Los mitos siguen vivos
En la antig¨¹edad se crearon relatos fabulosos que terminaron dando fondo a las diversas culturas. El libro 'Imagen del mito' recupera en todo su esplendor el universo simb¨®lico recopilado por Joseph Campbell. Mitos que hoy subsisten transformados.
Es dif¨ªcil dar una definici¨®n del Mito, como t¨¦rmino un¨ªvoco y digno de letra may¨²scula. Me parece que situar el ¡°pensamiento m¨ªtico¡± como una forma simb¨®lica singular y oponer el Mito a la Raz¨®n como incompatibles simplifica demasiado el enfoque. ¡°No hay ninguna definici¨®n del mito. No hay ninguna forma plat¨®nica del mito que se ajuste a todos los casos reales¡±, escribi¨® G. S. Kirk, helenista experto en el tema. Evitemos enredarnos en la ret¨®rica y la metaf¨ªsica. Es m¨¢s claro enfocar ¡°lo m¨ªtico¡± como una vasta regi¨®n de lo imaginario y tratar de ¡°los mitos¡± como resonantes relatos que configuran lo que llamamos la mitolog¨ªa. Partamos de un trazo claro: los mitos no son dominio de ning¨²n individuo, sino una herencia colectiva, narrativa y tradicional, que se transmite desde lejos (a veces unida a la religi¨®n, en los ritos o en la literatura).
Toda cultura alberga una tradici¨®n m¨ªtica. Seg¨²n Georges Dum¨¦zil: ¡°Un pa¨ªs sin leyendas se morir¨ªa de fr¨ªo. Un pueblo sin mitos est¨¢ muerto¡±. Desde siempre, ¡°los mitos viven en el pa¨ªs de la memoria¡± (Marcel Detienne). Es decir, pertenecen a la memoria comunitaria y, como se?al¨® el antrop¨®logo Malinowski, ofrecen a la sociedad que los alberga, venera y difunde ¡°una carta de fundaci¨®n¡± utilitaria. Son, en sus or¨ªgenes, las fundamentales ¡°historias de la tribu¡±; ofrecen a sus creyentes una interpretaci¨®n del sentido del mundo.
Partiendo de esa consideraci¨®n de la mitolog¨ªa, podemos proponer una definici¨®n sencilla y funcional. Con la venia del esc¨¦ptico Kirk, tomemos, modestamente, esta: ¡°Un mito es un relato memorable y tradicional que cuenta la actuaci¨®n paradigm¨¢tica de seres extraordinarios (dioses y h¨¦roes) en un tiempo prestigioso y lejano¡±. El insistir en lo narrativo y no en las vacilantes creencias que los individuos pueden tener al respecto nos permite aceptar como ¡°mitos¡± no solo a los mitos religiosos, sino tambi¨¦n a los ¡°literarios¡±. Ese aspecto narrativo es el rasgo esencial del mito ya en la palabra griega mythos, que los sofistas y Plat¨®n opusieron al vocablo logos (palabra, raz¨®n, razonamiento), en el sentido de ¡°narraci¨®n tradicional, relato antiguo¡±. (Antes, en Homero, mythos y logos eran sin¨®nimos). Una frase famosa define el progreso filos¨®fico en Grecia como avance ¡°del mito al logos¡±; pero ese avance ¡ªen t¨¦rminos absolutos¡ª est¨¢ hoy muy cuestionado. La contraposici¨®n sirve para se?alar el claro progreso hist¨®rico de la raz¨®n en la Grecia antigua, en la filosof¨ªa, la historia y las ciencias, ideas y no creencias, que explican el mundo, marginando las creencias m¨ªticas. Sin embargo, ya el mythos era una b¨²squeda de verdad, ya el mito ofrec¨ªa, en su estilo, una ilustraci¨®n (Hans Blumenberg). Hay ¡°mito en el logos y logos en el mito¡±, dice Llu¨ªs Duch, que apunta la conveniencia de una ¨¢gil combinaci¨®n ¡°logom¨ªtica¡± para la comprensi¨®n cabal del mundo y la condici¨®n humana.
Ofrecen a la sociedad que los alberga ¡°una carta de fundaci¨®n"
Nuestra mitolog¨ªa cl¨¢sica viene de la antigua Grecia, aunque solo persiste como brumosa herencia cultural, desde hace siglos desvinculada de su fundamento religioso. (C¨®mo el cristianismo la sustituy¨® y desterr¨® a sus dioses es una historia bien conocida y que podemos dejar de lado ahora). Pero cualquier religi¨®n tiene su propia mitolog¨ªa, es decir, su oferta narrativa, que puede adquirir pretensiones dogm¨¢ticas, reforzada por los rituales y la espiritualidad personal. La cristiana se recoge en la Biblia. Con todo, la mitolog¨ªa griega (y su versi¨®n romana) se nos ha transmitido en la literatura europea con una belleza po¨¦tica que le ha permitido una pervivencia fantasmal a trav¨¦s de los siglos. Recordemos que la gran poes¨ªa griega (la ¨¦pica, la tragedia y gran parte de la l¨ªrica) se fundaba en la evocaci¨®n de los mitos: las acciones de los famosos h¨¦roes y los dioses, y su celebraci¨®n y reinterpretaci¨®n constante en los poemas y los teatros. Esos mitos, que suelen designarse con el nombre de sus protagonistas, perduran as¨ª como ejemplos y enigmas (como los de Prometeo, Odiseo, Edipo, Medea, Orfeo, Casandra y otros). Y los poetas, transmisores por excelencia de los mitos, fueron, en Grecia, populares ¡°maestros de verdad¡± antes de ser desplazados en esa tarea educativa por los fil¨®sofos. Pero, sin embargo, no lo olvidemos, Plat¨®n es un gran narrador de mitos, metidos en sus Di¨¢logos. Lo que no deja de ser una admirable paradoja: el gran fil¨®sofo, tan cr¨ªtico con las opiniones ajenas, tan duro con los poetas, resulta luego un fabuloso mit¨®logo.
Un mito no se inventa, sino que se cuenta como un saber acreditado
Pero no solo los griegos; toda cultura tiene sus mitos, como ya sabemos. Y su, m¨¢s o menos fant¨¢stica, brillante tradici¨®n mitol¨®gica. Que se caracteriza, por doquier, por ese car¨¢cter memorable, en gran medida educativo. Pues un mito no se inventa, sino que se cuenta como un saber acreditado. Ya estaba antes; como una creencia, como un enigma, como lecci¨®n de sabidur¨ªa, una reliquia de las ¡°historias de la tribu¡±. Podemos preguntarnos qu¨¦ lo hace duradero y ubicuo, ?c¨®mo persiste as¨ª, arcaico, y, tal vez, reactualizado? Sin duda es su tem¨¢tica. Los mitos hablan de los grandes temas de la existencia. Y dan respuesta. De por qu¨¦ existimos, de qui¨¦n hizo el mundo, cu¨¢l es nuestro destino, qu¨¦ hay tras la muerte, qu¨¦ significa vivir en un tiempo breve, y en una condici¨®n de dudosa justicia. Los fil¨®sofos ¡ªdesde los sofistas griegos¡ª han ofrecido respuestas varias: seg¨²n unos, fueron el espanto y el agradecimiento ingenuo ante los prodigios naturales los que les crearon los dioses; seg¨²n otros ilustrados, fue la codicia y astucia de los sacerdotes. Me parece m¨¢s convincente la tesis de Hans Blumenberg: los mitos animan y dan sentido profundo a lo real. Frente al ¡°absolutismo de la naturaleza¡±, los seres humanos ans¨ªan vivir en un albergue ben¨¦volo, un mundo humanizado y con sentido trascendente, donde, m¨¢s all¨¢ de la inevitable muerte, quede algo perdurable, respondiendo al anhelo humano de pervivir y no ser un absurdo accidente disuelto en la nada. Seg¨²n Blumenberg, el ser humano anhela esperanza y consuelo. El mito lo da. En otras versiones, como en la de Jung, los temas de los mitos est¨¢n en la propia alma de forma innata, y tienen, como arquetipos, honda relaci¨®n con el mundo de los sue?os.
El caso es que los mitos est¨¢n ah¨ª, desde muy antiguo y en todas partes. Aunque, desde luego, hay ¨¦pocas y culturas que los cuidan m¨¢s y los tienen de mejor calidad. Y, por otra parte, parece que conviene distinguir entre los grandes y fundamentales (como los de la creaci¨®n, del mundo divino, de las almas y sus viajes de ultratumba) y mitos menores, por ejemplo, los de tipo pol¨ªtico o nacionalista m¨¢s o menos manipulados. En fin, los mitos se insertan en la cultura y suelen recurrir a s¨ªmbolos propios y expresarse de modo vivaz en im¨¢genes impactantes. El c¨®digo simb¨®lico que usan con frecuencia los relatos m¨ªticos viene requerido por su propia tem¨¢tica, fabulosa y trascendente. El s¨ªmbolo remite a algo ausente, dif¨ªcil de representar por los signos de la comunicaci¨®n habitual; sugiere m¨¢s que dice e invita a ir m¨¢s all¨¢ de lo real aparente y objetivo. Sobre todo en los s¨ªmbolos religiosos. Las im¨¢genes mitol¨®gicas act¨²an en el mismo sentido. Invitan a la imaginaci¨®n de ese universo fabuloso de dioses, monstruos y seres extra?os y prodigiosos con m¨¢s fuerza que las palabras. Cada cultura, luego, elabora im¨¢genes y s¨ªmbolos propios, aunque la mitolog¨ªa comparada puede revelar entre mitos, im¨¢genes y s¨ªmbolos de lugares muy lejanos coincidencias sorprendentes. (Acaso porque la imaginaci¨®n humana tiene sus l¨ªmites). El repertorio de s¨ªmbolos e im¨¢genes resulta, en la mirada comparatista, fascinante.
El personaje literario deviene m¨ªtico tan solo cuando pasa a la memoria colectiva
He apuntado ya que hay mitos de primera instancia y mitos de segunda fila. En el mundo griego, los relatos de los dioses contados por Hes¨ªodo evocan los or¨ªgenes del cosmos, los mitos de la ¨¦pica heroica nos hablan de un mundo m¨¢s cercano. Y tambi¨¦n hay, en esa mitolog¨ªa y en otras, frente a los mitos religiosos y c¨®smicos (los de los or¨ªgenes, de los que tanto escribi¨® Mircea Eliade), mitos literarios, esto es, productos m¨ªticos de prestigio m¨¢s limitado y pedigree m¨¢s moderno, ya que se inscriben en una tradici¨®n libresca. A esos mitos literarios (como el de Don Juan o el de Fausto) se les puede encontrar un primer autor ¡ªlo que va en contra de lo que hemos dicho antes¡ª. Pero el personaje literario deviene m¨ªtico tan solo cuando pasa a la memoria colectiva y no es necesario recordar qui¨¦n los invent¨®. En ese sentido, creo, la mayor¨ªa de la gente que los conoce no sabe qui¨¦n fabric¨® a Frankenstein o a Carmen, o a Robins¨®n, no menos que qui¨¦n, antes de Homero, relat¨® las aventuras del griego Ulises; los h¨¦roes se han mitificado al perdurar en el imaginario colectivo, sin que la gente necesite el texto original. Y tambi¨¦n hay ¡ªdescendiendo de nivel¡ª h¨¦roes del c¨®mic que pueden revestir un tono m¨ªtico (son la calderilla del fondo, para el consumo popular y m¨¢s medi¨¢tico). Son ¡°superh¨¦roes¡± de papel; pero conservan algunas chispas del fulgor de los cl¨¢sicos, ya desconocidos para el p¨²blico juvenil. (Grant Morrison subraya bien, en Supergods, su impacto social, y apunta sagazmente que ¡°Superm¨¢n es un h¨¦roe apol¨ªneo y Batman un h¨¦roe dionisiaco¡±).
Es usual calificar de ¡°m¨ªticos¡± o ¡°mitos¡± a las grandes estrellas del espect¨¢culo, a futbolistas y atletas, y ahora tambi¨¦n a algunos cocineros. ¡°Mito¡± es as¨ª un sin¨®nimo de ¡°¨ªdolo adorado por las masas¡±; ¡°¨ªdolo¡± es, en cambio, vocablo pasado de moda. Para sus fans son seres mitol¨®gicos, tan de f¨¢bula como los superh¨¦roes, glorificados por los focos de la actualidad.
Si bien entr¨® bastante tarde en nuestra lengua ¡ª¨²ltimo tercio del XIX¡ª, la palabra ¡°mito¡± tuvo un ¨¦xito enorme: hoy, ¡°el mito se dice de muchas maneras¡±. En el sentido de ¡°lo fabuloso¡±, el t¨¦rmino ¡°mito¡± apunta a lo irreal, y se confunde con ¡°lo falso¡±, y con esa fuerte connotaci¨®n negativa se usa para descalificar exageraciones, bulos, y creencias ajenas. En ese sentido, los ¡°mitos¡± son vanas ¡°ilusiones¡± de los otros. A las ¡°creencias¡± se contraponen ¡°ideas¡±, como dijo Ortega, y antes los sofistas griegos. Pero los mitos perviven, se prestan a relecturas y a manipulaciones, a veces perversas.
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