El loco Salinas
No hay relato que sintetice mejor el mundo de Georges Simenon que El hombre en la calle. Ahora podemos leerlo en el peque?o volumen que acompa?a la publicaci¨®n en Acantilado de los primeros t¨ªtulos de las obras completas de este gran autor. El hombre en la calle es un cuento que, entre los muchos de Simenon, habr¨ªa pasado desapercibido de no ser por Garc¨ªa M¨¢rquez, que lo ley¨® de joven en un hotel de Guajira, en Colombia, y luego olvid¨® el t¨ªtulo, aunque nunca lo que all¨ª se narraba. Se pas¨® d¨¦cadas buscando ese relato perdido, hasta que Toni L¨®pez Lamadrid investig¨® y dio con el cuento y lo public¨® en Tusquets en 1994.
El hombre en la calle narra una persecuci¨®n, en realidad un duro cerco: ¡°As¨ª empez¨® una cacer¨ªa que iba a prolongarse durante cinco d¨ªas y cinco noches, entre transe¨²ntes apresurados, en un Par¨ªs indiferente, de bar en bar, de taberna en taberna; por un lado, un hombre solo; por otro, Maigret y sus inspectores¡¡±.
El perseguido tiene al principio la apariencia de un hombre educado y de orden, pero se va convirtiendo a lo largo de los d¨ªas, a medida que cada vez est¨¢ m¨¢s a la intemperie o en los bares, en un hombre a secas, un hombre solo, un hombre en el que se dibujan los rasgos del monstruo que hay en todos nosotros.
¡°El hombre desnudo, despojado de todo cuanto lo disimula ante el mundo, ese es el h¨¦roe de Simenon¡±, ha escrito Pierre Assouline. Ese h¨¦roe, seg¨²n F¨¦licien Marceau, es ¡°el hombre de las cavernas m¨¢s algunas neurosis¡±. En definitiva, el hombre en lucha con su destino. Maestro en describir ese combate, Simenon demostr¨® una capacidad desbordante (seg¨²n Banville, una compulsi¨®n) para mostrar el mundo tal como realmente es, en todo su raquitismo, emoci¨®n y bestialidad. Sus lectores conocen bien ese ¡°momento decisivo¡± en que pilla desprevenida a la realidad y la capta en su m¨¢s genuina esencia. Simenon, el gran moderno, fue experto en acercarse al alma del hombre solo, tan pr¨®ximo a aquel Baudelaire que inm¨®vil en Par¨ªs o¨ªa c¨®mo lentamente los le?os ca¨ªan sobre el empedrado y anunciaban el invierno, y todo lo escuchaba en estado de vela, sin sentir la necesidad de hacer nada, salvo o¨ªr ese sonido, sordo y repetido, el sonido de la vida.
Sin necesidad de hacer nada, as¨ª vive el tucumano Carlos Horacio Salinas en el barrio de Caballito, en Buenos Aires. Durante d¨ªas y noches, el periodista Diego Jemio fue estrechando un largo cerco, al estilo Maigret, para dar con ¨¦l y entrevistarlo para Panenka, formidable revista barcelonesa que ensambla f¨²tbol con literatura. Al final, a Horacio lo encontr¨® en la calle, explicando a quien quisiera o¨ªrle que fue campe¨®n de la Libertadores y del mundo con Boca Juniors y un d¨ªa lleg¨® a tener un mill¨®n de d¨®lares, siete pisos y muchas mujeres y coca¨ªna, pero fue transferido como parte del pago por el traspaso de un tal Diego Maradona y ese fue el comienzo de su fin: ¡°Qu¨¦ puta suerte la m¨ªa. Pens¨¦: paso varios a?os en Boca y justo ahora tiene que venir el mejor del mundo¡±.
Toda la entrevista con Horacio alias El Loco Salinas tiene la atm¨®sfera de un Simenon implacable. No falta en ella el cl¨¢sico hombre solo y despojado, a solas con su verdad m¨¢s seria, un tipo de 58 a?os con el aura de quien ¡°pudo ser rey¡± de no haberse cruzado con Maradona. Detenciones policiales, un intento de suicidio, todo eso pas¨® en otros d¨ªas. En la actualidad El Loco est¨¢ sosegado, no hace nada nunca, mientras escucha c¨®mo caen los le?os que anuncian un invierno implacable. No tiene tel¨¦fono, no quiere hablar con nadie ni que nadie hable con ¨¦l. Es todo un Oblomov (el gandul de la literatura rusa) sin saberlo.
¡ªLa gente est¨¢ muy pelotuda. Se toman la vida muy a pecho. ?Y qu¨¦ es la vida?
¡ªNo s¨¦, Horacio. ?Qu¨¦ es?
¡ªNada es la vida.
Como en el mejor relato de Simenon, El Loco siente el aliento del aire fr¨ªo en el ¨²ltimo callej¨®n del barrio.
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