Mercenario
Por una desidia enfermiza pero tambi¨¦n comprensible hacia la personalidad y el discurso de la clase pol¨ªtica, por esa actitud tan escapista, irresponsable e inc¨ªvica de apagar la televisi¨®n y la radio cada vez que alguien de ese gremio que jamas estar¨¢ amenazado por el paro comienza a tirarse el rollo ofreciendo soluciones para aliviar la penuria ajena, existen muchos personajes de esa profesi¨®n a los que no les pongo rostro ni voz. Por ello, no puedo identificar los rasgos f¨ªsicos ni verbales de un portavoz del PP llamado Rafael Hernando. Pero no albergo ninguna duda de que debe de tener un concepto muy elevado de s¨ª mismo cuando tiene tan claro lo abyectos que son los que no piensan lo mismo que ¨¦l. Entiendes que los muy civilizados partidos pol¨ªticos encuentren muy colorista y gracioso disponer de un perro estrat¨¦gicamente rabioso para asustar al enemigo, pero para ser un bicho sulf¨²rico se precisa dominar el arte del insulto, que el veneno con el que quieres exterminar al osado rival tenga poder corrosivo. La boca deslenguada y sarc¨¢stica de Alfonso Guerra pose¨ªa ese infrecuente don. Sus salvajes y precisas definiciones de los rivales estaban regidas por una inteligencia fr¨ªa, la cicuta ara?aba a su objetivo.
Pero dudo que el juez Pedraz, ese se?or que habla en tono decepcionante del comportamiento de los pol¨ªticos y reivindica el derecho de la plebe a mostrar su encabrone con ellos en las afueras del Parlamento, se vea asaltado por otra sensaci¨®n que no sea la risa conmiserativa al ser calificado por el agudo portavoz pepero como un pijo ¨¢crata. Pens¨¢ndolo bien, le est¨¢ llamando dandi. No es una forma indigna de andar por la vida. Y por supuesto, para ser un aut¨¦ntico dandi, es preciso poseer talento.
Tambi¨¦n es muy pobre su patri¨®tico convencimiento de que Javier Bardem es un mercenario y un gran villano. Al mercenario se le alquila, cobra y ejecuta. Que sepamos, este actor solo cobra cantidades mareantes y presuntamente amortizables a cargo de las productoras por hacer muy bien su trabajo. O sea, interpretar, algo que valoran los espectadores de cualquier parte, ya que pagan la entrada para verle. Y este se?or, que tanto triunfa en su trabajo, tiene derecho a opinar lo que le salga del cerebro, del coraz¨®n o de los genitales, sobre el paro y sus causantes. No le pagan por matar, el gran villano se limita a interpretarlos en las ficciones. Con infinito arte.
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