¡°Nadie quiere retorcerle el cuello a la Capilla Sixtina para sacar dinero¡±
Expertos, restauradores y el director de los Museos Vaticanos detallan el futuro de la obra Debaten la opci¨®n de un acceso con n¨²mero cerrado para los turistas
Ni el Papa. Por mucho que Julio II quisiera curiosear, Miguel ?ngel siempre respond¨ªa lo mismo: no. Hasta que los frescos de la Capilla Sixtina no estuvieran terminados, nadie salvo el propio artista deber¨ªa verlos. Pero el Papa es el Papa y finalmente consigui¨® echar un vistazo a la obra antes de la inauguraci¨®n oficial del 31 de octubre de 1512. Y con ¨¦l, Miguel ?ngel tuvo que aceptar unos cuantos visitantes m¨¢s.
Nada que ver sin embargo con la masa que la Capilla Sixtina acoge hoy en d¨ªa, a medio milenio de la realizaci¨®n de El juicio final y sus hermanos: m¨¢s de 20.000 visitantes diarios, cinco millones en un a?o. ?Demasiados? Tal vez, ya que estos d¨ªas el director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci, ha llegado a plantearse establecer un n¨²mero cerrado para acceder a la sala. Antes de perder la partida con el paso del tiempo queda sin embargo una ¨²ltima, decisiva, carta.
¡°En 2010 lanc¨¦ un proyecto para un nuevo sistema de climatizaci¨®n, cambio del aire, control de humedad y temperatura y retirada del polvo. Estar¨¢ en marcha en la segunda mitad de 2013. Si funciona, no har¨¢ falta un cupo. Si no, necesitaremos recurrir a ello¡±, explica Paolucci por tel¨¦fono. Lo que, para el director ser¨ªa ¡°doloroso y desagradable¡±.
El enemigo n¨²mero 1 son las part¨ªculas que los miles de visitantes arrastran hasta la Capilla Sixtina. ¡°El polvo es lo m¨¢s dif¨ªcil de controlar. Se deposita y en un momento dado, con la humedad, se fija¡±, asegura Gianluigi Colalucci, responsable de la ¨²ltima restauraci¨®n de la Capilla Sixtina, en 1994. De ah¨ª que cada dos a?os, de media, el Vaticano lleve a cabo una spolveratura (desempolvamiento) de los frescos. De hecho, la ¨²ltima empez¨® la semana pasada.
Sea como fuere, Colalucci no parece excesivamente preocupado por el destino de la Capilla Sixtina: ¡°El fresco de Miguel ?ngel es muy fuerte. Si nadie la molesta, puede sobrevivir durante siglos¡±. Se trata de establecer por tanto si los miles de visitantes diarios molestan a la obra maestra de Buonarroti.
Algunos estudiosos creen que s¨ª. El cr¨ªtico italiano Pietro Citati pidi¨® hace un mes en Il Corriere della Sera que el Vaticano redujera el n¨²mero de visitas anuales a una cuarta parte. Y Miguel Falomir, jefe del departamento de Pintura Italiana y Francesa (hasta 1700) del Prado, escribi¨® en este peri¨®dico que ¡°restringir el acceso a la vaticana parece necesario¡±.
El propio Colalucci relata que ¡°quiz¨¢s ser¨ªa deseable que el n¨²mero de visitantes no aumentara hasta el infinito¡±. A tanto (a¨²n) no ha llegado, pero lo cierto es que la cantidad de turistas se ha duplicado en 10 a?os. ¡°Un n¨²mero enorme. Parece Trafalgar Square en Nochevieja. Aunque no creo que haga da?o a los frescos¡±, afirma Paul Schwartzbaum, conservador jefe del Guggenheim durante muchos a?os y uno de los miembros de un comit¨¦ de expertos que supervis¨® la restauraci¨®n de la Sixtina.
Ya fueran muchos o pocos los visitantes, cuando Paolucci lanz¨® en 2010 el nuevo proyecto de climatizaci¨®n ampli¨® a la vez el horario de apertura de los Museos Vaticanos hasta las 23.00. Fue una paradoja de unos pocos d¨ªas: hoy abren a las 8.00 y cierran a las 18.00. Pero suficiente para preguntarse qu¨¦ papel juega, en casa del Se?or, el otro dios de nuestros tiempos: el dinero. En concreto, ?el inter¨¦s econ¨®mico est¨¢ por encima del art¨ªstico?
Las respuestas van del ¡°no quiero hablar de ello¡± al ¡°solo con la grabadora apagada¡±. Walter Persegatti, secretario general y econ¨®mico de los Museos Vaticanos en los noventa, va m¨¢s all¨¢: ¡°La pregunta es ofensiva para m¨ª y para el Vaticano. No merece una respuesta¡±. S¨ª contesta, seguro, Colalucci: ¡°La cuesti¨®n de las entradas es importante. Pero he estado 35 a?os trabajando en el Vaticano y jam¨¢s el criterio econ¨®mico ha primado sobre el art¨ªstico¡±.
Dicho de otra forma, ¡°nadie quiere retorcerle el cuello a la Capilla Sixtina para sacar m¨¢s dinero¡±, como sostiene el director de los Museos Vaticanos. Simplemente, para Paolucci, los cinco millones de visitantes y la perfecta conservaci¨®n de los frescos son compatibles. Tanto que no hay estimaciones ni n¨²meros concretos sobre el cupo. Solo es un plan B. Porque el A es la gran apuesta de Paolucci.
¡°Nuestra ¨¦poca no nos dar¨¢ otro Miguel ?ngel, pero nos permitir¨¢ conservar a Miguel ?ngel en las mejores condiciones durante el mayor tiempo posible¡±, defiende el director sobre el nuevo sistema. Tama?a responsabilidad recae sobre Carrier, la compa?¨ªa que se hizo cargo del anterior circuito de ventilaci¨®n, de 1994, y que instalar¨¢ el nuevo. Por un precio, eso s¨ª, imposible de saber. Pese a que el proyecto arranc¨® hace dos a?os, Paolucci alega: ¡°No ha sido calculado. Espero el presupuesto. No me lo dijeron. No lo s¨¦¡±.
S¨ª sabe Paolucci con toda seguridad que la Capilla Sixtina est¨¢ ¡°bien¡± y que no necesita m¨¢s curas. Y en eso coinciden todos los entrevistados. La anterior restauraci¨®n, la dirigida por Colalucci, dur¨® 14 a?os. Y se gan¨®, con alguna pol¨¦mica, el consenso del mundo del arte. ¡°Las cr¨ªticas fueron psicol¨®gicas. La gente estaba acostumbrada a ver la Capilla Sixtina marr¨®n y oscura. Y de repente se descubrieron sus colores brillantes¡±, defiende Schwartzbaum.
El secreto se hallaba bajo varios estratos de pegamentos animales que los cuidados de los siglos anteriores hab¨ªan colocado sobre los frescos, como explica Colalucci: ¡°Antes una restauraci¨®n a?ad¨ªa materiales. Hoy los quitamos. Y al retirar los pegamentos apareci¨® un Miguel ?ngel desconocido y lleno de color¡±. El mismo que puede ver hoy, en la Capilla Sixtina, cualquiera de los cinco millones que la visita cada a?o. Y eso que antes no entraba ni el Papa.
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