El arte latinoamericano de la indisciplina
El escritor analiza 'Perder la forma humana', la exposici¨®n del Reina Sof¨ªa sobre el arte de los ochenta en Am¨¦rica Latina
Hace m¨¢s de dos a?os, el Museo Reina Sof¨ªa inauguraba Principio Potos¨ª, una aproximaci¨®n europea a Am¨¦rica Latina que ten¨ªa su punto de partida nada menos que en El Capital de Marx y el colonialismo. Perder la forma humana, inaugurada el pasado jueves,obedece exactamente a un desplazamiento contrario. Ahora, es Am¨¦rica Latina la que parece invadir el museo espa?ol, con "una imagen s¨ªsmica de los a?os ochenta" que conmocionar¨¢, sin duda, al espectador de estos tiempos tambi¨¦n convulsos.
Hay que advertir que estos "a?os ochenta" no son "cronol¨®gicamente correctos". Los comisarios del proyecto, agrupados en la Red Conceptualismos del Sur, han preferido un ensanchamiento temporal -y tambi¨¦n pol¨ªtico- que va desde 1973, a?o del golpe de Pinochet en Chile, hasta 1994, con el surgimiento del movimiento zapatista en M¨¦xico.
Se trata de una ¨¦poca turbulenta marcada por el acenso y ca¨ªda del sandinismo en Nicaragua y la represi¨®n militar en el Cono Sur -Operaci¨®n C¨®ndor incluida-. Es el tiempo del llamado conflicto de baja intensidad en Centroam¨¦rica, ese espacio t¨®rrido de la guerra fr¨ªa y asimismo de las Malvinas. Son a?os en los que neoliberalismo y dictaduras se dan la mano con la anuencia del reaganismo y tambi¨¦n, ya en ese 1994 que cierra la exposici¨®n, donde se perfila el Guant¨¢namo posterior de la globalizaci¨®n.
Todas estas contradicciones aparecen en el trazado propuesto en Perder la forma humana, una exhaustiva revisi¨®n de la contracultura latinoamericana de esos tiempos, que recoge, por primera vez, la forma en que varios artistas de esos a?os fueron capaces de somatizar, en sus acciones, representaciones y sus propios cuerpos, esa p¨¦rdida de humanidad que hab¨ªa detectado Primo Levi producto de la represi¨®n fascista.
Desde las performances transgresoras de Las Yeguas del Apocalipsis hasta la literatura underground de N¨¦stor Perlongher, desde el rock underground hasta los grafitis de OV3RGOZE, desde la teatralidad del grupo argentino El Perif¨¦rico de objetos hasta agrupaciones de resistencia ciudadana como Mujeres por la vida, la exposici¨®n va armando una constelaci¨®n de comunidades radicales que hicieron de la calle su espacio natural de actuaci¨®n. Se trata, en su mayor¨ªa, de proyectos colectivos en los que el cuerpo ocupa un lugar central y se convierte en un campo de batalla donde tienen cabida, siempre desde el extremo, la tortura y la desaparici¨®n, pero tambi¨¦n el carnaval y todo tipo de sexualidades. No es casual, en esta l¨ªnea, la importancia del chileno Pedro Lemebel, que es una especie de gu¨ªa por ese infierno represivo que reproduce muy bien esta muestra.
Avanzamos por un derrotero con cierta predilecci¨®n an¨¢rquica, desde una ¨¦poca pre-digital y carnal, precaria y exuberante en la que el cuerpo propasa los l¨ªmites permitidos. Curiosamente, ese estiramiento del individualismo es lo que crea lo comunitario y no al rev¨¦s. Otro acierto de este proyecto est¨¢ en la dignificiaci¨®n de la cultura popular, antes de que esta quedara secuestrada por el pop, esa contracci¨®n posterior.
Sin los eufemismos de una Latinoamerica "esencial", y sin convertir en ning¨²n caso la pobreza o la resistencia en folclor, esta historia tiene m¨¢s de un punto de conexi¨®n con las Jornadas Libertarias de 1977 en Barcelona y alcanza muchas complicidades con un movimiento reciente como el del 15-M, acaso su p¨²blico contempor¨¢neo m¨¢s id¨®neo en Espa?a.
Es importante entender que no es con la instituci¨®n occidental del primer mundo -a la cual Joseph Beuys o Hans Haacke agred¨ªan desde otras instituciones "antiinstitucionales" y de otros mercados "antimercantiles"- con la que se vieron estos artistas, sino con una instituci¨®n latinoamericana que ignoraba, cuando no reprim¨ªa, la diferencia, a la que hab¨ªa que dejar fuera a cualquier precio. Conviene a?adir que a la represi¨®n gubernamental se sumaban los dogmas de la izquierda partidista o armada. Por su parte, el af¨¢n documental superaba a las propias acciones "art¨ªsticas" para dejar constancia de lo que estaba ocurriendo, m¨¢s all¨¢ del circuito cultural, a toda la sociedad.
La exposici¨®n tiene igualmente, ausencias alarmantes que constituyen su punto flaco. En primer t¨¦rmino, la ausencia de los colectivos art¨ªsiticos cubanos de esa ¨¦poca (tan s¨®lo aparece en la documentaci¨®n con un v¨ªdeo de Glexis Novoa). No constatar lo que ocurr¨ªa desde la izquierda en el poder indica un entumecimiento ideol¨®gico impropio de una exposici¨®n tan prolija. El otro punto d¨¦bil est¨¢ en la ausencia de los proyectos realizados por colectivos latinos en Estados Unidos, como es el caso del activismo chicano o del Group Material, que no hubieran desentonado de ninguna manera.
No obstante a eso, Perder la forma humana contradice la idea tan extendida de que lo radical est¨¢ peleado con el rigor y tiene el m¨¦rito adicional de convertir en un texto central lo que hasta ahora hab¨ªa sido una nota al pie en la historia de la cultura latinoamericana.
Babelia
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