Cuando la ciudad no es para el arte
La crisis empuja a un creciente n¨²mero de creadores a un ¨¦xodo hacia lo rural
El artista Antonio Ballester (Madrid, 1977) vivi¨® en Berl¨ªn. Y all¨ª hizo todo lo que se supone que un artista espa?ol debe hacer en Berl¨ªn: arte conceptual, v¨ªdeoarte, fotograf¨ªa, alguna instalaci¨®n¡ ¡°Termin¨¦ harto de tanto concepto; de tanto intelecto¡±, explicaba esta semana en su casa de Valverde de la Vera, en C¨¢ceres. Lejos de la agitaci¨®n urbana, protegido por la vegetaci¨®n de ribera, un huerto y hasta un vi?edo, recordaba que, vuelto de Berl¨ªn y harto de Madrid, acab¨® aqu¨ª, en esta vivienda construida con sus propias manos. Con su mujer y sus dos hijos y un recobrado ¡°gusto por la artesan¨ªa m¨¢s all¨¢ del arte¡±.
Ballester es solo uno m¨¢s entre los artistas, emergentes o consagrados, que han optado por mudarse al campo. Por una deslocalizaci¨®n de los entornos urbanos en busca de un nuevo estilo de vida: m¨¢s tranquilo, m¨¢s espacioso y, sobre todo, m¨¢s barato. Ahora que todo se somete a revisi¨®n, no parece descabellada la idea que aconseja repensar el lugar del artista.
No es exactamente algo nuevo (Pollock huy¨® de Nueva York agobiado por la fama, las vanguardias ya reclamaron una ruptura con lo urbano y el land art se ha normalizado como forma de creaci¨®n), ni un fen¨®meno exclusivo de los creadores. A falta de datos oficiales, los expertos constatan que la crisis est¨¢ produciendo cierto ¨¦xodo hacia lo rural. Carles Feixa, antrop¨®logo de la universidad de Lleida, explica que estos nuevos vecinos han sido bautizados como ¡°neorurales o rurbanos¡±. ¡°A diferencia de los neohippies de los a?os setenta no sienten un rechazo por la cultura urbana sino que buscan una hibridaci¨®n o mixtura entre la vida en el campo y la de la ciudad. Es vivir en el campo sin renunciar a nada de lo que aporta la ciudad. Hoy, el teletrabajo permite a artistas, arquitectos o escritores trasladarse al pueblo¡±.
A esto colabora, obviamente, la generalizaci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas m¨¢s all¨¢ de las urbes; una buena conexi¨®n a Internet ayuda a mantener los lazos con la ciudad, donde, hasta nuevo aviso, a¨²n se produce, se exhibe, circula y se consume la cultura. Mudarse al pueblo ya no significa condenarse al ostracismo.
Como ap¨®stol de esta nueva creencia cabe contemplar el artista Fernando Garc¨ªa Dory, impulsor del proyecto Campo Adentro, que implica a los ministerios de Cultura y Agricultura ¡°para tratar el papel que puede jugar el arte contempor¨¢neo en el medio rural, el modelo agroalimentario, y tambi¨¦n, c¨®mo esa inmersi¨®n en el contexto rural puede contribuir en el nuevo desarrollo del arte¡±. La parte m¨¢s visible de su iniciativa es un programa de residencias de artistas en entornos rurales. Y en el horizonte ut¨®pico sit¨²a el ¡°establecimiento comunidades de artistas ligadas a la agricultura¡±.
De momento, el asunto ha encontrado eco fuera de Espa?a. La prestigiosa feria londinense Frieze ha invitado a algunos de los creadores de Campo Adentro a Grizedale Arts, evento aliado con la Tate Modern que se celebra en Cumbria, en Inglaterra, cuyas pintorescas colinas y lagos han visto pasar a artistas de la talla de Jeremy Deller, Marcus Coates o Pablo Bronstein. No es la ¨²nica iniciativa de estas caracter¨ªsticas: el a?o pasado en Berl¨ªn la exposici¨®n El Arte de Sobrevivir implic¨® a miles de personas en una gran despensa con productos locales.
Para muchos, en efecto, es una cuesti¨®n de supervivencia. Es el caso de Rafael SMP, que recientemente ha expuesto en el MUSAC de Le¨®n su obra En nuestros jardines se preparan bosques, que se traslad¨® a Cercedilla por necesidad; o Carmen Ca?ibano (Zamora, 1974), que vuelve al pueblo donde creci¨®, Prado, lleno de palomares derruidos y campos de la meseta castellana para filmar, en tiempo real, las horas que lleva el cultivo industrial de un cereal de secano, y hacer un an¨¢lisis ¡°casi marxista¡± de a lo que equivale una hora de trabajo.
Para otros, como Antje Schiffers (Heiligendorf, Alemania, 1967), artista invitada de Campo Adentro, es el inter¨¦s por las costumbres y los modelos socioecon¨®micos lo que despierta la necesidad de sumergirse en este medio de vida. Junto a su compa?ero Thomas Sprenger, lleva a cabo un proyecto de trueque con ganaderos y agricultores del Pa¨ªs Vasco: pinta los caser¨ªos donde son acogidos como hu¨¦spedes, y los agricultores se presentan a s¨ª mismos en un v¨ªdeo donde muestran y explican su forma de vida. ¡°Yo, en cambio, voy con el caballete en la mano, como un pintor del siglo XIX¡±, cuenta Schiffers. Una semana en cada aldea para pintar, grabar y convivir. ¡°Los cuadros se quedan con los agricultores, y nosotros con los v¨ªdeos¡±. El proyecto, llamado Me gusta ser agricultor y quiero seguir si¨¦ndolo, ha viajado ya por Ruman¨ªa, Macedonia, Reino Unido, Suiza, Holanda y Alemania. ¡°En los pueblos se tarda menos en tomar decisiones; parece que todo el mundo aqu¨ª tiene m¨¢s tiempo, aunque no tienen menos cosas que hacer¡±.
A unos diez kil¨®metros por las carreteras sinuosas de Valverde, hogar de Antonio Ballester, vive en Madrigal de la Vera el artista suf¨ª y escultor Crist¨®bal Mart¨ªn (Madrid, 1956), que sabe mucho de aprovechar el tiempo en un lugar con la quietud suficiente. ¡°Me vine aqu¨ª porque me gusta todo lo que no est¨¢ hecho por el hombre. Mi vida ahora consiste en dedicarme lo m¨¢ximo a la meditaci¨®n¡±. ?l, superviviente de la movida madrile?a, representa a otra generaci¨®n de emigrantes rurales, que contemplan con satisfacci¨®n la llegada de sus nuevos vecinos artistas. Claro que desde su estudio, situado en un inmenso jard¨ªn poblado por sus esculturas, rodeado de bosques de pinos, con caballos, ovejas, gallinas, vacas y una vista panor¨¢mica de la sierra de Gredos, todo parece m¨¢s f¨¢cil.
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