Excelente Ozon y una ¡®road movie¡¯ tonta
Solo reconozco y agradezco una virtud a 'El muerto y ser feliz' y es que solo dura 90 minutos
El director franc¨¦s Fran?ois Ozon siente vocaci¨®n ancestral por las historias turbias, el psicologismo retorcido, los personajes con taras y enigmas inquietantes, el terror que amenaza a situaciones aparentemente cotidianas, las relaciones cruzadas. A veces ha resuelto esos jerogl¨ªficos pasionales con eficiencia, le funciona el suspense, contagia al espectador el desasosiego de lo que est¨¢ ocurriendo en la pantalla. En otras ocasiones todo obedece al disparate, su efectismo emocional resulta vacuo, lo que pretende que sea tr¨¢gico resulta grotesco. En Dans la maison, los defectos de su cine est¨¢n ausentes, ha conseguido una pel¨ªcula misteriosa y excelente.
Adapta una obra de teatro que desconozco. Y el argumento es apasionante. Un profesor descubre entre las redacciones que le encarga a sus alumnos que hay una dotada con estilo poderoso. Tambi¨¦n de maldad, ya que se ceba con la personalidad de un compa?ero de la clase. El profesor previene al adolescente feroz sobre la corrosi¨®n que despliega, pero no puede evitar el morbo que le provocan las sucesivas cr¨®nicas de este sobre su v¨ªctima y la vida familiar de ese, gente de la burgues¨ªa m¨¢s vulgar. La introducci¨®n a ese ambiente al parecer tiene una ¨²nica meta, que es acostarse con la guapa madre de su compa?ero. Ni el profesor ni el espectador sabemos si esas redacciones obedecen a la ficci¨®n o a la realidad. Pero el juego que nos propone Ozon sobre la mezcla de mentiras y verdades tiene capacidad para engancharte perdurablemente. Paralelamente, esta historia se cruza con otra que retrata la vida marital del profesor, un hombre enamorado del arte cl¨¢sico que observa el fraude pretencioso y banal que la peor modernidad intenta poner de moda en la galer¨ªa de arte que dirige su esposa. Ozon crea una apasionante tela de ara?a, coronada con un final en estado de gracia. Todo resulta hipn¨®tico y perturbador. Es una pel¨ªcula que sigue dando vueltas en tu cabeza mucho tiempo despu¨¦s de que haya terminado.
La rumorolog¨ªa con buenas intenciones hab¨ªa propagado que la ¨²ltima pel¨ªcula de Javier Rebollo no era tan herm¨¦tica (el adjetivo es piadoso) como su cine anterior, que se trataba de una comedia negra con formato de road movie. O sea, que previsiblemente ocurr¨ªan cosas, algo que no pude captar en sus tan pedantes como infames Lo que s¨¦ de Lola y La mujer sin piano, de las que no conservo en mi memoria ni una sola de sus im¨¢genes, pero s¨ª el aburrimiento y la irritaci¨®n que me provocaron. Esta incursi¨®n de Rebollo en ese cine de carretera que tradicionalmente acostumbra a ser entretenido se titula El muerto y ser feliz, enunciado que denota haberse estrujado el cerebro y vocaci¨®n surrealista, pero que extra?amente me provoca tanta grima como los t¨ªtulos esforzadamente l¨ªricos e intensos, aunque transparentemente cursis, de las pel¨ªculas de Isabel Coixet.
Tambi¨¦n deduzco que no ser¨¢ una road movie al uso, que no utilizar¨¢ esos recursos tan facilones y convencionales de la narrativa tradicional, que habr¨¢ experimentalismo con la marca de la casa. Y as¨ª es. El deslumbrante hallazgo del guion consiste en que las voces en off de una mujer y de un hombre, en alguna ocasi¨®n mezcladas, nos van contando lo que van a hacer los personajes, piensan, sienten, recuerdan, viven y padecen antes de que ocurra. Se supone que la historia es tr¨¢gica pero los narradores se encargan de aportar humor dadaista y sarcasmo. Con relativo ¨¦xito, ya que que hab¨ªa tres o cuatro personas que se part¨ªan de risa en la sala con esas ocurrencias geniales. Por supuesto, no se me ocurrir¨ªa pensar algo tan vil como que ese jolgorio con claves lo protagonizaban los autores de la pel¨ªcula o los amiguetes que jam¨¢s te dejan solo en ese momento tan tenso de los estrenos. ?Y d¨®nde est¨¢ la gracia? Lo ignoro, pero seguro que existe. Jos¨¦ Sacrist¨¢n interpreta a un asesino profesional que ya es incapaz de cumplir sus encargos. Ocurre que est¨¢ corro¨ªdo por el c¨¢ncer, pero una enfermera muy mona que se resiste a ense?arle las tetas, aunque s¨ª le hace pajas, le vende un cargamento de morfina para espantar provisionalmente al espantoso dolor. El terminal se embarca con su costroso coche en un viaje al final de la noche, a la nada, o a lo que decida el capricho de la guionista. Lo hace a trav¨¦s de carreteras secundarias de Argentina, paisajes desolados y hoteles de otra ¨¦poca. Tambi¨¦n se le agrega una dama de la que nos cuentan que es coja, aunque a los cinco minutos nos aclaran que no es coja, que era una broma. ?Y qu¨¦ hace el asesino canceroso? Nada particularmente fascinante para el espectador. Meterse picos de morfina en la barriga, fumar crack con la funda de un bol¨ªgrafo, machacarse el tabique nasal con coca¨ªna cuando no hay posibilidad de encontrar jaco, cantar aflamencadas coplas, intentar recordar el nombre de la gente que mat¨®, improvisar chistes, lo que se le ocurra caprichosamente sobre la marcha a los autores de este pretencioso e insufrible buceo en la nada. Sacrist¨¢n hace lo que puede, que no es mucho, ya que nos ense?an todo antes de que pueda expresarlo. Y es tan generoso que se presta a ense?ar sus genitales cuando se lo pide este director tan moderno que detesta todo lo que huela a convencional. Solo reconozco y agradezco una virtud a El muerto y ser feliz y es que solo dura 90 minutos. Se hacen largu¨ªsimos, pero podr¨ªa ser peor si Rebollo hubiera decidido que necesitaba tres horas para transmitir su gratuito universo.
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