Yo, ellas y el otro

Aunque lo normal es que las pel¨ªculas (al menos, las buenas) se sostengan sobre el guion, no son pocas las que poseen un engranaje que tiene m¨¢s que ver con una simple sinopsis atractiva, desarrollada sobre la base de una puesta en escena aguerrida, un empaque de producci¨®n admirable, una ambientaci¨®n misteriosa y un pu?ado de notables interpretaciones. Es lo que le ocurre a la coproducci¨®n argentino-espa?ola Todos tenemos un plan, debut en el largo de Ana Piterbarg, que se ve con soltura y tiene apariencia de buena pel¨ªcula. Apariencia, porque si se piensa realmente su relato, el devenir de sus personajes y los nudos que los (des)unen, apenas se sostiene.

La mezcla de drama psicol¨®gico, de intriga criminal y hasta de cine social otorga a la pel¨ªcula de Piterbarg un insolente aire libertario, al que se une una ambientaci¨®n salvaje, violenta y fronteriza que igual puede entroncar con el cine de Sam Peckinpah como, sobre todo por su ambiente isle?o y sus tormentosas relaciones entre adultos y j¨®venes, con el Bu?uel de La joven. Pero Piterbarg y su coguionista, Ana Cohan (que en Sin retorno, pel¨ªcula dirigida por su hermano Miguel, hab¨ªa demostrado buen pulso para el thriller social), no aciertan a componer un relato s¨®lido sobre la crisis de identidad. Como si hubieran tenido una fascinante idea acerca de la freudiana escisi¨®n del yo, pero luego no hubiesen sido capaces de rodearla de sentido terrenal.