El extra?o ocupante de la habitaci¨®n 415
El bater¨ªa de jazz Sunny Murray abandona el hospital para tocar en Lisboa
Los aficionados al jazz en medio mundo contuvieron el aliento al conocer la noticia. Sunny Murray (nacido como James Marcellus Arthur en 1936), acaso el secreto mejor guardado del jazz contempor¨¢neo, hab¨ªa sido autorizado a abandonar la habitaci¨®n del hospital psiqui¨¢trico parisino en el que se halla recluido para regresar al mundo de los vivos por una noche. Murray estaba llamado a inaugurar la programaci¨®n del festival Jazz em Agosto, organizado por la Fundaci¨®n Gulbenkian, en Lisboa. ¡°Hasta que no lo vea no lo creo¡±, se dijeron los muchos aficionados llegados el viernes a la ciudad blanca para escuchar al mito oscuro del jazz. Para cuando Sunny Murray y sus dos acompa?antes, el contrabajista John Edwards, y el saxofonista Tony Bevan, hicieron su aparici¨®n en carne mortal sobre el escenario, algunos todav¨ªa no se lo cre¨ªan. Pero s¨ª, era ¨¦l; el viejo le¨®n del free jazz. ?nico, inconfundible, inimitable.
Si existe un maldito sobre la faz de la tierra, ese es ¨¦l. Sunny Murray ha trabajado de friegaplatos y como taxista. Ha dormido al pairo en parques p¨²blicos y perdido tres de sus dedos de la mano derecha trabajando en una f¨¢brica; por momentos, ha carecido de lo m¨ªnimo imprescindible para alimentarse. Se dice que alg¨²n promotor lleg¨® a pagar para que no tocara. Para el pianista Paul Bley, Murray ha sido y sigue siendo una constante fuente de fascinaci¨®n: ¡°es el ¨²nico bater¨ªa del mundo que no tiene el menor sentido del swing y, sin embargo, resulta irresistible¡±. Sunny Murray descoll¨® en los a?os sesenta como acompa?ante de otro iconoclasta, el pianista Cecil Taylor: ¡°conocerle fue una bendici¨®n¡± declar¨® el baterista a este peri¨®dico al t¨¦rmino de su actuaci¨®n lisboeta, ¡°¨¦l fue mi pasaporte al mundo de la Gran M¨²sica¡±. Luego, sus respectivas carreras de separaron. Murray termin¨® en Par¨ªs, donde registr¨® algunos discos paradigm¨¢ticos del nuevo jazz antes de sur sumido por la vor¨¢gine de sus demonios interiores. El jazzista no es solo un maldito, tambi¨¦n es un creador honesto como pocos: ¡°podr¨ªa tocar de otra manera¡±, reconoce, ¡°pero entonces ya no ser¨ªa yo¡±.
Un concierto de Sunny Murray puede resultar una experiencia desconcertante en grado sumo. Durante el mismo, el jazzista entra y sale del escenario a placer, se incorpora a la interpretaci¨®n una vez ¨¦sta ya ha comenzado o decide tomarse un descanso cuando le parece oportuno sin encomendarse a los organizadores ni a los miembros de su tr¨ªo. Del mismo modo, decide conceder un bis cuando hace tiempo que el p¨²blico ha tomado el camino de vuelta a casa. Y habla, mucho.
De su enfermedad, el dise?o poco ergon¨®mico de la silla que le ha sido adjudicada o los dreadlocks que luce una espectadora de la primera fila y por qu¨¦, pudiendo, ¨¦l no los lleva. Viste de blanco radiante: ¡°no bebo, no fumo, alg¨²n porrito de vez en cuando, pero s¨¦ bailar tap¡±. Y no s¨®lo eso. Tambi¨¦n fue boxeador, y de los buenos: ¡°incluso llegu¨¦ a hacer una prueba con el primer entrenador de Muhammad Ali¡±. Tres d¨¦cadas m¨¢s tarde, el mejor bailar¨ªn y boxeador del gueto de Filadelfia triunfaba en la vieja Europa como m¨²sico de jazz: ¡°a mediados de los sesenta volv¨ª a casa con mi primer disco. Nunca so?¨¦ que alg¨²n d¨ªa iba a poder mostrar un disco m¨ªo a mi madre. Me dijo: ¡°si¨¦ntate a mi lado, Sunny¡±. Entonces vi que ten¨ªa l¨¢grimas en los ojos: ¡°no importa lo que digan de ti, siempre has sido un buen chico¡±. Terminamos los dos felices y llorando a l¨¢grima viva. No hay dinero en el mundo que pueda pagar algo as¨ª¡±.
Sobre el escenario, Sunny Murray es un ni?o jugando a ser bater¨ªa de jazz: ¡°la m¨²sica es como un animal salvaje, o la mantienes bajo tu control o acabas perdi¨¦ndola¡±. Su bater¨ªa descoyuntada teje un fondo constante sobre el que evolucionan a su antojo quienes acompa?an al baterista en su viaje por el m¨¢s all¨¢. Todo en la m¨²sica de Murray parece obedecer a sus propias leyes: ¡°esta noche toqu¨¦ algunas cosas que no entend¨ª, pero las toqu¨¦, y eso es lo que cuenta. Lo que nunca har¨¦ es hurgar en el pasado¡±.
De alg¨²n modo, la m¨²sica insondable de Sunny Murray irradia un sentimiento de felicidad que termina por contagiar al oyente: ¡°somos revolucionarios, miramos al futuro y queremos que la gente salga con algo en sus corazones¡±. El m¨¢s oscuro entre los outsiders del jazz se despide del p¨²blico con la versi¨®n m¨¢s dislocada que pueda imaginarse de ¡°Nature boy¡±, el cl¨¢sico que Nat ¡°King¡± Cole llev¨® a la fama y que Murray interpreta a voz en grito sentado en su bater¨ªa: ¡°es mi modo de decir al mundo que todav¨ªa estoy vivo¡±. Ma?ana estar¨¢ de vuelta en su habitaci¨®n de hospital: ¡°s¨®lo por vivir una noche como esta merece la pena ser un ni?o bueno y hacer caso a los m¨¦dicos, ?no le parece?¡±.
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