Pajarer¨ªa
Se supone que los personajes de la pol¨ªtica que tienen proyecci¨®n p¨²blica, independientemente de sus convicciones, de su sinceridad o su descreimiento en lo que dicen y hacen, algo impuesto por las circunstancias o por las directrices que les exige su partido, son actores y actrices que interpretan distintos papeles ante el receptivo p¨²blico ateni¨¦ndose a lo que les exigen los diversos guiones, que en ocasiones deben improvisar, que el objetivo permanente de su interpretaci¨®n es no solo hechizar o conmover a los espectadores, sino, ante todo, convencer a estos de que son aut¨¦nticos, que sus palabras y sus gestos responden a lo que piensa su cabeza y siente su coraz¨®n. Es probable que en otros pa¨ªses el nivel art¨ªstico de algunos primeros actores de la pol¨ªtica sea excepcional (hasta el m¨¢s ciego, l¨²cido, visceral o racional odiador de Obama tendr¨¢ que admitir que este se?or es una especie de Cary Grant de la pol¨ªtica), pero hay que hacer esfuerzos ¨¦picos para encontrar en nuestro panorama nacional esa capacidad para seducir y convencer.
Y, por supuesto, ning¨²n partido potente cometer¨¢ la imperdonable osad¨ªa de proponer listas abiertas para que los electores depositen su confianza en las personas que les resultan fiables, o que simplemente los enamoran con su personalidad, su discurso y sus propuestas. Aunque no he ejercido nunca mi derecho a votar (y no logro convencerme de que eso sea un deber c¨ªvico), puedo entender que Su¨¢rez poseyera un notable tir¨®n electoral o que la mayor¨ªa del pueblo espa?ol estuviera inicialmente convencida de que Felipe Gonz¨¢lez era la encarnaci¨®n del Mes¨ªas. A m¨ª, me resultaba muy atractivo Pascual Maragall, su voz, su gestualidad, lo que dec¨ªa y c¨®mo lo dec¨ªa. Y me resulta muy grato ver y escuchar a Patxi L¨®pez, alguien al que encuentro ¡°normal¡± en el mejor sentido de la palabra, que nunca me resulta hip¨®crita, afectado, epid¨¦rmico, convencional, histri¨®nico ni mentiroso. Opini¨®n que afortunadamente no comparten los batasunos que intentaban acorralarle cuando fue a votar en las ¨²ltimas elecciones. Y me cuesta un trabajo tan excesivo como in¨²til encontrar gente en ese mundo cuya imagen me cautive, con la que deseara hablar tomando una copa.
No sintiendo la menor afinidad con el PP, no logro que me caiga mal Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa. Su respuesta a los que definen como el chocolate del loro la parcial desaparici¨®n de coches oficiales me parece antol¨®gica. Lo de ¡°empiezas a sumar loros y te encuentras con una pajarer¨ªa¡± me provoca un ataque de risa. Por una vez, me r¨ªo no de las impunes majader¨ªas que sueltan los pol¨ªticos, sino con el ingenio de uno de ellos.
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