El escorpi¨®n, la rana y la naturaleza humana
El cient¨ªfico Edward O. Wilson sustenta en la vida social y el altruismo su nuevo estudio sobre la esencia del hombre
La conquista social de la Tierra
Edward O. Wilson
Traducci¨®n de Joandom¨¨nec Ros
Debate. Barcelona, 2012
382 p¨¢ginas. 23,90 euros (electr¨®nico: 15,99)
Existe una vieja f¨¢bula que cuenta que un escorpi¨®n le pidi¨® a una rana que lo transportase a trav¨¦s de un arroyo. La rana se neg¨®, diciendo que tem¨ªa que el escorpi¨®n la picase, pero ¨¦ste le asegur¨® que no har¨ªa tal cosa. ¡°Despu¨¦s de todo¡±, le dijo, ¡°ambos perecer¨ªamos si yo te picara¡±. En vista de ello la rana acept¨®. Sin embargo, a medio camino de la traves¨ªa del arroyo el escorpi¨®n le clav¨® su letal aguij¨®n. ¡°?Por qu¨¦ lo hiciste?¡±, pregunt¨® la rana mientras ambos se hund¨ªan bajo la superficie. ¡°Es mi naturaleza¡±, contest¨® el escorpi¨®n.
Si hubiese que resumir en pocas palabras el tema central del libro objeto de la presente rese?a, La conquista social de la Tierra, bastar¨ªa con decir que trata de responder a la cuesti¨®n de cu¨¢l es la naturaleza humana, una cuesti¨®n que es dif¨ªcil contestar con la seguridad que el escorpi¨®n dio a la rana. ?Cu¨¢l es, en efecto, nuestra naturaleza? El autor de esta obra es Edward Wilson (1929), que no s¨®lo es un entom¨®logo de talla mundial, probablemente el mayor experto en el estudio de las hormigas (mirmecolog¨ªa), sino tambi¨¦n un magn¨ªfico y prol¨ªfico autor de libros destinados al p¨²blico general, ocupaci¨®n en la que ha cosechado ¨¦xitos de importancia: gan¨® dos premios Pulitzer, el primero (1979) por ¡ªel tema al que ahora vuelve¡ª Sobre la naturaleza humana y el segundo (1991) por Las hormigas, que escribi¨® junto a Bert H?lldobler. La conquista social de la Tierra constituye en mi opini¨®n algo as¨ª como su visi¨®n ¨²ltima de la naturaleza, a cuya comprensi¨®n y conservaci¨®n tantos esfuerzos ha dedicado. Comprender la naturaleza humana es para Wilson ser capaces de contestar a las preguntas m¨¢s transcendentales que podemos hacernos: ?de d¨®nde venimos?, ?qu¨¦ somos? Preguntas que deber¨ªan servirnos para plantearnos otra no menos fundamental, la de ?ad¨®nde vamos? La ciencia, como la historia, recordemos, encuentra una de sus justificaciones m¨¢s s¨®lidas si nos sirve para actuar sobre el presente y orientar el futuro.
Dec¨ªa antes que hace m¨¢s de tres d¨¦cadas Wilson ya se ocup¨® de este tema, pero los avances cient¨ªficos realizados, especialmente durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, permiten plantearlo ahora de manera m¨¢s satisfactoria y m¨¢s coherente. La conclusi¨®n a la que ha llegado Wilson es que la clave del asunto se encuentra en el concepto de ¡°sociabilidad¡±, de ¡°social¡±. El Santo Grial en el que se basa es el concepto de ¡°eusocialidad¡±, la caracter¨ªstica de los individuos ¡°eusociales¡±, aquellos que se re¨²nen en grupos que contienen m¨²ltiples generaciones y que est¨¢n dispuestos a realizar actos altruistas como parte de su divisi¨®n de trabajo. Resulta, y ello ya nos dice algo sobre nuestra privilegiada posici¨®n en la historia de la vida sobre la Tierra, que han existido muy pocos individuos de este tipo a lo largo de la historia de la Tierra: tres clases de insectos, las abejas mel¨ªferas, los termes constructores de termiteros y las hormigas, y una especie de hom¨ªnidos, los Homo sapiens, esto es, nosotros.
Una vez centrados en la sociabilidad, en la eusocialidad, surgen m¨²ltiples cuestiones ligadas b¨¢sicamente a por qu¨¦ existe la vida social avanzada y por qu¨¦ se ha dado tan pocas veces en la historia de la vida, as¨ª como cu¨¢les han sido las fuerzas motrices que la hicieron aparecer. Ahora bien ¡ªy esto es un problema¡ª ?no es una de las ense?anzas centrales de la selecci¨®n natural introducida por Darwin, la de la lucha por la existencia, aquello de la competici¨®n por preservar y transmitir los genes propios? Wilson reconoce este hecho, que la fuerza evolutiva que abri¨® camino a nuestro linaje a trav¨¦s del laberinto evolutivo fue la selecci¨®n natural, pero una selecci¨®n que se aplic¨® no s¨®lo a los individuos sino tambi¨¦n a los grupos. ¡°En la evoluci¨®n social gen¨¦tica¡±, escribe, ¡°existe una regla de hierro, seg¨²n la cual los individuos ego¨ªstas vencen a los individuos altruistas, mientras que los grupos altruistas ganan a los grupos de individuos ego¨ªstas. La victoria nunca ser¨¢ completa; el equilibrio de las presiones de selecci¨®n no puede desplazarse hasta ninguno de los dos extremos. Si tuviera que dominar la selecci¨®n individual, las sociedades se disolver¨ªan. Si acabara dominando la selecci¨®n de grupo, los grupos humanos acabar¨ªan pareciendo colonias de hormigas¡±.
Sustentado por este pilar, el de la eusocialidad, Wilson desarrolla su trama, en un aut¨¦ntico tour de force, reuniendo informaci¨®n procedente de m¨²ltiples disciplinas, desde la gen¨¦tica molecular, la neurociencia y la biolog¨ªa evolutiva hasta la arqueolog¨ªa, la ecolog¨ªa, la psicolog¨ªa social y la historia. Como basa su argumentaci¨®n en la caracter¨ªstica grupal y ¨¦sta apareci¨® primero en algunos insectos, dedica algunos cap¨ªtulos a ¨¦stos, en particular a las hormigas, su especialidad, con la razonable esperanza de encontrar all¨ª claves para comprender c¨®mo semejante caracter¨ªstica surgi¨® en nuestra especie. Aunque inevitables, puede que m¨¢s de un lector encuentre estos cap¨ªtulos a veces algo pesados y excesivamente prolijos, pero se ver¨¢ compensado por otros que sentir¨¢ muy vivamente como ¡°suyos¡±, los dedicados a c¨®mo evolucion¨® la cultura, los or¨ªgenes del lenguaje, la moralidad, el honor, las artes creativas y la religi¨®n. Sobre ¨¦stas, Wilson, que entiende bien su firme basamento eusocial, es particularmente duro: ¡°?Por qu¨¦ raz¨®n¡±, escribe, ¡°es prudente poner abiertamente en tela de juicio los mitos y los dioses de las religiones organizadas?¡±. Y contesta: ¡°Porque son idiotizantes y divisivos¡ Porque fomentan la ignorancia, distraen a la gente de reconocer los problemas del mundo real y con frecuencia los conducen en direcciones equivocadas que provocan acciones desastrosas¡±. Valga este ejemplo para se?alar a los lectores que La conquista social de la Tierra es, efectivamente y como promete su autor al inicio, m¨¢s que una reconstrucci¨®n de los caminos que han conducido a la aparici¨®n y consolidaci¨®n de los Homo sapiens; es tambi¨¦n una valiosa ayuda para comprender nuestra propia naturaleza, una naturaleza eficaz para nosotros, pero peligrosa, muy peligrosa para el conjunto de la vida terrestre. Acaso comprendi¨¦ndonos, podamos evitar lo peor que hay en nosotros mismos: nuestra depredadora naturaleza.
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