M¨¢s puede ser menos

Hace dos a?os, Sylvester Stallone, que dirig¨ªa, escrib¨ªa y protagonizaba, resucit¨® a la casi totalidad de mitos en decadencia o en formol del cine de acci¨®n con Los mercenarios, ejercicio de nostalgia para regocijo del fan¨¢tico que, quiz¨¢ por sorpresa, se convirti¨® en un ¨¦xito. Ahora, con los bonos extra de Jean-Claude van Damme y Chuck Norris (los ¨²nicos que faltaron a aquella cita, porque con Charles Bronson la resurrecci¨®n no vale solo como met¨¢fora), la colecci¨®n de cromos al completo regresa con una pel¨ªcula menos autorreferencial, menos par¨®dica, m¨¢s seria (entre comillas) y con m¨¢s presupuesto, aunque igual de abyecta: m¨¢s que ante una oda al patriotismo o al militarismo, estamos ante un homenaje al mercenarismo (y perdonen el t¨¦rmino), como si la pel¨ªcula hubiese sido financiada por Blackwater.

Se notan los millones de d¨®lares de m¨¢s y se nota la buena mano de Simon West, relevo de Stallone en la direcci¨®n, para esas secuencias de acci¨®n tan vac¨ªas como ruidosas. Aqu¨ª los chistes autopar¨®dicos se concentran en el ¨²ltimo tercio y el guion, a pesar de la simpleza de su engranaje, se sostiene mejor que en la primera gracias a unos di¨¢logos, de spaghetti western, basados en la sentencia. Algo que, parad¨®jicamente, puede ir en perjuicio de la pel¨ªcula, porque buena parte de los fans quiz¨¢ lo que busquen no sea tanto la subida de la calidad como la posibilidad de carcajearse con los mitos, de los mitos y, por qu¨¦ no, de ellos mismos.