A la santidad por ¡®Gran Hermano¡¯

Con Gomorra (2008), la pel¨ªcula que le coloc¨® bajo el foco de atenci¨®n de la cinefilia internacional, el italiano Matteo Garrone lograba algo m¨¢s que una inteligente traslaci¨®n de la obra de no ficci¨®n de Roberto Saviano sobre la Camorra: su trabajo marcaba un radical punto de ruptura, conceptual y est¨¦tico, en el tratamiento cinematogr¨¢fico de la mafia, dominado durante d¨¦cadas por los modelos coet¨¢neos y complementarios establecidos por Francis Ford Coppola y Martin Scorsese. A trav¨¦s de una narrativa laber¨ªntica, sin centro posible, levantada sobre las encrucijadas entre la ficci¨®n y el documental, el cineasta describ¨ªa el funcionamiento de un microcosmos t¨®xico ¡ªla gesti¨®n de residuos radioactivos por parte de la Camorra funcionaba como documento y precisa met¨¢fora¡ª, donde ya no ten¨ªa ning¨²n sentido hablar ni de ¨¦pica, ni de su crep¨²sculo y donde, por supuesto, no ten¨ªan cabida las tradicionales estructuras dram¨¢ticas de redenci¨®n, expiaci¨®n o irredimible ca¨ªda. Gomorra era, en suma, un elocuente recorrido a trav¨¦s de un universo enfermo y la estrategia de Garrone permit¨ªa entender la relaci¨®n entre un taller de trabajadores explotados y el glamuroso vestido que una estrella de Hollywood pod¨ªa lucir sobre una alfombra roja.

Reality, el siguiente trabajo del director, supone un aparente cambio de tercio que ha desconcertado a algunos incondicionales de Gomorra: es, en efecto, una pel¨ªcula muy distinta, pero no hay menor ambici¨®n en juego en esta compleja puesta al d¨ªa de los postulados del neorrealismo para los tiempos de la devastaci¨®n espiritual tras el paso de la videocracia berlusconiana. Garrone ha encontrado en el convicto Aniello Arena ¡ªexsicario de la Camorra que se form¨® en los mismos talleres de teatro tras las rejas que documentan los Taviani en C¨¦sar debe morir¡ª el perfecto heredero del pulso tragic¨®mico de int¨¦rpretes como Nino Manfredi o Alberto Sordi.

Con una sintaxis donde predominan los largos planos secuencia, Reality se plantea el reto de conciliar algunos postulados de la comedia neorrealista con la subjetividad de un personaje que ir¨¢ perdiendo su sentido de la realidad. As¨ª, el relato de este pescadero napolitano empe?ado en ingresar en las filas del programa Gran Hermano basa su planteamiento estil¨ªstico en una aparente paradoja, que permite cerrar el discurso con una espectacular escena epif¨¢nica colocada en el territorio de una irresoluble ambig¨¹edad. Matteo Garrone logra uno de sus apuntes m¨¢s incisivos al convertir Reality en una pel¨ªcula religiosa bastarda: cuando la paranoia del protagonista sobre su cotidianidad v¨ªdeo-vigilada acaba inspir¨¢ndole una vocaci¨®n de santidad, la sutileza provocadora del conjunto toca el cielo.