Regresa el emigrante
Juan Valderrama revive, medio siglo despu¨¦s, la historia protagonizada por su padre en La Uni¨®n
La historia es conocida entre los aficionados. A finales de los a?os cincuenta del pasado siglo, el ya desaparecido Juanito Valderrama, entonces en la cumbre de su fama, cant¨® en La Uni¨®n, todav¨ªa un pueblo minero. El popular artista, que era una enciclopedia del flamenco, aunque su formidable ¨¦xito lo deb¨ªa a la copla, quiso cantar una taranta, ¡°ya que estoy en la tierra de estos cantes¡±. El p¨²blico lo silb¨®, exigi¨¦ndole sus coplas m¨¢s populares.
Terminada su actuaci¨®n, sorprendido y triste al mismo tiempo, se puso en contacto con su amigo el cantaor cartagenero Antonio Pi?ana, por entonces casi el ¨²nico conservador vivo del patrimonio de los estilos mineros, que hab¨ªa heredado del m¨ªtico Rojo el Alpargatero a trav¨¦s del hijo de este. En una carta hoy conocida, demostraba su indignaci¨®n y lo animaba a hacer algo para que no se perdiese este rico patrimonio musical que parec¨ªa ya olvidado, incluso en una de sus fuentes primigenias como era el pueblo de La Uni¨®n. De ese incidente, pocos a?os m¨¢s tarde, en 1961, surg¨ªa el hoy famoso Festival del Cante de Las Minas.
La noche del pasado s¨¢bado, durante la tercera gala del Festival, dos herederos de aquellos impulsores del certamen, el guitarrista Carlos Pi?ana, nieto de Pi?ana, y el cantante Juan Valderrama, hijo de Valderrama, coincid¨ªan en el escenario del viejo Mercado de La Uni¨®n, sede de los espect¨¢culos. De hecho, Carlos Pi?ana, durante su sobria y brillant¨ªsima actuaci¨®n, en la que present¨® su ¨²ltimo disco Manos Libres, evoc¨® a su abuelo y su protagonismo en el origen del Festival. Todos los temas desgranados demostraron, una vez m¨¢s, su gran virtuosismo y talento musical.
Sin embargo, el parad¨®jico pasmo vino durante la actuaci¨®n de Valderrama. Aun present¨¢ndose constantemente como heredero de su padre, se esforz¨® durante toda la noche por ser digno ¡°de este escaparate del flamenco¡±, haciendo desde sole¨¢ hasta siguiriyas. Pero ya avanzada su actuaci¨®n, el p¨²blico comenz¨® a pedirle las m¨¢s populares creaciones de su padre, desde El Emigrante hasta Su primera comuni¨®n. Valderrama, incr¨¦dulo, exclam¨®: ¡°?Pero¡ si me est¨¢ pasando lo mismo que le ocurri¨® aqu¨ª a mi padre! ?A m¨ª que se hab¨ªan ca¨ªdo los calcetines por ser digno de este escenario!¡±.
Efectivamente, medio siglo despu¨¦s, se viv¨ªa la misma engorrosa situaci¨®n que hab¨ªa vivido su padre. Pero como el p¨²blico siempre tiene raz¨®n (¡°voz del pueblo, voz del cielo¡±, dijo ¨¦l cerrando as¨ª el problema y antes de cantar un mirabr¨¢s) y como en el esquema de sus recitales va incluida una parte de los m¨¢s populares temas de su padre, acab¨®, ya sin mala conciencia, dando al respetable, que abarrotaba el antiguo Mercado unionense, lo que quer¨ªa. Y todo ello, recordando claramente los virtuosos registros de su padre, cuya voz, gracias a la tecnolog¨ªa son¨® junto a la suya en el escenario: Triana por sole¨¢: romance a lo gitano. Fue una noche de gran ¨¦xito para ¨¦l. El pasado regresa. Pero como en Espa?a lo que est¨¢ de triste moda es emigrar, parece que algunos temas van a volver a la cabeza de las ventas. As¨ª que ya, a la hora de las propinas, el joven Valderrama cerr¨® su actuaci¨®n cantando El Emigrante, y el p¨²blico, emocionado y feliz, lo ovacion¨® puesto en pie.
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