Visionarios refrescantes
Recuerdo haber le¨ªdo en su momento un estupendo gui¨®n cinematogr¨¢fico de mi amigo Agust¨ªn D¨ªaz Yanes para una pel¨ªcula que se iba a llamar Madrid-Sur y cuyo astron¨®mico presupuesto logr¨® disuadir a todos los productores a los que les fue presentado. He olvidado buena parte del argumento, pero no que la acci¨®n se desarrollaba en una Espa?a posapocal¨ªptica y desertizada en la que la temperatura ambiente era insoportable. Tanto, que los viajeros (pocos, ricos y amantes de lo ex¨®tico) que se aventuraban por ella dispon¨ªan de trecho en trecho de unas cabinas climatizadas en las que, durante un rato y previo pago, pod¨ªan refrescarse con chorros de aire g¨¦lido que les aliviaban el infierno clim¨¢tico. Cuando llegan estos d¨ªas caniculares me acuerdo de aquel invento y lamento much¨ªsimo que en esos a?os ¡°en los que vivimos por encima de nuestras posibilidades¡± (seg¨²n nos repiten los que siguen siendo ricos) y en los que se construyeron tantos aeropuertos sin aviones, no se le ocurriera a alg¨²n pol¨ªtico la implementaci¨®n de una red de ¡°cabinas refrescantes¡± para la mitad sur de la Piel de Toro. Claro que no hay que perder la esperanza: si mister Adelson implanta su Eurovegas en Madrid, quiz¨¢s se decida a construirlos, al menos cerca de los casinos, para solaz de lud¨®patas y delincuentes. Si, a pesar de todo, se deciden a viajar a la (por ahora) capital del (por ahora) Estado, no se pierdan, por favor, la exposici¨®n sobre Blake organizada por CaixaForum. El otro d¨ªa consegu¨ª arrastrar hasta all¨ª a una vecina ¡ªen el paro, como su pareja¡ª que ha instalado una tienda de campa?a en la terraza de su bloque para ayudarse a soportar el calor ¡°tropical¡± de las noches madrile?as. La verdad es que William Blake (1757-1827), poeta, pintor, grabador y m¨ªstico sigue resultando un tipo de lo m¨¢s refrescante, como les ocurre a la mayor¨ªa de los artistas extraterritoriales. Partidario (como sus contempor¨¢neos Mary Wollstonecraft y su esposo David Godwin) del amor libre, y muy fascinado por las revoluciones norteamericana y francesa, mantuvo siempre una enorme reticencia frente al racionalismo de las Luces. Antinewtoniano convencido y opuesto a toda forma de religi¨®n organizada, su concepci¨®n del mundo ¡ªy, por tanto, su arte¡ª est¨¢n te?idos de una especie de misticismo muy personal y de su peculiar lectura de la biblia, que conoc¨ªa de cabo a rabo. La visita a la exposici¨®n me impuls¨® a releer en diagonal el volumen que dedic¨® a su poes¨ªa Harold Bloom en La compa?¨ªa visionaria, que sigue siendo una de las obras de referencia acerca de la poes¨ªa rom¨¢ntica inglesa, y cuyos tres tomitos public¨® hace algunos a?os la meritoria editorial argentina Adriana Hidalgo (los otros dos est¨¢n dedicados nada menos que a Byron, Shelley, Wordsworth, Coleridge y Keats). Seix Barral public¨® en 1974 una edici¨®n incompleta (traducci¨®n de Mariano Antol¨ªn Rato, que para entonces ya hab¨ªa publicado su tambi¨¦n visionaria novela Cuando 900 mil Mach Aprox), pero ya s¨®lo se encuentra en las librer¨ªas de viejo (donde suele hacer bastante fresquito, una raz¨®n m¨¢s para visitarlas). Por cierto, y aunque no venga del todo al caso, quiz¨¢s a alguno de mis improbables (y acalorados) lectores le divierta saber que la mencionada novela de Antol¨ªn Rato sali¨® de la imprenta el mismo d¨ªa (y a la misma hora) en que volaba por el cielo de Madrid un veh¨ªculo oficial en cuyo interior se desplazaba el almirante Carrero Blanco. La vida, siempre empe?ada en plagiar el arte.
Transparencias
Una de las novelas m¨¢s inteligentes? y refrescantes que he le¨ªdo en lo que va de verano es Cosas transparentes de Nabokov
Es una l¨¢stima, pero una de las novelas m¨¢s inteligentes y, por tanto, refrescantes que he le¨ªdo en lo que va de verano, llegar¨¢ a las librer¨ªas cuando los calores ya no sean (al menos, eso espero) tan agobiantes. Jorge Herralde, uno de los editores m¨¢s tempraneros en el env¨ªo de novedades para la rentr¨¦e, me hizo llegar a mediados del mes pasado un ejemplar de Cosas transparentes (1972), en la misma traducci¨®n de Jordi Fibla con la que hab¨ªa aparecido en la extinta Versal (grupo Anaya) a mediados de los ochenta. Compuesta entre Ada o el ardor (1969) y ?Mirad los arlequines! (1973: su ¨²ltima novela, si exceptuamos el montaje p¨®stumo de El original de Laura), Cosas transparentes constituye una completa s¨ªntesis de los temas, obsesiones y motivos de Nabokov. En una entrevista (probablemente inventada) incluida en Opiniones contundentes (Taurus) Nabokov se escabull¨ªa de la pregunta acerca del tema de su libro diciendo que se trataba ¡°de una indagaci¨®n (¡) de una mara?a de destinos casuales¡±, lo que es no decir nada y, a la vez, revelar el sentido ¨²ltimo del argumento. Porque la novela ¡ªen realidad, una nouvelle¡ª est¨¢ construida en torno a los cuatro viajes que, a lo largo de los a?os, realiza a Suiza el editor Hugh Person, y en los que, sucesivamente, se encuentra con un elusivo escritor literario, se enamora, constata su impotencia sexual, se ve inmerso en un asesinato y regresa, por ¨²ltimo, para reencontrarse con un pasado que se le despliega como una especie de epifan¨ªa personal: y es que la transparencia s¨®lo se logra si se consigue mirar a trav¨¦s de las cosas. Novela crepuscular y llena de melancol¨ªa, Cosas transparentes demuestra una vez m¨¢s que Nabokov, uno de los m¨¢s originales narradores del siglo XX, se encuentra m¨¢s c¨®modo en la tradici¨®n de Flaubert y Proust que en la del modernismo narrativo angl¨®fono.
Chivos
Del calor tambi¨¦n se le podr¨ªa echar la culpa al Gobierno (que, no nos enga?emos, poco a poco la va teniendo de casi todo). Nos pasamos la vida buscando chivos expiatorios para evitar asumir nuestra responsabilidad en las peque?as o grandes ordal¨ªas que nos afligen. Individualmente solemos encontrarlos en la pareja, en la familia, en el vecino, en el entrenador de nuestro equipo, en el accionista mayoritario del diario, en el demonio que nunca duerme, en Frau Merkel. Colectivamente, lo han sido ¡ªy celeb¨¦rrimos¡ª los extranjeros, los jud¨ªos, los cristianos, los musulmanes, los militares, los pol¨ªticos, los intelectuales, los comunistas, los reyes, los banqueros (muy chivos expiatorios, estos d¨ªas). La expresi¨®n proviene de la costumbre israelita (Lev¨ªtico, 16: 8) de sacrificar un macho cabr¨ªo a Jehov¨¢ y abandonar en el desierto otro que, simb¨®licamente, cargar¨ªa con las culpas del pueblo elegido. De todo ello me entero leyendo Scapegoat. A History of Blaming Other People, un interesante ensayo de Charlie Campbell que ha publicado recientemente Duckworth en Reino Unido. Por cierto que el periodismo constituye un gremio particularmente se?alado como cantera de chivos expiatorios, cabezas de turco y v¨ªctimas propiciatorias. De ah¨ª, quiz¨¢s, el morbo a?adido de Muerte en verano (Alfaguara), el ¨²ltimo thriller de Benjamin Black (seud¨®nimo de John Banville), en el que el impagable doctor Quirke, uno de mis sabuesos problem¨¢ticos favoritos, se ve obligado a enfrentarse ¡ªen medio de una ola de calor insoportable que se abate sobre Dubl¨ªn¡ª al enigma planteado por el asesinato de Richard Jewell, un magnate de la prensa envuelto en una tupida red de corruptelas e intrigas pol¨ªticas. No se la pierdan.?
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