Connery, o sea Bond
"Todos los actores que han interpretado despu¨¦s al personaje, mejores o peores, a su lado parecen imposturas, plagios forzados o involuntarias caricaturas"
Recibo un paquete que debido a su peso se supone que contiene un mont¨®n de libros. Solo hay uno. De dimensiones extraordinarias. Solo puedes leerlo si reposa en una mesa, en el suelo o en la cama. Un libro tan mimado en su edici¨®n que te resulta ins¨®lito o a punto de desaparecer en una ¨¦poca en la que el papel empieza a ser anacr¨®nico, cuando ya resulta normal ver a gente a tu alrededor que devora literatura, ensayo o poes¨ªa a trav¨¦s de unas m¨¢quinas muy pr¨¢cticas, sin olor ni sabor, llamadas libros electr¨®nicos. Lo ha publicado Taschen, la aristocracia de la edici¨®n ilustrada, se titula Los archivos de James Bond y homenajea exhaustiva y lujosamente el cincuentenario de un mito perdurable, un se?or con licencia para matar y siempre al servicio de su graciosa Majestad cuya escueta aunque fascinante tarjeta de presentaci¨®n ha sido, es y ser¨¢: ¡°Me llamo Bond, James Bond¡±. Ante estas palabras m¨¢gicas, varias generaciones de espectadores ya saben lo que van a consumir con renovado deleite.
Reconociendo que Bond fue uno de los iconos del cine espectacular durante la segunda mitad del siglo XX y que ha extendido su imperio al XXI, nunca ha formado parte de mis amores incondicionales, ni siquiera provisionales.
Reconociendo, c¨®mo no, que sus t¨ªtulos de cr¨¦dito siempre han sido excepcionales, que las damas que intentan liar, seducir, o destruir a Bond son guapas, sensuales y morbosas (la aparici¨®n de Ursula Andrews saliendo del agua con un biquini blanco y un cuchillo en la cintura pertenece a la imagen indestructible del erotismo), que algunos de sus villanos permanecen memorables, que sus efectos especiales, peleas y persecuciones han creado espect¨¢culo imponi¨¦ndose como norma el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, que si la capacidad magn¨¦tica del personaje y las diversas f¨®rmulas para contar sus aventuras han funcionado durante cincuenta a?os es algo que posee razones s¨®lidas.
Bond fue creado literariamente por Ian Fleming en novelas tan sofisticadas como bien escritas. Harry Saltzman y Albert Broccoli fueron los productores que descubrieron y explotaron una mina inagotable. Terence Young demostr¨® en 007 contra el Doctor No, Desde Rusia con amor (a mi gusto la mejor pel¨ªcula de Bond) y Operaci¨®n Trueno que ha sido el director m¨¢s inspirado de la serie. Y, por supuesto, descubrimos en ella a uno de los m¨¢s grandes actores de la historia del cine. Se llama Sean Connery. Bond es ¨¦l. Todos los actores que han interpretado despu¨¦s al personaje, mejores o peores, a su lado parecen imposturas, plagios forzados o involuntarias caricaturas. Queda bien asegurar que Connery solo se convirti¨® en un actor genial a medida que envejec¨ªa. Yo creo que fue excelente desde el principio. Su Bond es puro estilo, sentido del humor y del cinismo, ritmo, chuler¨ªa con sentido, virilidad, perversi¨®n, elegancia.
Con Roger Moore apareci¨® el tono par¨®dico, el gui?o a los espectadores convenci¨¦ndoles de que todo era de broma, un juguete divertido. Jam¨¢s pill¨¦ su desbordante gracia. Y cuesta recordar algo n¨ªtido de George Lazenby, Timothy Dalton y Pierce Brosnan. Daniel Craig es un Bond ins¨®lito, amargo, atormentado y oscuro. Tambi¨¦n ha cambiado (y es de agradecer) el tono en Casino Royale y Quantum of Solace. Hay preocupaci¨®n por la calidad. Un director tan prestigioso como Sam Mendes acepta dirigir Skyfall, la ¨²ltima entrega de la serie. Tengo muchas ganas de verla, algo que no me suele ocurrir con Bond. Tambi¨¦n por comprobar si Javier Bardem puede crear un malvado tan impresionante como el de No es pa¨ªs para viejos. Imagino que Bond llegar¨¢ a centenario, que el negocio funciona a corto y largo plazo.
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