El libro que marc¨® mi verano
De 'El Rojo y el Negro' a 'La isla del tesoro', diez escritores recuerdan las lecturas estivales que los dejaron especialmente impactados.
Alicia Gim¨¦nez Bartlett
Un libro que marc¨® un verano fue Mis rincones oscuros de James Ellroy. Se trata del intento que hizo el autor, veinte a?os despu¨¦s, de reinvestigar el asesinato real de su madre, que qued¨® sin resolver. Lo estaba leyendo en mi casa de campo cuando no hab¨ªa ni una casa m¨¢s en muchos kil¨®metros a la redonda (ahora s¨ª las hay). Sent¨ª fascinaci¨®n y, sorprendentemente, tambi¨¦n miedo. Soy muy poco impresionable por medio de la ficci¨®n por pura deformaci¨®n profesional, pero con este libro me descubr¨ªa a m¨ª misma levant¨¢ndome a cerrar la puerta principal de la casa, mirando antes si hab¨ªa alguien en el jard¨ªn. Supongo que la raz¨®n est¨¢ en c¨®mo Ellroy despoja el tema de todo artificio, demostrando hasta qu¨¦ punto ser asesinado es algo f¨¢cil de hacer. ?Y no se trataba de una historia sino de la vida real y era su propia madre! Cielos, la conclusi¨®n fue: que te asesinen no es algo tan excepcional y que nunca se descubra qui¨¦n fue tu verdugo tambi¨¦n es algo corriente. La sordidez, la brutalidad... y ning¨²n orden que se restablezca despu¨¦s. Aparte de eso el libro est¨¢ magn¨ªficamente escrito y es bueno para dejar en evidencia que la novela negra es una cosa y la realidad... ?otra mucho peor!
Julia Navarro
Recuerdo con especial cari?o y emoci¨®n El cuaderno dorado de Doris Lessing. Lo le¨ª con 18 o 19 a?os. Me lo regal¨® una amiga por mi cumplea?os, que es en verano. No s¨¦ lo qu¨¦ pensar¨ªa ahora, pero me impact¨® en aquel momento porque me descubri¨® una nueva forma de ver la vida, el compromiso pol¨ªtico, feminista y una manera de ver la vida. Durante mucho tiempo fue mi libro de cabecera, lo llevaba conmigo, lo comentaba con mi amiga. Me abri¨® los ojos a otros compromisos y a lo que estaba pasando a mi alrededor. Fue un libro que a los 18 a?os me dej¨® una huella.
V¨ªctor F. Freixanes
Cuando ten¨ªa 19 a?os, y estudiaba primero o segundo en la facultad, pas¨¦ unas vacaciones de Semana Santa en la r¨ªa de Muros con unos amigos y ca¨ª capturado por La Regenta. Todos mis amigos se iban a la playa, de fiesta, y yo no era capaz de despegarme de Ana Ozores. Era emocionante, un descubrimiento. No era verano pero hac¨ªa un calor de verano, por eso lo asocio a esa ¨¦poca. Mucho despu¨¦s me fui a Oviedo para ver la catedral y aquel espacio qu4e me hab¨ªa impactado, no solo por la historia de amor, sino por el universo, por la capacidad de construir un mundo desde un espacio tan local. No necesitas grandes escenograf¨ªas ex¨®ticas para contar la tragedia humana como Flaubert. El verano es para las novelas de 600 p¨¢ginas.
Rosa Montero
Fue hace trece a?os. Est¨¢bamos tres parejas de amigos, gente muy querida, pasando unos d¨ªas en Mallorca en casa de uno de ellos. Yo me hab¨ªa llevado el tercer libro de Harry Potter, El prisionero de Azkaban, para ver por qu¨¦ demonios ten¨ªa tanto ¨¦xito. S¨®lo pensaba echarle una ojeada, pero me atrap¨®. ?Me encant¨®! Regres¨¦ a la infancia con el original, poderoso, coherente e ingenioso mundo de J.K. Rowling: leerlo fue una fiesta. Luego pas¨® el tiempo; los due?os de la casa se divorciaron, mi marido muri¨®. Ahora pienso en aquellos d¨ªas y en esa novela y me parece la lectura perfecta de un verano perfecto. Una explosi¨®n de vida y ligereza.
Justo Navarro
En uno de los ¨²ltimos veraneos que pas¨¦ con mis padres, creo que en Castell de Ferro, en la costa de Granada, le¨ª Justine, la primera novela del Cuarteto de Alejandr¨ªa, de Lawrence Durrell. Recuerdo que el clima del libro contagiaba al clima de aquellos d¨ªas, lo encantaba, porque ese efecto de encantamiento es uno de los rasgos de los libros poderosos, aunque Castell no fuera una Alejandr¨ªa de millonarios y europeos exquisitos, ni en aquella playa hubiera amores cruzados, ni nebulosas intrigas de espionaje. No recuerdo exactamente la trama de Justine, pero s¨ª la atm¨®sfera de aquellos d¨ªas, mientras le¨ªa la novela de Durrell.
Eugenia Rico
Te marcan muchos libros, pero en la adolescencia te marcan m¨¢s. Yo le¨ª con 13 a?os Crimen y castigo. No s¨¦ si dejar¨ªa que mi hija leyese ese libro con 13 a?os. Lo saco del bibliob¨²s, era una lectora compulsiva de bibliotecas ¨Cacumulaba carn¨¦s para poder tener libros-. Uno de los criterios para elegirlos es que fuesen gordos porque los delgados me duraban muy poco. La historia de Raskolnikov me cambi¨® la forma de ver la vida y la literatura. Ya escrib¨ªa cuentos y, a esa edad, ya quer¨ªa ser escritora. Lo leo en verano, en mi pueblo, una especie de Macondo de Asturias, donde no hab¨ªa tele ni agua corriente, donde leer era viajar. Me pasaba todas las tardes leyendo mientras los dem¨¢s dorm¨ªan la siesta. Crimen y castigo me descubri¨® que el sentimiento de culpa mueve la humanidad, no era consciente de c¨®mo la culpa determina nuestra vida. Incluso la culpa sin culpa¡ el inocente que se siente culpable. Y que es un tema que luego est¨¢ en mi novela.
Andr¨¦s Trapiello
Como para tantos, mis veranos van unidos a la lectura y descubrimiento de algunos libros recurrentes. Pero ninguno fue tan decisivo como Enrique Dy, un libro de aventuras a lo Guillermo Brown de un jesuita brit¨¢nico o irland¨¦s, que se llamaba, creo recordar, el padre Finn. Seguramente era un libro deleznable, pero fue el primero (yo ten¨ªa doce a?os) que me franque¨® la puerta de la literatura: un mundo en el que todo acababa teniendo un sentido y en el que t¨² mismo pod¨ªas sobrevolar otras vidas, o mezclarte con ellas, si as¨ª lo quer¨ªas, sin temor a que pasara el tiempo, si acaso no propiciaba su aceleraci¨®n como expresi¨®n suprema de la felicidad. A ese sigui¨®, con no menor asombro, Oliverio Twist. Quiero decir que fue entonces la primera vez que comprend¨ª que leyendo se pod¨ªa ser feliz, a veces, parad¨®jicamente, en libros que trataban de la desdicha, real o ficticia, de otros semejantes, ficticios o reales.
Elvira Navarro
A comienzos de agosto de 2005 una ola de calor africano, con su nube de polvo en suspensi¨®n sobre la meseta, contribuy¨® a que La parte de los cr¨ªmenes, que es la cuarta de las historias que componen la novela 2666, de Roberto Bola?o, adquiriera unas dimensiones ya no s¨®lo tr¨¢gicas, sino tambi¨¦n m¨ªsticas. La narraci¨®n de los asesinatos de las mujeres, que no deja de ser el relato de las m¨¢rtires involuntarias de un mundo convertido en "Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento" (cita de Baudelaire que inaugura la obra), pareci¨® agarrarse a aquel aire detenido y a aquella luz caliza, aire y luz que disolv¨ªan el paisaje en la nada, de la misma manera que aquellas mujeres muertas del libro, descritas pormenorizadamente, eran tambi¨¦n, y para siempre, nada. Digo que aquella narraci¨®n de la muerte se convirti¨® en m¨ªstica porque me pareci¨® que el recuento de cad¨¢veres produc¨ªa el efecto de recorrer ese misterio, la pura y simple desaparici¨®n, que es nuestra ley m¨¢s sagrada, y que tal vez se resuelva asimismo en nada.
Juan Gracia Armend¨¢riz
Si tuviera que elegir una lectura de verano, me decanto por La isla del tesoro, de Stevenson. Le¨ª la novela con doce a?os. Hab¨ªa pasado la placentera traves¨ªa de Emilio Salgari y Julo Verne, pero la novela de Stevenson, le¨ªda frente a la bah¨ªa de La Concha de San Sebasti¨¢n, me hizo intuir que estaba dando un paso en mi educaci¨®n literaria y, a la postre, sentimental. El aire del Cant¨¢brico ayud¨® a que esa lectura inici¨¢tica, como la peripecia de Jim, trazara en mi historia de lector una frontera. Empec¨¦ a comprender que las l¨ªneas entre el bien y el mal no siempre son claras. Que hay l¨ªneas de sombra en cada peripecia vital. Quiz¨¢ todo esto no son m¨¢s que reflexiones posteriores, pero no lo son el recuerdo de la emoci¨®n primigenia y, ay, irrecuperable, que me produjo el seductor y cojitranco John Silver, el barril de manzanas olorosas, la botella de ron y los chillidos -estos verdaderos- de las gaviotas que descend¨ªan a la playa al atardecer.
Lorenzo Silva
El Rojo y el Negro sin duda. Lo he le¨ªdo dos o tres veces. Siempre del tir¨®n. Sin parar. En 10 u 11 horas. Paraba a comer solo. Siempre en verano. La primera vez ten¨ªa 15 o 16 a?os. Es el libro que m¨¢s le impact¨®, aunque luego tiene una historia de verano singular con Cien a?os de soledad, que se lo ley¨® a los 15 a?os, en el verano del 81, en Burgos. No hay nada menos parecido a Colombia que Burgos. Estaba en un campamento de aeromodelismo durante tres semanas. En verano all¨ª hace mucho calor. Dicen que hay nueve meses de invierno y tres de infierno. Lo llevaba en el bolsillo del mono que us¨¢bamos y lo le¨ªa en los ratos libres, mientras se secaba la pintura. Me duro dos d¨ªas as¨ª. No siquiera es mi libro favorito de GM, ni tampoco GM es mi autor favorito del boom.
Babelia
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