H¨¦ctor Tiz¨®n, el ¡®Juan Rulfo¡¯ argentino
Abogado, juez y diplom¨¢tico, el autor era uno de los mayores autores en activo del pa¨ªs latinoamericano
¡°Nac¨ª por accidente ¡ª?acaso no todos nacemos de ese modo?¡ª en una remota provincia de este vasto y despoblado pa¨ªs, en un hotel a cuyas aguas termales mi madre hab¨ªa ido en busca de remedio para sus males. (¡) Nunca fui un estudiante aplicado ni paciente. En realidad, lo que m¨¢s me gustaba era subirme al tejado en cuanto pod¨ªa y echarme all¨ª, junto a la saliente de la chimenea, a ver pasar las nubes y a observar el majestuoso vuelo de las aves¡±. As¨ª comenzaba a narrar su vida el escritor argentino H¨¦ctor Tiz¨®n en El resplandor de la hoguera.
Hab¨ªa nacido en la provincia de Salta, pero se cri¨® en la de Jujuy, una de las zonas m¨¢s pobres y bellas de Argentina. De all¨ª proceden casi todas sus historias. Y all¨ª muri¨® ayer, con 82 a?os, despu¨¦s de haber escrito algunas de las mejores novelas de Argentina, despu¨¦s de haber sido abogado, juez y diplom¨¢tico. ¡°Se nos ha muerto uno de los grandes escritores vivos. Son cuatro o cinco los consagrados y ¨¦l era uno de ellos¡±, comentaba ayer el periodista y escritor argentino Jorge Fern¨¢ndez. ¡°Fue nuestro Juan Rulfo, en el sentido de que desarroll¨® una literatura ¨¢spera. Era de calado profundo, relataba muy bien su ambiente, esos lugares remotos de Jujuy, muy latinoamericanos. Lo hac¨ªa alejado del realismo m¨¢gico, pero con un realismo seco, con una prosa muy ajustada, tan seca y a la vez tan envolvente. Adem¨¢s de escritor, fue juez. Y como juez trat¨® con muchos paisanos de la puna, vio a la gente pobre, de los peque?os pueblos. Vio a muchos hombres con muchas experiencias y muchos dilemas. Y eso influy¨® en su obra, ha sido un escritor que ha vivido con los ojos, como quer¨ªa Ernest Hemingway. Ha hecho lo m¨¢s dif¨ªcil que hay en la literatura, que es escribir de forma simple pero profunda¡±.
En M¨¦xico conoci¨® a Rulfo, pero cuando habla sobre sus amigos en El resplandor de la hoguera aclara: ¡°No todos fueron artistas ni escritores, ni hombres de genio. Puedo decir que, si alguno he conocido, de ellos aprend¨ª menos que de los hombres y mujeres innominados que fueron mis amigos en los momentos esenciales de la vida¡±.
En el mismo libro coment¨® tambi¨¦n su visi¨®n de la escritura: ¡°La mayor parte de la literatura actual se hace con la literatura misma, con palabras y juegos de palabras, es decir, con ¡®nada¡¯. Yo prefiero contar otra vez las viejas historias, las que ya han sido contadas, semejantes a s¨ª mismas en todo el mundo. Nunca lograremos contar algo que antes no se haya contado. (¡) Lo que verdaderamente vale es el modo de narrar, y los hombres alcanzados por la narrativa vuelven a ser ni?os a quienes no les disgusta volver a escuchar una y otra vez las mismas historias, para protegerse; historias que nos exaltan y a la vez dignifican¡±.
¡°Nunca form¨® parte de las capillas literarias, pero era muy latinoamericano¡±, afirma Jorge Fern¨¢ndez. ¡°Sigui¨® la premisa de Borges en el sentido de que no hab¨ªa que tener un prop¨®sito por ser argentino, sino aspirar a lo universal. Tiz¨®n, pintando su aldea, contando cosas tan peque?as y tan alejadas de las grandes urbes y el mundo, en realidad pintaba la condici¨®n humana¡±.
H¨¦ctor Tiz¨®n, como tantos otros, tambi¨¦n fue v¨ªctima de lo que ¨¦l llam¨® ¡°la crueldad, la estupidez, la falta de grandeza¡±, y tuvo que exiliarse en Espa?a durante la dictadura militar (1976-1983). Escribi¨® obras como Fuego en Casabindo, Extra?o y P¨¢lido fulgor, La casa y el viento, Luz de las crueles provincias¡ En total, m¨¢s de 20 novelas, la mayor¨ªa publicadas por Alfaguara, sello perteneciente al grupo Prisa, editor de EL PA?S. Julia Saltzmann, responsable de la editorial en Argentina, comenta: ¡°?l siempre me dec¨ªa que sus maestros fueron sus ni?eras. De ellas aprendi¨® a contar historias. He conocido pocas personas con tanta conciencia de la condici¨®n humana. Memorial de la Puna fue su ¨²ltimo libro, era una despedida consciente. Y estoy muy contenta de que pudiera ver el libro publicado¡±.
En su pen¨²ltima obra, La belleza del mundo, cit¨® unos versos de la Odisea: ¡°?Oh, quien fuera hijo de alg¨²n hombre / dichoso que envejeciera en sus dominios!¡± Tiz¨®n conoci¨® la dicha de envejecer en su tierra y entre los suyos. Y a?ad¨ªa: ¡°Las personas que contin¨²an siendo felices juntas ¨Cun hombre y una mujer, por ejemplo- consiguen cultivar entre las dos una zona privada de infancia perpetua¡±.
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