Hora de despertar
Holy motors es una obra capital para explicar (y entender) el aqu¨ª y el ahora. El mejor instrumento para despertar, desafiar y activar a esta realidad dormida
El cineasta se levanta de su lecho, en el que quiz¨¢ ha permanecido convaleciente desde el fracaso de su ¨²ltima pel¨ªcula, Pola X (1999). Rompe, as¨ª, un estado de suspensi¨®n solo interrumpido por picos de fiebre que cristalizaron en puntuales cortometrajes. El cineasta abre una puerta secreta en el coraz¨®n del bosque que se manifiesta, como un espejismo de papel pintado, en una pared del dormitorio. Entra en una sala, recorre una platea repleta de espectadores dormidos, mientras, en la pantalla, su propia hija le contempla desde el ojo de buey de una lujosa mansi¨®n con forma de transatl¨¢ntico varado. El sonido parece evocar un barco que zarpa, que, de hecho, se podr¨ªa llamar L¡¯Atalante o Titanic, porque estamos a la vez en el principio y en el fin de todo. Pero este viaje se va a efectuar en limusina, la as¨¦ptica nave espacial que ya ha recorrido perplejidades y devastaciones contempor¨¢neas en The girlfriend experience o Cosm¨®polis. As¨ª empieza Holy motors, el mejor instrumento para despertar, desafiar y activar a esa platea de espectadores dormidos que es nuestra realidad, una obra capital para explicar (y entender) el aqu¨ª y el ahora.
HOLY MOTORS
Direcci¨®n: L¨¦os Carax.
Int¨¦rpretes: Dennis Lavant, Edith Scob, Michel Piccoli, Eva Mendes, Kylie Minogue, Elise Lhomeau.
G¨¦nero: ciencia-ficci¨®n. Francia, 2012.
Duraci¨®n: 115 minutos.
Antes de enfrentarse a Holy motors, conviene asumir que el problema no es que existan pel¨ªculas que no se entiendan: la peste de nuestro tiempo son las pel¨ªculas que se entienden demasiado, que subrayan y se sobreexplican, que matan toda ambig¨¹edad. El ¨²ltimo trabajo de Carax tiene la virtud de ser muchas cosas a la vez: el viaje de su enigm¨¢tico protagonista a trav¨¦s de sucesivas identidades y puestas en escena puede ser, al mismo tiempo, una expiaci¨®n personal, una eleg¨ªa por la muerte del cine en una posutop¨ªa nanotecnol¨®gica, una declaraci¨®n de amor al oficio de actor o, como sugiere el propio Carax, un cuento de ciencia-ficci¨®n sobre un mundo donde la acci¨®n y la emoci¨®n solo sobreviven como simulacros servidos por hombres en limusinas a una ¨¦lite invisible o a un p¨²blico que ya no mira , solo por la belleza del gesto.
Holy motors, pel¨ªcula inagotable y mutante, capaz de trascender su aparente pesimismo en el f¨¦rtil renacimiento de un cineasta inspirador, es un espect¨¢culo ideal para sobreexcitar todas las zonas er¨®genas del espectador.
Babelia
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