Los viajes andados
Mediod¨ªa en Barcelona, horas de lectura. En un fragmento de Lettrines (que D¨ªas Contados publicar¨¢ el a?o que viene con el t¨ªtulo de Capitulares), Julien Gracq arremete contra la arquitectura contempor¨¢nea por haber desterrado de todas las casas los desvanes y los s¨®tanos, esos lugares quietos y misteriosos que anta?o fueron los templos de la imaginaci¨®n: ¡°Todo permite pensar que unos s¨ªmbolos del movimiento (ya tenemos la carretera y el autom¨®vil) ocupar¨¢n el lugar de las ilusiones de los lugares cerrados, con cerrojo echado¡¡±.
Salgo a la calle, a caminar. Durante un rato, medito sobre los desvanes y los s¨®tanos desterrados. Y voy lejos, casi sin darme cuenta voy a parar a la otra punta de la calle en la que vivo. De un tiempo a esta parte, andar se ha vuelto para m¨ª una actividad creadora. Por los motivos que sean, caminar cada d¨ªa me parece algo m¨¢s ¨²til, ayuda a pensar, a avanzar en las cosas que planeamos para el futuro. ?El futuro! Esa figura ret¨®rica, seg¨²n Nabokov, ese ¡°espectro del pensamiento¡± (Cosastransparentes, Anagrama).
Sergio Chejfec dice que caminar es una manera de viajar. Hace dos semanas qued¨¦ con ¨¦l en Nueva York y anduvimos durante una hora y media antes del almuerzo en el centro de Manhattan. La animada pero a veces tambi¨¦n muy pausada conversaci¨®n me record¨® a las caminatas de los dos personajes principales de La experiencia dram¨¢tica (Alfaguara, Argentina), su ¨²ltima novela. Le coment¨¦ que ¨²ltimamente andar me ayudaba a organizar la estructura de un art¨ªculo, de una novela, de una carta de amor. Nada que pudiera sorprenderle. Parte de la historia de la literatura, desde sus comienzos, se ha nutrido de viajes: el desplazamiento como acci¨®n narrativa b¨¢sica; despu¨¦s, ya llegan los acontecimientos, el viajero cambia de paisaje y de personas, pasan ciertas cosas. Ahora bien, Chejfec va m¨¢s lejos y la caminata le parece la m¨¢s radical de todas las formas de moverse.
No deja de ser curioso que la manera m¨¢s natural y primitiva de desplazarse pueda convertirse en la actividad m¨¢s luminosa; tal vez sea una actividad tan creativa porque tiene la velocidad humana. La caminata parece producir una sintaxis mental y narrativa propia.
Todos conocemos a los maestros de los viajes andados: Rousseau, Borges, Kafka, Benjamin, Sterne, Walser, Sebald. Eso en cuanto a la literatura. Pero es que Chejfec considera que la caminata es casi la ¨²nica actividad no colonizada por la econom¨ªa capitalista, que tiende a fragmentar el consumo y crear necesidades a partir de nuevos art¨ªculos. Para caminar, dice Chejfec, no se vende en cambio nada especial, y eso que hay todo un mercado alrededor de comer, beber agua, correr, dormir, practicar sexo, leer, etc¨¦tera. Siento una especie de orgullo ¨ªntimo al volver a casa. En el correo hay una carta de John William Wilkinson con una cita de agosto de 1911 de Kafka: ¡°Autom¨®vil en M¨²nich. Lluvia, recorrido r¨¢pido (veinte minutos). Como si mir¨¢semos a la calle por el ventanuco de un s¨®tano¡±.
Es genial, pienso, porque anula el movimiento del autom¨®vil y porque la perspectiva que desde el ventanuco dice haber visto K. es ¨²nicamente de s¨®tano, todo lo contrario del supuesto sentido com¨²n de Gracq, que opone autom¨®vil y movimiento a desv¨¢n y s¨®tano.
Por mi parte, al autom¨®vil y al desv¨¢n le opongo mis piernas. Salgo de nuevo, pero ahora, como si tuviera una perspectiva de s¨®tano, sin moverme del sill¨®n. Imagino que camino y me pregunto si no ha llegado ya la hora de que volvamos a sentirnos todos cerca de la condici¨®n humana tradicional, siempre tr¨¢gica. Despu¨¦s de la gran idiotez de los ¨²ltimos a?os, de tanta burbuja y posmodernidad y progreso ficticio, ?no se impone el regreso a la tragedia, a un cierto clasicismo, a un renacimiento del saber, a una resistencia a seguir siendo colonizados, a una sintaxis que nos devuelva la libertad?
Esto, o salir por piernas.
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