¡°Da la impresi¨®n de que todo anda fuera de control¡±
El te¨®rico de la modernidad l¨ªquida reflexiona sobre la democracia que promueve Internet, el movimiento de los indignados y el papel de los intelectuales en un mundo en permanente cambio
El soci¨®logo Zygmunt Bauman mantuvo una conversaci¨®n con este diario el s¨¢bado en Benic¨¤ssim con motivo de su participaci¨®n en el festival de reggae Rototom. Lo que sigue son extractos de los pensamientos que desarroll¨® durante la charla.
¡°La informaci¨®n es muy f¨¢cil de conseguir ahora. Vas a Google, haces una pregunta y recibes una respuesta. El problema es que no es una sola, sino que son millones. Cuando yo era joven anhelaba tener la clase de acceso a la informaci¨®n que tengo ahora, pero con el pasar de los a?os he descubierto que el exceso de informaci¨®n es peor que la escasez. Ahora los temas cambian continuamente. El inter¨¦s de las personas fluct¨²a con enorme facilidad¡±.
¡°Nos estamos distanciando del pasado a toda velocidad, de lo cual resulta el impacto de dos fuerzas, una es la fuerza del olvido y la otra, la de la memoria. No hay tiempo para entrar en materia, de modo que la memoria guarda un recuerdo deformado del pasado. No sabemos cu¨¢nto van a durar las concepciones que se establecen con unos cimientos tan d¨¦biles. Esto no es serio. El problema es c¨®mo conseguir llegar a la informaci¨®n relevante, c¨®mo distingues la basura de lo relevante. Se tratar¨ªa de saber si un a?o despu¨¦s le interesa a alguien lo sucedido el a?o anterior, si dej¨® alg¨²n rastro¡±.
¡°Simpatizo con el movimiento del 15-M, aunque no les veo capaces de cambiar nada. Pero no los culpo por ello. Sucedi¨® lo mismo con Wall Street, tuvo un enorme eco en los medios, en la cultura, los pol¨ªtico, incluso en los cr¨ªticos sociales¡ ?Sabe qui¨¦nes fueron los ¨²nicos que ir¨®nicamente ni se enteraron? Los peces gordos de Wall Street. Est¨¢n buscando nuevas formas de cambiar las cosas, y eso es loable, pero de momento no las han encontrado. En esta confusi¨®n tiene mucho que ver el fen¨®meno de las redes sociales. Si un chico pasa tres horas diarias en Facebook tejiendo formas de comunicaci¨®n alternativa es natural que crea la ilusi¨®n de que ha construido un espacio de democracia diferente. Cuando no hay ninguna sola prueba de que esta sea efectiva¡±.
¡°Nada es estable. Es muy propio de la modernidad l¨ªquida. Antes constru¨ªas el conocimiento como quien construye una casa. Ahora se parece m¨¢s bien a un tren que pasa sobre los ra¨ªles y no deja ninguna huella en la tierra¡±.
¡°Cuando escrib¨ª el libro [Esto no es un diario, editado por Paid¨®s], la econom¨ªa estadounidense daba signos de recuperaci¨®n. Pero curiosamente el 93% de los ingresos extras provenientes de esa recuperaci¨®n fue para el 1% de la poblaci¨®n. Los problemas sociales siguen con nosotros y no tienen muchos visos de solucionarse. Nadie sabe a ciencia cierta cu¨¢nto tardar¨¢ el problema del desempleo en arreglarse en Espa?a. Da la impresi¨®n de que todo anda fuera control¡±.
¡°Los pol¨ªticos en esta ¨¦poca de la modernidad l¨ªquida se encuentran en una encrucijada. Por un lado, est¨¢ la presi¨®n de los electores. Y por el otro est¨¢n acogotados por la presi¨®n de la austeridad. Los recortes nadie los quiere. Hacen la vida m¨¢s dif¨ªcil. Por un lado desean mantener el estado de bienestar, pero por el otro tienen la orden de aniquilarlo. Cada cuatro a?os hay una nueva elecci¨®n y entonces tendr¨¢n que escuchar lo que dicen los electores. Por el otro, est¨¢n los mercados, que carecen de escr¨²pulos, de la solidaridad comunal. Es una situaci¨®n complicada. Nominalmente el gobierno es responsable de lo que sus electores desean; por el otro, sufren factores que son extraterritoriales¡±.
¡°El proceso de la globalizaci¨®n es tortuoso. Hay fuerzas que est¨¢n globalizadas: las finanzas, los mercados, el terrorismo, el tr¨¢fico de armas y de drogas. Mientras tanto, los poderes democr¨¢ticos siguen siendo locales, nacionales. A¨²n vivimos bajo la sombra del Tratado de Westfalia. Acab¨® con la Guerra de los 100 a?os, y eso fue bueno. B¨¢sicamente vino a decir que cada rey, cada pr¨ªncipe pod¨ªa decidir en qu¨¦ clase de dios sus s¨²bditos deben creer. Naci¨® el concepto de la soberan¨ªa nacional. Seguimos operando con el viejo patr¨®n, pero con una intolerable presi¨®n proveniente de la globalizaci¨®n¡±.
¡°Toda mi vida, y he tenido una larga existencia, siempre he tenido la impresi¨®n de que las j¨®venes generaciones si se aplicaban al estudio y obten¨ªan buenos niveles de educaci¨®n, les aguardaba una larga carrera. Las nuevas generaciones comenzaban donde hab¨ªan terminado las anteriores. Se daba por sentado. Es la primera vez en que la generaci¨®n m¨¢s joven tienen las mejores expectativas (buena educaci¨®n, idiomas) y ning¨²n futuro. La juventud est¨¢ cerca de acabar en la cuneta, corre el riesgo de ser redundante¡±
¡°Ocupar la plaza, como se ha hecho en Madrid o en Wall Street, no soluciona el principal problema y es que el poder ya no lo controlan los pol¨ªticos y que la pol¨ªtica carece de poder para cambiar nada. Tampoco creo que sirva ocupar un supermercado, como se est¨¢ viendo estos d¨ªas en Espa?a¡±.
¡°Como estamos padeciendo una crisis detr¨¢s de otra, no prestamos atenci¨®n a lo que es definitivo: no podemos seguir viviendo como viv¨ªamos, no podemos consumir como antes. Y eso es un hecho. Hay que olvidar de una vez que la felicidad est¨¦ relacionada con la adquisici¨®n de bienes¡±.
¡°La clase pol¨ªtica durante mucho tiempo ha aplicado una sola idea a la resoluci¨®n de los problemas sociales: incrementar el consumo. Vivimos en un planeta que no admite m¨¢s explotaci¨®n de los recursos. Extender los patrones de consumo de los pa¨ªses desarrollados al resto del planeta es impensable si queremos pervivir¡±.
¡°Estamos alcanzando niveles de desigualdad cercanos a los del siglo XIX. En la antigua sociedad de los productores, los jefes y los empleadores eran dependientes entre s¨ª. Ahora esa relaci¨®n se ha quebrado. Antes, un trabajador de la Fiat o de Ford estaba empleado en la compa?¨ªa durante treinta o cuarenta a?os. Ahora, la media de permanencia en una empresa de un trabajador de Silicon Valley es de ocho meses. Creo que la diferencia es elocuente por s¨ª misma. Hoy, los herederos de Ford pueden coger su iPhone traspasar todo su capital a un pa¨ªs en el que la gente sigue viviendo por un d¨®lar diario. Y donde la fuerza laboral es barata, no hay sindicatos y los gobiernos corruptos est¨¢n dispuestos a cualquier cosa. Pueden mudarse, pero los trabajadores no pueden. La dependencia mutua ha sido sustituida por la unilateralidad. Los empleados necesita al patr¨®n, pero no al rev¨¦s¡±.
¡°Preguntas como si los ciudadanos ten¨ªan m¨¢s miedo hace cien a?os que ahora, si sufr¨ªan m¨¢s o no son imposibles de contestar. Esa gente que sufr¨ªa entonces no estaba en la misma situaci¨®n que nosotros ahora, por lo que no es posible la comparaci¨®n. El hecho de haber vivido mucho permite a un soci¨®logo experimentar muchos momentos diferentes. Mi conclusi¨®n hoy, a los 88 a?os, es que no he encontrado ninguna sociedad perfecta. La felicidad nunca es completa. Cada sociedad tiene sus problemas. Lo m¨¢s inquietante de la sociedad contempor¨¢nea, y la idea es del fil¨®sofo francogriego Cornelius Castoriadis, es que ha dejado de hacerse preguntas a s¨ª misma. El gran peligro es cuando crees haber dado con la sociedad perfecta. La b¨²squeda de la sociedad perfecta no tiene fin y eso es bueno. El af¨¢n por mejorar es uno de las mejores cosas de la condici¨®n humana¡±.
¡°Cuando sucedi¨® la revoluci¨®n verde en Ir¨¢n, Hillary Clinton salud¨® el nacimiento del nuevo Ir¨¢n para felicitarse por haber presenciado de la primera revoluci¨®n de Internet. Se oyeron cosas como que la gente dispar¨® con sus Twitters en respuesta a las balas reales del poder. Luego qued¨® demostrado que solo unas 60 personas realmente tienen esa herramienta en Ir¨¢n. Y que al final result¨® una revoluci¨®n de las de toda la vida, en la que la gente se involucr¨® por las v¨ªas tradicionales, por el trato personal. Al final, nada cambi¨®, salvo una cosa: nunca result¨® tan f¨¢cil para la dictadura atrapar a los l¨ªderes de la revoluci¨®n. Solo tuvieron que teclear los nombres en Google. Clinton celebrando la libertad de Internet es un gesto ir¨®nico, sobre todo ahora que sabemos que quieren cortarle la cabeza a Julian Assange por emplear la libertad de expresi¨®n en la Red. Lo que en Ir¨¢n consideraba un gran paso para la democracia, en EE UU es un atentado contra la seguridad nacional. Es de locos¡±.
¡°La extinci¨®n de los intelectuales dar¨ªa para una larga charla aparte. Resulta una cuesti¨®n dolorosa, en cualquier caso. Michel Foucault explic¨® que uno de los grandes problemas de nuestro tiempo lleg¨® cuando pasamos del concepto del intelectual total al del intelectual parcial. Seg¨²n esa idea, cada cual defiende lo suyo. La figura del intelectual deber¨ªa usar su autoridad p¨²blica, su influencia para aportar a la soluci¨®n de los problemas, a la creaci¨®n de valores sociales. El intelectual parcial que solo defiende lo suyo es en s¨ª mismo una contradicci¨®n. Cuando yo era joven la palabra intelectual se empleaba asociada con la idea de la gente, de la comunidad. Esta conjunci¨®n ha sido rota. El contrato entre la sociedad y el intelectual se ha quebrado. Adem¨¢s, ya no tiene la capacidad para llegar a nadie. Ese poder lo tienen los medios¡±.
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