Curro
Antonio (Taco) Larreta y Sancho Gracia le dieron al bandolero Curro Jim¨¦nez un grado de sofisticaci¨®n que convirti¨® la serie, ahora repuesta por Televisi¨®n Espa?ola, en un memorable ejercicio de honestidad televisiva. El cap¨ªtulo que TVE repiti¨® para rendir homenaje al gran actor fallecido es un ejemplo de esa preocupaci¨®n que el guionista (un dramaturgo importante, un novelista sumamente inteligente y culto) puso en la reconstrucci¨®n de un personaje que realmente existi¨® y que fue se?or de los caminos de Ronda en el siglo XIX. En este caso, Curro Jim¨¦nez trata de recuperar un libro que conten¨ªa las claves para alcanzar un tesoro; el libro hab¨ªa sido robado por un bandolero traidor. Esa es la s¨ªntesis de la peripecia. El cuidado con que Larreta, Sancho y sus c¨®mplices (?lvaro de Luna, Jos¨¦ Sancho¡) cumplen el cometido de darle encarnadura a la ficci¨®n marc¨® una ¨¦poca a la que ahora la ausencia del actor que la propuso le confiere una enorme carga emotiva.
La serie est¨¢ siendo repetida en las vacas flacas de las arcas de la producci¨®n televisiva. Y esta oportunidad ha sido agarrada por los pelos para asociar a Curro ¡ªque robaba a los ricos, y a otros bandoleros¡ª con lo que ha pasado recientemente en algunos supermercados andaluces. Aqu¨ª se agarran las met¨¢foras por el rabo. Ni Curro har¨ªa ahora esto (dec¨ªa Sancho que los curros de ahora van de traje y guante blanco), porque no lo hac¨ªa entonces, ni es lo mismo vivir en aquellas serran¨ªas de los se?oritos que en un Estado democr¨¢tico en el que cualquier tr¨¢mite, incluso el tr¨¢mite de robar, ha de ser valorado seg¨²n lo que mandan las leyes constitucionales. Fam¨¦licos o no, los delitos (los de robar, cualquier delito) son delitos, y han de ser juzgados y perseguidos en lo que supongan de violaci¨®n alevosa del derecho de otro. Por muy simp¨¢ticos que nos parezcan los ladrones. Robar no es una gracia; es una desgracia, pero tambi¨¦n para el robado. Es cierto que no hay que exagerar las notas (ni policiales ni judiciales), pero lo que no se puede aceptar es que demos por descontado que lo que le desagrada a la derecha que gobierna le tenga que parecer bien a la izquierda que se le opone.
Y, sobre todo, que no se tome el nombre de Curro en vano.
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