio que basta con un paseo para encontrarse no solo con sus aficionados, sino hasta con los herederos. ¡°Soy fascista y orgulloso de serlo¡±, saca pecho Guido Mussolini, hijo de Vittorio, a su vez hijo de Benito. Aunque este se?or de barba blanca y sombrero no quiere a?adir nada m¨¢s, por una simple raz¨®n: ¡°Odio a los periodistas¡±.
Bastantes m¨¢s ganas de hablar mostraban Davide y Lorenzo Ferrari. Padre e hijo cerraban ayer el cortejo que sali¨® de Predappio, camino del cementerio donde yace Mussolini. ¡°Se hizo m¨¢s en esos 20 a?os que en toda la historia de Italia¡±, justificaba su presencia el progenitor. Varios metros y doscientas personas m¨¢s adelante, una enorme bandera italiana y una cruz abr¨ªan la marcha. Y, justo en el medio, el cortejo contaba con un toque espa?ol: la sevillana Luc¨ªa Padilla quer¨ªa agradecer a Mussolini que ¡°acogiera¡± a su padre, hu¨¦rfano tras la Guerra Civil.
De cuatro en cuatro, con dos metros entre las filas ¡ªno por nada son maestros del orden¡ª la columna avanzaba entre gritos de ¡°?Eja, Eja, Alal¨¢!¡± (un lema del r¨¦gimen) y brazos levantados. Con la misma postura otro centenar de camerati esperaba ante el cementerio. Por fin reunida, bajo un sol casi tan agresivo como aquella dictadura, la masa de j¨®venes y adultos (sobre todo) y mayores y ni?os (pocos) atend¨ªa el discurso de Giulio Tam.
Este cura de 61 a?os, suspendido a divinis por el Vaticano ¡ªpor tanto imposibilitado a celebrar¡ª es el l¨ªder del movimiento. Micr¨®fono en mano, Tam mezclaba citas de Mussolini y avemar¨ªas y explicaba que ¡°el laicismo liberal y el ate¨ªsmo marxista¡± son los enemigos, a los que el Duce opuso ¡°Dios, la patria y la familia¡±. ¡°Desde que desapareci¨®, los matrimonios ya no est¨¢n juntos y dejan casarse a los homosexuales", defend¨ªa Tam. ¡°Es una cosa que da asco¡±, lamentaba un se?or especialmente cabreado.
Otro tipo bastante animado cog¨ªa el micr¨®fono tras el cura y gritaba: ¡°Benito Mussolini. ?Presente!¡±. Y todos juntos levantaban el brazo derecho: ¡°?Duce!¡±. Silencio. Y aplausos. Su manera de decir ¡°la misa ha terminado, id en paz¡±. Eso s¨ª, no sin antes visitar la cripta del l¨ªder. Prev¨¦ el ritual que el fiel firme un libro y salude a la tumba del Duce. Acto seguido cuatro hombres que rodean el sepulcro se ponen en guardia. Y as¨ª hasta que pasan decenas de manifestantes.
Muchos de ellos llevaban camisas negras, como las de los camerati de entonces. Y como las que venden cuatro tiendas de recuerdos que pueblan la avenida principal de Predappio. Del tanga que reza ¡°Boia chi molla¡± (¡°Verdugo quien se rinda¡±) al recetario Quien come demasiado roba a la patria pasando por la camiseta Ante la duda, pega, cada cual puede llevarse su recuerdo, con su simp¨¢tico lema de regalo. Y que nadie diga que estos vendedores animan a la violencia. Da igual que hasta vendan bates. Porque, como explica Pompignoli, titular de una de las tiendas, la raz¨®n es l¨²dica: ¡°Son para el b¨¦isbol¡±.
?¡°Y para romperle la cabeza a quien de la lata¡±, a?ade un cliente que acaba de adquirir un bate negro. Aunque a los que molestan tambi¨¦n se les puede enviar al exilio, como hizo Mussolini y como sugiere otro comprador, Massimo Bellaudi, de 41 a?os y larga melena gris, ¡°si te tocan los cojones¡±.
Al fin y al cabo, a juzgar por lo que se cuenta por estas tierras, tampoco deb¨ªa de ser una soluci¨®n tan desagradable. ¡°Fueron vacaciones¡±, defiende Domenico Morosini, due?o de Villa Mussolini, una finca que perteneci¨® al Duce y donde ayer muchos se reunieron tras la manifestaci¨®n para nutrir sus cuerpos de italianos de pura cepa. De hecho, hay m¨¢s aspectos en los que los hist¨®ricos, al parecer, se equivocan. Las leyes raciales y la participaci¨®n en la Segunda Guerra Mundial, al lado de la Alemania nazi, fueron ¡°culpa de Hitler¡±. Y la dictadura de Mussolini fue un Gobierno ¡°liberal¡±. Poco que ver con la opini¨®n de Renato Moro, profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad RomaTre: ¡°El fascismo emple¨® la violencia como arma de lucha y fue un r¨¦gimen dictatorial que aboli¨® las libertades civiles¡±. Casi nada, vamos.
La Historia con la h may¨²scula es tambi¨¦n lo que querr¨ªa contar el alcalde izquierdista de Predappio, Giorgio Frassineti. El mandatario busca convertir el pueblo en un centro cultural, donde se estudie el r¨¦gimen ¡°sin fingir que no haya existido¡±. Frassineti sostiene que intent¨® cerrar las tiendas de recuerdos, agarr¨¢ndose al delito de apolog¨ªa del fascismo que prev¨¦ la Constituci¨®n italiana. Sin embargo, asegura que los tribunales no le hicieron caso y que tiene las manos atadas.
¡°El poder lo tendr¨ªa pero le faltan huevos¡±, opina sin embargo Barbara Brunelli. Esta mujer de 40 a?os simboliza la otra cara de Predappio: un pueblo donde la mayor¨ªa aguanta el jaleo de una minor¨ªa ruidosa. ¡°Es triste para la imagen de Predappio¡±, resume Brunelli.
Aunque tal vez la s¨ªntesis mejor sea la del alcalde: ¡°Predappio es un pueblo de enormes contradicciones¡±. Un pueblo donde el propio Frassineti vive encima de una de las tiendas fascistas, donde esos establecimientos ocupan la calle Giacomo Matteotti, en honor a un diputado v¨ªctima del r¨¦gimen, donde otro cura, negro, recuerda en una misa al ¡°hermano Mussolini¡±. Y donde hay un helado al gusto de Benito que, para colmo, sabe bien.
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