¡°La mala historia conduce a una mala pol¨ªtica¡±
John H. Elliott descubre en su nuevo libro el origen de su fascinaci¨®n por la Espa?a del siglo XVII
La culpa fue de Vel¨¢zquez. El joven estudiante de Historia John H. Elliott (Reading, Inglaterra, 1930) cay¨® rendido a sus pies nada m¨¢s descubrirle en su primera visita al Museo del Prado, un traqueteado verano de 1950 en el que recorr¨ªa Espa?a en un ajado cami¨®n militar. Entre todas ellas le sobrecogi¨® el gran retrato ecuestre del conde-duque de Olivares, el valido de Felipe IV, montado sobre un caballo encabritado, engalanado con oropeles de mando, mirando como un caudillo que chequea la predisposici¨®n de las tropas. ¡°Poco importa que en realidad nunca mandara a sus soldados en este campo de batalla ni en ning¨²n otro¡±, desvela Elliott, ¡°si alguna vez ha habido un retrato donde se personificara la arrogancia del poder, ha de ser sin duda este¡±.
Se apropi¨® de la imagen, o tal vez sea m¨¢s preciso afirmar que la imagen se apoder¨® de ¨¦l. Elliott decidi¨® que necesitaba saber mucho m¨¢s de aquel hombre, de aquel tiempo y de aquel pa¨ªs que se encontraba, acaso sin gran conciencia colectiva, en ¡°el v¨¦rtice entre la grandeza y la decadencia¡±. Durante las seis d¨¦cadas siguientes, indag¨® a conciencia en ese pasado que en Gran Breta?a se ignoraba o se falseaba. El desconocimiento le dej¨® campo libre para especializarse. Public¨® t¨ªtulos ya esenciales como La Espa?a imperial (1963), La revuelta de los catalanes (1965), El conde duque de Olivares (1986) o Imperios del mundo atl¨¢ntico. Espa?a y Gran Breta?a en Am¨¦rica (2006). Y por supuesto, Un palacio para el rey, una investigaci¨®n sobre la corte de Felipe IV a partir del estudio del palacio del Buen Retiro elaborada con la paciencia de dos eremitas junto al historiador del arte Jonathan Brown.
'Haciendo historia' es una gu¨ªa ¨ªntima y a la vez profesional sobre el oficio
En cuanto a los estereotipos, hizo todo lo que pudo para desterrarlos. ¡°Todav¨ªa tienen vigencia, es una lucha constante, pero me gustar¨ªa pensar que he contribuido a cambiarlos¡±, explica durante una entrevista en Madrid. Elliott acaba de publicar Haciendo Historia (Taurus), una gu¨ªa a la vez ¨ªntima y profesional por los entresijos del oficio, los temas que han ocupado a los historiadores en las ¨²ltimas d¨¦cadas y las transformaciones de la profesi¨®n, como la incorporaci¨®n de mujeres que llevaron de la mano el inter¨¦s por la historia social. ¡°Este libro es a la vez personal e impersonal¡±, avisa desde la primera l¨ªnea el catedr¨¢tico que ha pasado por las aulas m¨¢s reverenciadas: Oxford, Princeton, Cambridge. En ¨¦l cuenta por qu¨¦ Espa?a ¡ªy no Francia o Italia¡ª se convierte en su materia de estudio. La encontr¨® diferente. Por su encrucijada entre religiones (cristianismo, juda¨ªsmo e islam) y etnias. Por urdir un imperio de ultramar antes que ninguna potencia europea. Por su tensi¨®n entre unidad y diversidad territorial. Una no muy distinta a la que vuelve a estar sobre la mesa. ¡°He pasado mi vida desmitificando la historia¡±, aclara, ¡°as¨ª que me preocupa cuando surge esta historia reduccionista, deformada en el fondo. La mala historia conduce a una mala pol¨ªtica, aunque ya s¨¦ que los pol¨ªticos escogen lo que quieren del pasado¡±.
Pertenece Elliott a una especie en extinci¨®n: la generaci¨®n de prestigiosos hispanistas que contribuyeron a iluminar periodos envueltos en nieblas. La Espa?a de la posguerra que cautiv¨® a Elliott era un lugar de material exuberante desperdigado en archivos ¨¢ridos. A los historiadores locales les faltaban recursos y les sobraban trabas. La censura no era la menor de ellas. Ser extranjero era m¨¢s f¨¢cil. Ya no. Elliott considera que el hispanismo ya no tiene sentido. ¡°Hay ya muy buenos historiadores en el pa¨ªs, est¨¢n muy al d¨ªa en cuanto a conocimiento. No hacen falta como en los cincuenta, entonces hab¨ªa buenos historiadores, como Vicens Vivens o Dom¨ªnguez Ortiz, que trabajaban con grandes dificultades¡±, recuerda.
Mirando hacia atr¨¢s, siente la insatisfacci¨®n propia del especialista que conoce mejor que nadie sus lagunas. Tambi¨¦n cierto orgullo: ¡°Espero haber podido cambiar nuestra visi¨®n de una ¨¦poca tan importante de Espa?a y transformar algo la visi¨®n de la Europa de esos siglos. Mostr¨¦ c¨®mo funcionaba una monarqu¨ªa compuesta, un t¨¦rmino que los historiadores tambi¨¦n comienzan a emplear ahora sobre Gran Breta?a¡±.
Cada generaci¨®n se a¨²pa sobre los hombros de la anterior, aunque a veces sea con la finalidad de derribarla: ¡°La historia es una empresa colectiva. Hasta cierto punto cada generaci¨®n se basa en la obra de sus predecesores bien para apoyarse o para encontrar otra perspectiva. Cada generaci¨®n va a rescribir la historia. Ninguna historia es definitiva¡±.
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