Las siete vidas de Cat Power
Imprevisible, mordaz, solista inigualable. Nos empapamos en ?msterdam de la arrebatadora personalidad de Chan Marshall, alias Cat Power. La breve musa de Lagerfeld resurge de sus cenizas con nuevo disco y nos presenta a sus fantasmas.
Est¨¢ de un humor excelente. Todas las entrevistas est¨¢n saliendo muy bien¡ Y el disco¡ ?Has o¨ªdo el disco? Es magn¨ªfico, buen¨ªsimo¡¡±. Mientras subimos las escaleras del Conservatorium Hotel de ?msterdam en direcci¨®n a la habitaci¨®n en la que est¨¢ hospedada Chan Marshall (Atlanta, 1972), el joven empleado de su sello no puede reprimir la emoci¨®n. ¡°Yo viv¨ªa en un pueblo y recuerdo venir a ?msterdam a comprar los discos de Cat Power. Trabajar con ella es un sue?o¡ ?Mierda! ?No me jodas!¡±. El chico acaba de abrir la puerta de la habitaci¨®n en la que se encuentra la autora de The greatest. El olor a cigarrillo impregna toda la estancia. ¡°Nos van a multar¡¡±, informa resignado. Le sugerimos que abra la puerta del ba?o y deje correr el agua caliente de la ducha. El vapor se fundir¨¢ con el olor a nicotina. Sorprendentemente, ella decide seguir nuestras pedestres instrucciones. La industria del disco no es lo que era.
Sobre la mesa, un cart¨®n de tabaco, varias manzanas mordisqueadas, bolsas de una tienda libre de impuestos y objetos no identificados. Cama deshecha. De pie, frente al sof¨¢, Chan Marshall, de negro, con tejanos desabrochados, nuevo corte de pelo, cigarrillo entre sus dedos y unas botas de Isabel Marant. Est¨¢ guap¨ªsima. Frente a ella, un periodista con cara de miedo. ¡°?Llevas contigo el disco?¡±, pregunta Marshall, que est¨¢ aqu¨ª presentando Sun (Matador), su primer largo con material original en seis a?os, un sorprendente ejercicio de aproximaci¨®n a la electr¨®nica a nivel de usuario que la aleja de su tradicional sonido de ra¨ªces. ¡°D¨¢melo¡±, insiste. El periodista informa de que no lo lleva consigo, pero ella no parece comprar la historia. El chico del sello aparece medio mojado. El ruido de agua que procede del ba?o es ensordecedor. ¡°Este tipo tiene la copia del ¨¢lbum equivocada¡±, le informa Marshall, que sigue observando al periodista de reojo. ¡°No tiene la canci¨®n Peace and love y, en cambio, hay una que no aparece en el disco. ?C¨®mo ha sido eso? ?Esto no puede pasar! ?T¨²! ?Dame el disco!¡±, vuelve a dirigirse al periodista, que ya no sabe c¨®mo decirle que no lleva el CD encima y parece empezar a temer por su integridad f¨ªsica. Se hace un silencio. Marshall coge una manzana, la muerde y sonr¨ªe. ¡°T¨ªo, ha sido una buena entrevista y me gustan tus zapatos. Adi¨®s, cu¨ªdate¡±. El otro periodista abandona la habitaci¨®n. El chico del sello, tambi¨¦n, no sin antes cerrar los grifos del ba?o y murmurar algo en holand¨¦s. Chan Marshall se sienta en el suelo. ¡°?Hey! ?Me encantan tus zapatos!¡±, nos dice. ¡°Hoy todo el mundo lleva buenos zapatos. ?Te gustan mis botas? Creo que deb¨ª haberlas cogido en otro color. Tienen un tacto muy curioso. Toca, toca¡ A ver, ?qu¨¦ quieres saber?¡±. Esta mujer es un encanto.
En 2006, durante un vuelo con destino a Nashville, Chan Marshall empez¨® a o¨ªr voces. Era un sonido grave, profundo, que le informaba de que deb¨ªa morir. Unas semanas m¨¢s tarde, en el curso de una entrevista promocional en Miami ¨Candaba la artista presentando su celebrado The greatest¨C, la que fuera durante un rato musa de Karl Lagerfeld abandon¨® la charla con la excusa de ir al ba?o. Su intenci¨®n era tomarse un frasco de pastillas y acabar con las voces y, ya de paso, con todo lo dem¨¢s. Tras el incidente, Chan estuvo una semana ingresada en el pabell¨®n psiqui¨¢trico del hospital Mount Sinai. Hab¨ªan pasado 14 a?os desde que esta cantante sure?a llegara a Nueva York con un pu?ado de d¨®lares, un par de mudas y su silla preferida. Se hab¨ªa convertido en una de las m¨¢s indiscutibles musas de la m¨²sica alternativa global, famosa tanto por discos memorables (You are free, por ejemplo) como por sus err¨¢ticas apariciones en directo. Tras su colapso, Chan no tard¨® mucho en recomponer su vida. Se agenci¨® una nueva banda, The Dirty Delta Blues Band, con la que grab¨® Jukebox, su segundo largo de versiones. Apareci¨® en el filme My Blueberry nights, de Kar Wai Wong. Arranc¨® una relaci¨®n con el actor Giovanni Ribisi. Todo parec¨ªa estar bien hasta el d¨ªa en que se descubri¨® que, en realidad, todo estaba mal.
"Me he pasado la vida tratando de que la gente me conozca y no s¨¦ si lo he hecho bien"
¡°No ten¨ªa un duro. No hab¨ªa pagado impuestos durante dos a?os y me iban a echar de casa. Al final, bueno, me ?desahuciaron. Ten¨ªa que hacer un disco. Ped¨ª un adelanto. Me dijeron que la industria no est¨¢ para adelantos, as¨ª que tuve que utilizar mi fondo de pensiones. Entero. Me mud¨¦ a Los ?ngeles y empec¨¦ a escribir. Ya sabes, lo t¨ªpico: Cat Power con un piano y una guitarrita. Rollo depresivo. Hasta que me hart¨¦. Este no pod¨ªa ser otro disco deprimente, estaba yo demasiado fastidiada para eso. As¨ª que mientras el ingeniero jugaba a la Play o actualizaba su Facebook, yo empec¨¦ a jugar con los teclados que hab¨ªa en el estudio. Cuando entend¨ª los sonidos que sacaba cada trasto, entend¨ª lo que iba a ser este disco¡ M¨¢s o menos¡ ?Me pasas esa manzana?¡±, pregunta Marshall se?alando la fruta que hace unos minutos se le cay¨® y termin¨® alojada entre nuestros pies. ¡°No, hombre, no te agaches, ch¨²tala¡¡±.
Chan se acerca para cogerla, cuando se da cuenta de que tiene un problema: con una mano est¨¢ sujetando un cigarrillo aut¨¦ntico; con la otra, uno el¨¦ctrico. Sacude la cabeza y sigue hablando. Lo har¨¢ durante 18 minutos. Cuenta c¨®mo el sello le dijo que necesitaba un productor y que eso le sent¨® peor que si le sugirieran una liposucci¨®n. Recuerda el d¨ªa en que escuch¨® un tema del ¨²ltimo disco de Beastie Boys y c¨®mo entendi¨® que lo que necesitaba era un tipo que mezclara sus temas de aquel modo. Vol¨® a Par¨ªs para conocerlo, se plant¨® en su casa, le confes¨® que no ten¨ªa dinero para pagarle y se instal¨® en su estudio. Philippe Zdar mezcl¨® el disco y le dio cobijo. ¡°?Qu¨¦ mas? ?Qu¨¦ m¨¢s?¡ Ah, s¨ª¡ Entonces, me separ¨¦ y me cort¨¦ el pelo¡±.
"No ten¨ªa un duro y me iban a echar de casa. No pod¨ªa hacer otro disco deprimente, estaba demasiado fastidiada para eso"
Otra traum¨¢tica separaci¨®n era lo ¨²ltimo que Chan necesitaba, tanto personal como profesionalmente. Ahora era inevitable que Sun se entendiera como otro disco de ruptura, el retorno de la cl¨¢sica y abatida Cat Power. ¡°Exacto, vaya putada¡ Este no es un disco de separaci¨®n, sino un ¨¢lbum que propici¨® una separaci¨®n. Es muy distinto. Me he pasado la vida tratando de que la gente me conozca y no s¨¦ si lo he hecho demasiado bien. A veces dicen que soy herm¨¦tica, a veces parece que les molesta que sea tan transparente. Cambi¨¦ 10 veces de colegio. Las negras sospechaban de m¨ª porque quer¨ªa ser como ellas, ya que me gustaba cantar. Las blancas dudaban de m¨ª porque no estaba yo mucho por el tema del deporte. Cuando lograba hacerme un sitio, me cambiaban de colegio¡±, recuerda Marshall, quien a¨²n no ha logrado tampoco hacerle entender al mundo que, aunque no lo parezca, puede, en ocasiones, incluso disfrutar del directo. Al contrario de lo que su fama puede sugerir, insiste, los accidentes que ah¨ª se suceden no son siempre culpa suya. ¡°Estaba en Estambul y sal¨ª a tocar a las 22.30. La gente me abucheaba y yo no sab¨ªa por qu¨¦. Par¨¦ y pregunt¨¦ el motivo de su enfado. Una mujer me grit¨® que hab¨ªa salido una hora y media tarde. Que te jodan, en mi contrato pone que act¨²o a esta hora. Mira bien tu entrada, est¨²pida. ?Por qu¨¦ me echas la culpa a m¨ª?¡±. Dos meses antes de esta entrevista, Chan cancelaba su actuaci¨®n en el festival Coachella, en California, aludiendo no estar a¨²n preparada para defender en directo sus nuevos temas.
Salto en la conversaci¨®n. ¡°Es una l¨ªnea gen¨¦tica que va desde Jap¨®n hasta M¨¦xico. Es tambi¨¦n una mezcla astrol¨®gica y es algo que define tu personalidad. Por eso la gastronom¨ªa japonesa y la mexicana se parecen tanto¡±. Estamos plantados en la puerta de la habitaci¨®n, que huele otra vez a tabaco. El chico del sello est¨¢ nervioso porque Chan deber¨ªa haber atendido una entrevista por tel¨¦fono hace 10 minutos. Pero ella sigue hablando. Quiere ir a un coffee shop, ¡°fumar un poquito de hierba, solo un poquito¡±, y tal vez beberse un par de cervezas. Antes quiere explicar su linaje y los problemas de su composici¨®n astrol¨®gica. ¡°No puedo comer patatas, ni beber whisky. Me sienta mal y me engorda. Y es curioso, porque tengo sangre irlandesa. El problema es que he vuelto a hacerlo¡ Mira¡±. Se levanta la camiseta y muestra su vientre. Paso atr¨¢s. ¡°Toca, toca, joder¡¡±. Nos lleva la mano hasta su est¨®mago. Le recordamos la escena de Pulp fiction en la que Maria de Medeiros y Bruce Willis concluyen que algo de panza es deseable en el cuerpo femenino. Nos ignora. ¡°?Aprieta! ?Ves? Eso son las patatas y el whisky, aunque tambi¨¦n puede ser culpa de que haya dejado de hacer pilates¡±. Se oye un ruido en el ba?o. Alguien ha vuelto a abrir todos los grifos.?
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