Tradici¨®n de la sombra
La joven autora chilena, ganadora del premio FIL sor Juana In¨¦s de la Cruz, rescata nombres y obras interesantes de su pa¨ªs
Espa?a se despide por estos d¨ªas de su vieja criatura: el boom. Es un instante de duelo por la muerte de Carlos Fuentes y de nostalgia por la salida de escena de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. (Acecha, adem¨¢s, el fantasma de Roberto Bola?o, que lleg¨® a vislumbrarse como posible sucesor.) Junto con la deriva de Mario Vargas Llosa, que desde hace a?os sostiene un di¨¢logo tenso con la cultura contempor¨¢nea, todas esas desapariciones se han vuelto una instancia ¨²nica para examinar aquello que qued¨® a la sombra de esos escritores may¨²sculos. Visto desde Chile o visto desde mi ventana fronteriza (un sitio de observaci¨®n m¨®vil entre Santiago y Nueva York) los autores del boom son menos una generaci¨®n literaria que estrellas nacionales unitarias, estrellas internacionales nada fugaces que encandilaron a los lectores opacando el brillo de obras que no atravesaron la frontera. La literatura latinoamericana fue solo conocida por figuras solitarias (no ha habido hasta ahora espacio para m¨¢s de un escritor, nunca para las deslumbrantes escritoras que fueron sus pares). La escritura chilena ha quedado a la sombra de Jos¨¦ Donoso, nuestro embajador minoritario del boom con su extravagante novela El obsceno p¨¢jaro de la noche, y de Bola?o, que sostuvo, desde la ficci¨®n y la pol¨¦mica, una relaci¨®n nada diplom¨¢tica con su origen. S¨®lo al desaparecer ambas figuras (y nombro solo a la narrativa, pero la poes¨ªa tambi¨¦n ha cargado poetas estelares) se abre el espacio de la lectura, se buscan voces ocultas. Pienso que la prosa viva que surgi¨® en el declive de Donoso es ahora visible en la obra poderosa de dos autores menos favorecidos por el brillo siempre caprichoso del mercado: las novelas de Diamela Eltit y las cr¨®nicas de Pedro Lemebel. Autores que se apartaron del trazado de la literatura al uso por esquinas dis¨ªmiles pero complementarias. Eltit desde una lengua corrosiva, pol¨ªtica, l¨²cida. Lemebel desde el desafuero gozoso y algo sentimental, desde una jerga loca y sobre todo localista. Dos figuras que ponen el dedo en las llagas del Chile actual pero, sobre todo, escritores decididos a experimentar sin hacerle gui?os a la convenci¨®n literaria. Escritores en alguna medida intraducibles y por lo mismo singulares que operan en un insubordinado todo o nada. Pero tambi¨¦n autores que de ninguna manera est¨¢n solos, porque arrastran a toda una estirpe que se ha sostenido en las rupturas de la lengua y las fracturas de lo pol¨ªtico. Veo en el rev¨¦s de ambos narradores toda una tradici¨®n que no me es ajena. Atr¨¢s, en esa fundaci¨®n, hay un aceptar la insularidad chilena como espacio de libertad creativa: el escribir para pocos, incluso para nadie, que define la parte importante de nuestra tradici¨®n. Atr¨¢s, entonces, en la historia de nuestra escritura contempor¨¢nea, est¨¢ la b¨²squeda de una est¨¦tica, la voluntad de experimentar con la palabra, hacerla veh¨ªculo visible de las ideas. La narrativa chilena siempre trabaj¨® cerca de la poes¨ªa, apostando por su vocaci¨®n minoritaria y secreta. C¨®mo se explica, si no, que, en la novela de formaci¨®n de un ni?o inmigrante que es Hijo de Ladr¨®n, Manuel Rojas se permita plantar, sin aviso y en cursivas, un cap¨ªtulo enigm¨¢tico por metaf¨®rico llamado La Herida, un texto que habla de una profunda llaga social y de la agitaci¨®n s¨ªquica contenida en nuestro pasado. C¨®mo se explica, si no se regresa al alocado imaginario local, otra novela alucinada como es el Alsino del tambi¨¦n poeta Pedro Prado, quien por los mismo a?os narra los sue?os de otro ni?o empe?ado en volar lejos: se rompe la espalda y desde esa herida le crecen un par de alas. La misma escena de deseos frustrados se avizora en los personajes burgueses de la Mar¨ªa Luisa Bombal: en Las islas nuevas se metaforizan las alas como forma de un deseo que la sociedad reprime. O en Patas de perro, protagonizada por otro ni?o monstruo que debe huir del acoso en la novela extraordinaria de Carlos Droguett, que extra?amente permaneci¨® oculta. La escena literaria chilena est¨¢ saturada de momentos emancipadores, como si Chile fuera un presidio o un pasillo entre la cordillera y el mar, un cuarto oscuro pero despierto entre el desierto mistraliano y el sur lluvioso de Neruda.
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